El miércoles 12 de mayo se celebra un nuevo encuentro de oración y reflexión sobre la realidad migratoria, convocado por la Delegación de Migraciones de la Diócesis de Málaga. La cita es en la plaza de la Constitución de la capital, a las 20.00 horas.
Este encuentro de reflexión y oración sobre la realidad migratoria, organizado por la delegación de Migraciones, se desarrolla respetando escrupulosamente las medidas sanitarias establecidas por las autoridades andaluzas. En Álora se celebra también presencialmente a las 19.30 horas en la iglesia de la Vera Cruz.
En esta ocasión, el Círculo tratará sobre la integración, y en él participará especialmente un joven acogido por Málaga Acoge, que compartirá su testimonio para demostrar que es posible una sociedad fraterna y acogedora.
Ramón Muñoz es el delegado de Migraciones de la Diócesis de Málaga, y explica que «llevamos cinco años haciéndonos presente en la plaza pública para mostrar nuestra solidaridad con los migrantes y refugiados y denunciar la falta de respuesta por parte los estados a sus problemas en origen, en tránsito y cuando llegan a nuestro país. Antes de la pandemia participaban unas 150 personas, a raíz del confinamiento ha bajado el número a unas 70, y siempre con mascarillas y distancia de seguridad. Durante los meses de mayor incidencia lo hicimos de forma virtual». Preguntado por los logros de esta iniciativa, Muñoz explica que «el que un grupo de personas haya interiorizado este gesto y participe regularmente ya es uno. Y mantener un gesto significativo en el tiempo, una sensibilización en el seno de la Iglesia de Málaga que ha posibilitado la creación de otros círculos en la diócesis».
Una de las personas que participa con asiduidad es Petri Peloche, dominica misionera de la Sagrada Familia que forma parte de Cáritas de la parroquia del Carmen y colabora en los pisos de acogida para migrantes de Cáritas diocesana de Málaga y con la delegación de Migraciones, además de con el Círculo de Silencio. «Para mí es un modo de tomar conciencia de esta realidad tan fuerte que tenemos y ante la que no podemos cerrar los ojos: son nuestros hermanos, y así sentimos que estamos haciendo camino junto a ellos». Estas convocatorias, como explica Peloche, «están abiertas a cualquiera que se sienta llamada a conectar con esta realidad. Hay gente diversa, aunque hay un grupo que ya es fiel al encuentro. Esa presencia, ese estar juntos, es ya un mensaje para la sociedad. Hay personas que se paran, les llama la atención, preguntan y algunos se unen al vernos. Eso es ya un modo de sensibilizar. Los círculos de silencio son círculos abiertos a acoger a todo el que quiera acercarse».
Petra confiesa su deseo de involucrar a personas del mundo de la migración con quienes estamos en contacto, instituciones y propios migrantes. «Esto tendría que ser un camino compartido, y es una labor que tenemos que conseguir hacer. Incluso desde las parroquias, podemos reforzar esta tarea, deberíamos ser portadoras de este anuncio», afirma. Al final, los ciudadanos de a pie pueden influir en las decisiones políticas. «Toda la información positiva sobre migración, que hay mucha, debería expandirse para acallar voces que van en contra. Los círculos, tanto en la acogida como en los testimonios, deben expresar voces de denuncia urgente, y debería escucharse, para que los gobiernos tomen medidas respetando a las personas. Estar informados y ser voz de denuncia es muy importante», explica.
HACIA UN NOSOTROS CADA VEZ MÁS GRANDE
La Iglesia celebra la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado desde 1914 el último domingo de septiembre; en 2021, se celebrará el 26 de septiembre. El tema elegido este año por el Santo Padre es «Hacia un “nosotros” cada vez más grande», recogiendo la preocupación manifestada por el papa Francisco en la encíclica Fratelli Tutti de que, «pasada la crisis sanitaria, la peor reacción sería la de caer aún más en una fiebre consumista y en nuevas formas de autopreservación egoísta». En el mensaje para esta jornada, el Papa afirma: «todos estamos en la misma barca y estamos llamados a comprometernos para que no haya más muros que nos separen, que no haya más otros, sino sólo un nosotros, grande como toda la humanidad. Por eso, aprovecho la ocasión de esta Jornada para hacer un doble llamamiento a caminar juntos hacia un nosotros cada vez más grande, dirigiéndome ante todo a los fieles católicos y luego a todos los hombres y mujeres del mundo. […] Entre los habitantes de las periferias encontraremos a muchos migrantes y refugiados, desplazados y víctimas de la trata, a quienes el Señor quiere que se les manifieste su amor y que se les anuncie su salvación».