Emaús, Tomás de Cózar, Ramón Buxarrais, El Buen Samaritano… al servicio de los mayores

Diócesis de Málaga
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La diócesis de Málaga es una sede episcopal dependiente de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Málaga.

Con motivo de la I Jornada Mundial de los Abuelos y los Mayores, alentada por el papa Francisco, queremos poner la mirada en ellos y, de manera especial, en aquellos que residen en los diferentes centros que Cáritas tiene a su disposición: Emaús, apartamentos Tomás de Cózar y Ramón Buxarrais, y centro gerontológico El Buen Samaritano.

Conscientes del impacto que la pandemia puede tener en ellos, por su edad y vulnerabilidad, desde Cáritas se han tratado de minimizar en todo momento las consecuencias, tanto desde el punto de vista físico como psicológico, intensificando la cercanía, escucha y atención en nuestros centros. También desde las Cáritas parroquiales, a través de sus programas y proyectos, como es el caso del centro de mayores Santa Mª de la Amargura, que acompaña a más de 200 mayores cada año desde que abriera sus puertas en 2008, han encontrado la forma de atenderles sin dejar de cumplir con las normas y restricciones apropiadas en cada caso.

Acompañamiento y cuidados en El Buen Samaritano

Por su gran capacidad y por el grado de dependencia de los acogidos, El Buen Samaritano, se convirtió al inicio de la pandemia en una de las grandes preocupaciones de Cáritas Diocesana de Málaga, que dedicó grandes esfuerzos, especialmente durante los primeros meses, a garantizar la seguridad de los acogidos y procurar que el gran cambio que debía producirse en sus rutinas les afectase lo mínimo posible. Como explica Patricio J. Fuentes, director del centro, «el 11 de marzo, antes del estado de alarma, fue notificado el primer caso. Desde ese mismo día comenzamos a aislar, con medidas especiales, a todas aquellas personas que presentasen cualquier síntoma compatible con la enfermedad». Para atender la “zona Covid” no faltaron trabajadores que se ofrecieran a atenderles. «A pesar del miedo a contagiarse a ellos mismos o a sus familiares, en la actitud y entrega del equipo humano que se dispuso a cuidar de los enfermos (limpiando las habitaciones, aseándoles…), pudimos ver esa “ternura de Dios” de la que habla el papa Francisco», afirma Patricio.

En un centro caracterizado por la apertura a la comunidad, donde familiares y amigos entraban y salían con frecuencia, «no fue fácil para nadie, tener que atender a los residentes en sus propias habitaciones, por eso se puso en marcha de manera urgente un plan de humanización que permitió seguir acompañándoles de manera integral, realizando en los pasillos las actividades, dinámicas y eucaristías que los mayores seguían desde las puertas de sus habitaciones, de las que podían salir a pasear o tomar el sol, pero de manera controlada para evitar coincidir con otros residentes». Mientras el centro estuvo cerrado a las visitas, se procuró mantener una comunicación especialmente fluida y directa con los familiares, que «en esos momentos vivían con especial preocupación y angustia por el estado de sus seres queridos».

Han sido tiempos muy difíciles en los que «la alegría se ha mezclado con la tristeza, a veces incluso a partes iguales». Con emoción, Fuentes recuerda aquella tarde en la que perdían a «una persona muy querida y que siempre llevaremos en el corazón, y aplaudíamos poco después con enorme alegría el regreso de otro acogido que luchó con todas sus fuerzas en el hospital y logró recuperarse. Siempre guardaremos en nuestro recuerdo a las tres personas que nos dejaron a consecuencia de esta enfermedad».

Actualmente, al estar todos vacunados, «se respira una cierta normalidad, pero el personal se encarga de seguir manteniendo todas las medidas de control implantadas para garantizar la seguridad. Los familiares pueden visitar a los acogidos dos veces en semana y los voluntarios han podido regresar, aunque tienen que someterse a las mismas medidas de control que cumplen los trabajadores, como la realización de test de antígenos de manera periódica. Esto mismo ocurre con los alumnos en prácticas», concluye.

El lema de esta jornada “Yo estoy contigo todos los días” (Mt, 18,20) es la clave de la atención en nuestros centros en los que las dificultades, por grandes que sean, no consiguen nunca disuadir a una gran cantidad de personas que cada día tienden sus manos dispuestas a ayudar a los más débiles, los más vulnerables de nuestra sociedad.

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