Ariane Nicolas
Antiespecista
Madrid, Rialp, 2020
El especismo es la doctrina de quienes en la teoría discriminan o en la práctica maltratan a los seres animados que pertenecen a otra especie que no es la humana. Es una forma de exclusión basada en la pertenencia a otra especie. El Diccionario de la Lengua Española lo define como la “discriminación de los animales por considerarlos especies inferiores” o la “creencia según la cual el ser humano es superior al resto de los animales, y por ello puede utilizarlos en beneficio propio”. El antiespecismo, por el contrario, rechaza la diferencia en el trato a los humanos y al resto de los animales.
La manifestación práctica del especismo es el veganismo, una teoría y una práctica que está en contra de la explotación y de la discriminación sistemáticas de los animales no humanos. No consiste sólo, por lo tanto, en la decisión de alimentarse saludablemente ni siquiera en ser coherentes con la voluntad de respetar la vida de los animales sino una concepción filosófica sobre la libertad y sobre el bienestar de los demás seres que poseen deseos e intenciones, aunque no estén dotados de lenguajes ni de reflexión consciente. Como movimiento político, los antiespecistas se sienten comprometidos con el propósito de luchar contra toda forma de discriminación.
La periodista francesa Ariane Nicolas, en este libro titulado Antiespecista, además de identificar su origen en la filosofía utilitarista de Jeremías Bentham, explica las diferencias de los activistas de este movimiento y los simples vegetarianos. Recuerda que el vegetarianismo (el hecho de no comer carne) existe desde hace milenios en las sociedades accidentales y su práctica ha sido teorizada por numerosos pensadores. Los veganos, por el contario, además de la carne y del pescado, también excluyen los huevos, el queso y la miel, el cuero, la lana y las pieles e, incluso, los cosméticos y los medicamentos extraídos de animales. Exige explícitamente que se prohíban aquellas prácticas que consideran opresivas como la caza, los toros o los parques zoológicos.
La razón de esta eliminación estriba en la convicción de que los animales, por estar dotados de sensibilidad física y emocional, merecen igual “consideración” que los seres humanos porque todos estamos igualmente sometidos al imperio del placer y del dolor. A juicio de la autora, en la legitimación de este discurso han influido tres factores principales: las campañas de comunicación de las asociaciones defensoras de los animales, las investigaciones científicas que han descubierto que los animales, aunque estén privados del lenguaje, experimentan sensaciones y sentimientos, y, también, el amplio impacto de las nuevas tecnologías y de las redes sociales.
En opinión de Ariane Nicolas esta ideología adolece de una sólida fundamentación moral, y sus deseos absolutos de radicalidad la conducen a una peligrosa relectura del pasado y a unos cambios sustanciales de nuestros hábitos actuales de vida. El horizonte que preconiza anuncia una mayor dependencia de las máquinas que de los animales. Según ella, “se parece más a un antihumanismo que a un zoocentrismo”.
A sus preguntas sobre la verdad que encierra esta nueva ideología y hasta qué punto hemos de otorgar a los animales derechos fundamentales similares a los humanos, ella responde de manera categórica: Lejos de encarnar la revolución ecológica que necesita el siglo XXI, “esta ideología, que pretende maximizar el bienestar general de la colectividad, se olvida de la preservación de los recursos naturales y de la mejor manera de redistribuir las riquezas”.
José Antonio Hernández Guerrero