India es en estos momentos el país del mundo más afectado por la pandemia de coronavirus. Las informaciones que está recibiendo Manos Unidas, que está en contacto permanente con sus socios locales en el país asiático, son abrumadoras. Cientos de miles de personas se suman a las listas diarias de afectados y el número de muertos no cesa de aumentar, hasta el punto de que en algunas ciudades las calles se han convertido en crematorios al aire libre en los que cada día se queman miles de cuerpos.
“El país está ahora mismo en una situación desesperada. Nuestros socios locales, que también están sufriendo en primera persona los trágicos efectos de esta nueva variante del virus, nos informan de hospitales totalmente desbordados y de enfermos que se acumulan a la entrada de los centros hospitalarios a la espera de que se ‘libere’ una cama”, relata Ramón Álvarez, coordinador de proyectos de Manos Unidas en Asia.
Desde Bombay, en el estado de Maharashtra, el padre Rolvin de Mello, sacerdote salesiano y socio local de Manos Unidas, lamenta una situación que, de seguir esta tendencia, podría ser infinitamente peor en los próximos quince días. “Estoy seguro de que los datos que se están dando a conocer en los medios de comunicación no responden a la realidad. Yo salgo cada día a la calle y, por lo que me encuentro a cada paso, estoy convencido de que la cifra de positivos de Covid es infinitamente más elevada, al igual que el número de muertos”, declara el salesiano.
El padre de Mello, que, a pesar de que en los últimos días ha perdido a varios de sus familiares y tiene que hacerse cargo de sus hermanos de congregación enfermos, no deja de salir a la calle para socorrer a los más necesitados. Allí asiste impotente a escenas que le parten el corazón. “Hay personas muriendo en los pasillos de los hospitales y, literalmente, en las calles. Hay una gran escasez de medicamentos y de camas hospitalarias y una gran falta de oxígeno. Veo gente corriendo en todas direcciones. Gente que, desesperadamente, intenta salvar a sus seres queridos”, relata desolado.
El religioso indio, que dirige el Centro don Bosco de la ciudad de Bombay, lleva desde el inicio de la pandemia trabajando para paliar las consecuencias de la emergencia entre los sectores de población más vulnerables y asegura que no puede describir con palabras lo que he estado presenciando en esta segunda ola de Covid, “una situación que supera a cualquier película de terror que se pueda imaginar”.
Para el padre de Mello, la situación solo mejorará si el Gobierno toma cartas en el asunto de manera inmediata.
La amenaza en la India rural
De la misma opinión es el padre Tiju Mankottil, director de los Servicios Sociales del CMI (Congregación de los Carmelitas de María Inmaculada) en el estado de Chattisgarh, otro de los más afectados por la segunda ola de la pandemia, para quien la principal razón del incremento de casos radica el desconocimiento, las arraigadas creencias religiosas y las celebraciones, además de “la inadecuada respuesta médica para frenar la propagación del virus”.
El director de los Servicios Sociales del CMI alerta de lo que puede suceder cuando el virus llegue a las zonas rurales donde la cobertura sanitaria es casi inexistente: “Dado que las dos terceras partes de la población india habita en zonas rurales, la batalla para hacer frente a la pandemia se presenta allí muy complicada”.
“En las zonas rurales, más de las dos terceras partes de los trabajadores sanitarios no tienen formación médica, pero son la única opción de asistencia sanitaria para la mayor parte de la población, que acude, también, a prácticas supersticiosas muy arraigadas”, explica el religioso.
El nuevo confinamiento decretado está incrementando el sufrimiento de las comunidades más desfavorecidas en el campo y en la selva. “Las personas con trabajos precarios, que cobran al día, van a tener que enfrentarse al hambre porque, además, el confinamiento afecta a los sistemas de abastecimiento públicos con el consiguiente aumento de los precios”, denuncia el padre Mankottil.
La imposición del confinamiento ha trastocado la vida de las comunidades tribales y de los habitantes de la selva, destruyendo su salud y sus medios de vida y ha afectado a la economía y al sistema sanitario en varios niveles. “Muchas personas de las comunidades tribales se desplazan en verano a otros estados a trabajar como jornaleros. Los ingresos que obtienen les permiten hacer frente a la vida diaria y ahorrar para poder llevar a cabo las labores agrícolas en la época del monzón. Debido a la Covid-19 estas personas han tenido que permanecer en sus aldeas, lo que les llevará a la pobreza en la época de lluvias”, explica el socio local de Manos Unidas.
Además, la llegada a las comunidades de personas que retornan desde las ciudades, a las que acuden en busca de trabajo, es un riesgo añadido para los aldeanos. “Algunos han establecido puestos de control improvisados y no dejan que los forasteros entren en sus aldeas. Y están preparándose para poner en cuarentena a las personas que viene de fuera. Hay que tener en cuenta que esta es la temporada en la que muchos de los campesinos se trasladan a los estados vecinos de Telengana o Andhra Pradesh para la cosecha de chilly”, explica el religioso.
Para el padre Tiju Mankottil, la segunda ola de coronavirus está golpeando la zona tribal aún más que la primera y se ha convertido en la principal causa de preocupación entre la población “no solo por el riesgo de para la salud y para la vida, sino igualmente, o quizás más, por la pérdida de medios de subsistencia a gran escala”, indica.
En estos momentos es más necesario que nunca proporcionar medios de vida a nivel local. El director de los Servicios Sociales del CMI plantea diferentes iniciativas: “Debemos convertir la crisis global en una oportunidad para atraer y retener a los jóvenes de las aldeas. Estamos trabajando con los campesinos para que busquen diferentes opciones para hacer frente a la crisis: cultivar hortalizas en sus granjas y criar animales o crear vínculos comerciales permanentes que les permitan hacer frente a las dificultades y les garanticen el sustento”.
El trabajo de Manos Unidas
Manos Unidas está trabajando de manera directa con sus socios sobre el terreno. “La situación es tan alarmante y desesperada que, como sucedió al inicio de la pandemia el año pasado, estamos adaptando nuestros proyectos para hacer frente a las necesidades más inmediatas”, explica Álvarez. “Para ello – expone el coordinador de proyectos de Manos Unidas en Asia–, estamos autorizando que parte de los fondos de proyectos que tenemos en marcha se utilicen para la compra de medicamentos que ayuden a paliar las necesidades más inmediatas de las comunidades más vulnerables”. “Nuestros socios están redoblando sus esfuerzos enfatizando en las comunidades más afectadas la importancia del distanciamiento social y la higiene, ya que en los últimos meses se habían relajado por una falsa sensación de seguridad”, explica Álvarez.
Desde que comenzó la pandemia, Manos Unidas ha aprobado 36 proyectos de emergencia por importe de 378 mil euros, destinados a paliar las consecuencias del coronavirus entre los sectores de población más vulnerables de India. Además, se ha autorizado el cambio de actividades en 105 proyectos para cubrir las necesidades sobrevenidas con la pandemia.
Manos Unidas