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Un corazón de carne. La voz de Dios en el dolor

Causa maravilla encontrarse con los «santos de la puerta de al lado», comprobar la potencialidad de la que está revestida el ser humano desde el momento de su creación para remontar toda situación por adversa que sea. En el rostro de Luis Cielito, este joven mexicano de perenne sonrisa, con importante discapacidad, que ha sido entrevistado por Eduardo Verástegui para el programa televisivo Teleton Mexico se aprecia en qué medida posee el corazón de carne del que habla el cántico del profeta Ezequiel: «Arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne». Luis nació ya con este corazón de carne a través del cual y sin tener que hacer ningún esfuerzo, porque el sumo amor baña su vida, trasluce la voz de Dios en medio del dolor en sus palabras y en sus obras. Da testimonio constante de ese tesoro de la fe que recibió en su hogar y no escatima expresiones de gratitud hacia sus padres.

Todo esto, dicho así de corrido, no tendría por qué llamar la atención ya que por fortuna hay muchas personas que han sabido revestirse de una constante acción de gracia que va más allá de una mera fórmula de cortesía. La gratitud verdadera reconoce en todo la presencia de Dios: en el amanecer y en el anochecer, en la alegría y en el dolor, en la familia, amigos, en todo lo que se ha recibido, en los momentos de felicidad y en aquellos contratiempos que los truncan, sin dejarse atrapar por lo que se quiso y se perdió; tiene como horizonte único la esperanza. Confía en Dios, trata de hacer de su existencia un camino en el que la entrega sea la máxima sin poner cotas a la radicalidad de un amor evangélico que tiene como único objetivo no apartarse nunca de Él y servir a los demás, y todo ello aunque cueste.

Luis encarna a las mil maravillas lo expuesto. Ha perdido a su padre y a su madre a la par víctimas del coronavirus en este aciago 2020 y ha quedado en manos de sus hermanas y de una abuela enferma de la que se ha ocupado sin dudar. Pero su fe admirable es el sostén de su día a día y se torna en continua y activa gratuidad; con ella impregna a quien pase por su lado. Su testimonio ha saltado ya de las fronteras mexicanas para ser ejemplo en quien mirarse. Sonrojará a muchos que se hayan dedicado a alimentar un auto victimismo al ver su serenidad ante la adversidad con un realismo que pone al descubierto su gran madurez.

Su madre, como él mismo narra, dio su sí con mayúsculas a su nacimiento aunque estaba informada de la gravedad que corría ese niño que llevaba en su seno. Una mujer que no dudó en adoptar la forma de vida que le exigía cuidar de él y Luis lleva en sus labios constantemente el néctar de ese cariño hacia ella y hacia su padre que de ambos recibió.

En este Adviento de forma especial cuánto se agradece comprobar la obra que Dios realiza en quienes no ponen impedimento para que se manifieste. Créanme que la vida de Luis, como todas las demás, hay que celebrarla. Porque en ella vemos la verdad, la bondad y la belleza del Padre celestial que nos ha creado.

Consigno en el enlace de esta entrevista que les mostrará por sí misma la ternura de un amor que, anclado en Dios, cincela este gran corazón de carne.

Isabel Orellana Vilches

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