Unidos por una misma preocupación.
Los elementos se conjugaron el pasado 27 de marzo, ante una desértica plaza de San Pedro. La figura solitaria del pontífice, ascendiendo bajo la lluvia del atardecer romano hacia el atrio de la Basílica, quedará en la retina de muchos, como una de las imágenes del pontificado. Aquella fue la fecha con más víctimas mortales en toda Italia, mientras que el resto del viejo continente, exhausto, vivía una situación similar llena de desesperanza y frustración.
Esa tarde, la voz de Francisco resonó más fuerte que nunca, en el silencio de la ciudad eterna, roto solamente por el sonido de las ambulancias. Muchas preguntas que no tenían respuesta, frente a los tiempos turbulentos y desconcertantes que estábamos viviendo.
Como señaló el Papa, descubrimos nuestra vulnerabilidad ante una crisis mundial, no escuchamos el grito de los pobres y de un planeta gravemente enfermo, permaneciendo imperturbables ante este clamor. Igual que los apóstoles, nos apiñamos en una barca que zozobraba en medio de la tormenta, clamando por un asidero al que agárranos.
Esta preocupación común ante la fragilidad humana, ha sido una constante desde el inicio de la crisis sanitaria. Lo que nos ha hecho pensar, en uno de los principales leitmotiv de la Encíclica Laudato Si´; “todo está conectado”. Desde su publicación en 2015, esta idea ha sido una de las constantes; entender como todos estamos vinculados como miembros de una misma familia.
Debemos ser capaces de entender que las grandes cuestiones que se desarrollan a nivel mundial están vinculas a nuestros actos cotidianos. Es por tanto relevante pensar cuál es la posición que ocupamos cada uno de nosotros dentro de la creación, desde un sentido antropológico y teológico. Profundizar en la idea de una “ecología integral”, con la perspectiva de la presencia del ser humano en la creación, y sus relaciones con el entorno que le rodea.
Benedicto XVI, ya profundizó en este aspecto en “Caritas in Veritate”, señalando el sendero hacia una “ecología humana” que permita proteger al hombre de su propia destrucción. Por tanto la idea no es nueva en el Magisterio de la Iglesia, siempre ha estado presente en la Doctrina Social, pero con la publicación de la Encíclica Laudato Si´, ha tomado un cariz especial, para afrontar juntos el cuidado de nuestra Casa Común.
Antonio A Garrido Salcedo
Coordinador para España del Movimiento Católico Mundial por el Clima