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El camino de la oración esta semana en “Educamos entre todos”

No hay otro camino de oración que Cristo, la única manera de llegar al Padre es orando en el nombre de Jesús.

Adolfo Ariza Ariza / Delegado Diocesano de Catequesis

Hay verdadera iniciación a la oración cristiana si en todo momento se tiene presente que “no hay otro camino de oración […] que Cristo”. Ya pueda ser “oración comunitaria o individual, vocal o interior, nuestra oración no tiene acceso al Padre más que si oramos “en el Nombre de Jesús” (CCE 2664). La enseñanza del Catecismo es explícita en este sentido: “Podemos invocar a Dios como ‘Padre’ porque Él nos ha sido revelado por su Hijo hecho hombre y su Espíritu nos lo hace conocer. Lo que el hombre no puede concebir […], es decir, la relación personal del Hijo hacia el Padre (cf. Jn 1, 1), he aquí que el Espíritu del Hijo nos hace participar de esta relación a quienes creemos que Jesús es el Cristo y que hemos nacido de Dios (cf. 1 Jn 5, 1).

Recientemente el documento de la Conferencia Episcopal Española que lleva por título “Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo” (Sal 42, 3). Orientaciones doctrinales sobre la oración cristiana ha insistido en la verdad y exclusividad de este camino. De modo sintético se podrían señalar tres grandes convicciones del documento al respecto:

Primera. El referente único de toda oración cristiana es la oración de la hora de Jesús: “En la oración del Señor, el centro no son sus deseos ni las consecuencias de una felicidad terrena al margen de Dios, sino la comunión con el Padre. El criterio de autenticidad de la oración cristiana es la confianza filial en Dios, para aceptar que se haga siempre su voluntad, sin dudar nunca de Él y poniéndose al servicio de su plan de salvación. Vivir como si Dios no existiera es la mayor dificultad para la oración” (23).

Segunda. “Lo más importante en la plegaria es la presencia del corazón ante Aquel a quien hablamos en la oración” (35). De ahí que con verdadera humildad tengamos que plantearnos: “¿Es Dios lo más importante en la oración o uno mismo?” (3).

Tercera. En lo que respecta a las “técnicas” para la oración el criterio es bastante claro: “[…] debemos recordar […] que más importante que una oración formalmente bien hecha, es que vaya acompañada y sea expresión de la autenticidad de vida” (36).

Volviendo al Catecismo de la Iglesia Católica: “La santa humanidad de Jesús es, pues, el camino por el que el Espíritu Santo nos enseña a orar a Dios nuestro Padre” (CCE 2664). Precisamente el filósofo Manuel García Morente (1886-1942), describiendo lo más genuino del alma hispánica, comentaba con respecto a la santa humanidad de Jesús y su centralidad para un verdadero conocimiento de Dios: “El cristiano español es especialmente devoto de la santa humanidad de Nuestro Señor precisamente porque el alma hispánica no puede fácilmente distinguir entre la doctrina y la persona. Cristiano significa aquí, entre nosotros, con un acento especialísimo, que no tiene acaso en ninguna otra parte, secuaz de Cristo, no solamente confesor y propugnador de las verdades religiosas y morales enseñadas por Cristo, sino adicto a su persona humana, soldado de su hueste, siervo de su casa, discípulo de su magisterio. Y no sólo secuaz y siervo de Cristo, sino imitador de Cristo, remedador en todo lo posible de la perfección con que la humanidad de Cristo realiza la armonía entre la doctrina y la persona”.

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