La palabra amor es una palabra muy grande y muy profunda, muchas veces malinterpretada y mal usada. Sin embargo, es el tema central del texto evangélico de hoy, en el cual Jesús nos presenta el secreto de su vida y lo que ha dado sentido a su existencia: el amor. El amor lo explica todo en Él, y es lo que ha motivado su unión con el Padre y su unión con nosotros, sus discípulos. Jesús todo lo ha hecho por amor y todo lo ha dado por amor, hasta su propia vida. Por eso el amor es esencial para ser sus discípulos y para formar parte de la comunidad de seguidores del Señor. El amor ha de ser el emblema de todo cristiano, y por el amor y por la manera de amarnos, al estilo de Jesús, el mundo y la humanidad nos reconocerán.
El amor convierte las relaciones en unos vínculos fuertes y para siempre, que hacen superar las dificultades y los sufrimientos en una unión fuerte también. Por eso el amor destruye el orgullo y el egoísmo que nos puede hacer tratar a los demás como inferiores, sometidos a nosotros, es decir, en siervos. Por el amor que nos tiene, Jesús nos llama y considera amigos, en un tú a tú, en una igualdad y en un trato que nos conduce a la felicidad. Ser amigo de Jesús es lo más grande para un cristiano. Ser elegido por Jesús para ser su amigo es un don incomparable.
Cristo nos enseña que el amor es dador de vida, dador de buenos frutos, generador de la comunidad. Sin amor no hay comunidad. Sin amor, todo lo que vivas y hagas es superficial, por eso el amor es la fuente de la alegría, de la ilusión y de la esperanza. Sin el amor hay huecos que no se pueden llenar y que provocan unos vacíos que nos llevan a la insatisfacción y a la infelicidad. Sin el amor te conviertes en esclavo de otros deseos, porque el amor libera.
Jesús se nos presenta como modelo de buen amigo, ejemplo de vida en el amor; y nos deja un mandamiento que fusiona todos los demás y todos los anteriores: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”. Hay muchas maneras de entender y vivir el amor, pero Jesús nos revela cuál es el verdadero amor, Dios, y la verdadera manera de amar, la de su Hijo. Por lo tanto, ama y no te canses de amar, como Jesús así lo vivió.
Emilio José Fernández, sacerdote
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