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La CEE presenta la Instrucción pastoral “Un Dios de vivos”, sobre la fe en la resurrección, la esperanza cristiana ante la muerte y la celebración de las exequias

La Conferencia Episcopal Española ha presentado la Instrucción pastoral “Un Dios de vivos”, sobre la fe en la resurrección, la esperanza cristiana ante la muerte y la celebración de las exequias. Se trata de un documento que fue aprobado en la pasada Asamblea Plenaria de la CEE, celebrada del 16 al 20 de noviembre, y que fue presentado el pasado 22 de diciembre.

En esta instrucción pastoral los obispos españoles recuerdan las verdades fundamentales del mensaje cristiano sobre la resurrección y la vida eterna, así como sugerencias para el acompañamiento de las personas que sufren por la muerte de un ser querido. “La atención y cercanía en los momentos difíciles del duelo -afirman- es una acción pastoral de la Iglesia que requiere una preparación, una formación y una espiritualidad adecuada. Deseamos que las celebraciones exequiales sean signo de la auténtica esperanza cristiana y ayuden a los fieles a crecer en ella”.

Por ello, manifiestan que “el anuncio de la muerte y resurrección de Jesucristo constituye el núcleo de la fe cristiana y el fundamento de la esperanza”.

Acompañar en el momento de la muerte

El documento se divide en cuatro partes y un apéndice. La primera parte analiza “La situación actual y retos pastorales”; la segunda explica “La fe de la Iglesia”; la tercera cómo “Acompañar en el momento de la muerte”, la cuarta la importancia de “Celebrar las exequias cristianas” y el apéndice ofrece “Orientaciones sobre los columbarios”.

En el primer apartado, los obispos afirman que en las últimas décadas se ha vivido en nuestra sociedad una profunda transformación en la vivencia de la muerte y en la forma de afrontarla. Subrayan que, ante circunstancias dramáticas como la que estamos viviendo actualmente a causa de la Covid-19, “vemos actitudes de generosidad, servicio y solidaridad que muestran lo mejor que hay en el corazón del ser humano, que dignifican a las personas y a la sociedad y que fortalecen la fraternidad. En estos casos, se ofrece ayuda psicológica a las personas para que gestionen sus emociones, pero social y culturalmente se evita la cuestión de Dios·. Sin embargo, aun cuando muchos ponen en paréntesis la fe, en esos momentos dolorosos “solicitan la presencia de la Iglesia y su acompañamiento”.

En una segunda parte, explican que la fe en la resurrección de Cristo, “constituye el fundamento de nuestra esperanza”. Esta fe se expresa en el Credo con dos afirmaciones inseparables, que no se pueden entender la una sin la otra: “Creemos en la resurrección de la carne y en la vida eterna”. Además, añaden que “al confesar nuestra fe en la resurrección de la carne afirmamos que la salvación afecta al ser humano en su totalidad, a «todo el hombre”.

En este sentido, frente al drama de la muerte, “la presencia y la cercanía de la Iglesia junto a las personas que sufren la muerte de un ser querido es un testimonio elocuente de misericordia y de esperanza”.

Por tanto, la misericordia lleva a estar cerca de los que sufren, a compartir su dolor y a no banalizar el acontecimiento de la muerte y el sufrimiento que conlleva. “La fe cristiana consuela y acompaña la pérdida de los seres queridos desde la esperanza que viene del Resucitado”.

Celebraciones de exequias cristianas

Este acompañamiento en la muerte es un reto para la Iglesia: “no puede haber auténtico consuelo cristiano si no se anuncia fielmente el contenido de la fe”. Asimismo, indican en la instrucción pastoral, que “la celebración de las exequias y la oración por los difuntos han de manifestar con claridad la fe en la resurrección y la esperanza cristiana en la vida eterna”.

En este sentido, subrayan que los signos y la celebración de las exequias deben manifestar el respeto y la veneración debidos al cuerpo del difunto. Con todo, no hay razones doctrinales para prohibir la cremación. Sin embargo, la Iglesia, aunque permite la cremación, “recomienda insistentemente que los cuerpos de los difuntos sean sepultados en los cementerios u otros lugares sagrados”.

También en este documento ofrecen orientaciones para la cremación de los cuerpos cristianos que han fallecido. Sostienen que el centro de las exequias cristianas es “Cristo Resucitado y no la persona del difunto”. “Los pastores –añaden- han de procurar con delicadeza que la celebración no se convierta en un homenaje al difunto. Eso corresponde a otros ámbitos ajenos a la liturgia”. También recuerdan que las exequias son incompletas sin la celebración de la Eucaristía.

En el apéndice del mismo dan a conocer también las normativas sobre los columbarios, que son “lugares idóneos para depositar las cenizas después de la muerte y de la cremación de los difuntos”. Estas normas provienen tanto de la Instrucción Ad resurgendum cum Christo de la Congregación para la Doctrina de la Fe como de la Junta de Asuntos Jurídicos de la CEE.

Algunas ideas destacadas del documento:

“La fe en la resurrección de Cristo, constituye el fundamento de nuestra esperanza”.
“La celebración de las exequias deben manifestar el respeto y la veneración debidos al cuerpo del difunto”.
“El centro de las exequias cristianas es Cristo, no la persona del difunto”.
“La Iglesia, aunque permite la cremación, recomienda insistentemente que los cuerpos de los difuntos sean sepultados en los cementerios u otros lugares sagrados”.
“Los columbarios son lugares idóneos para depositar las cenizas después de la muerte y cremación de los difuntos”.

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