El buen pastor que da la vida

Llegados al cuarto domingo de Pascua nos encontramos con la figura atrayente del buen Pastor, Jesucristo. Una imagen que da para mucho, tanto en la antigua tradición bíblica, como en la conciencia de Jesús y en toda la tradición posterior de la Iglesia.

En el Antiguo Testamento, Dios comunica su amor por medio de esta imagen, tan cercana y expresiva para una cultura que vive de sus rebaños y del cuidado de quienes los pastorean. Con esta imagen, los profetas han reclamado la fidelidad de un pueblo que se mareaba con los atractivos de los ídolos y con esta imagen han hostigado a los pastores que buscaban su provecho personal y no el de las ovejas. En un arrebato de celo, Dios llega a decir: “Yo mismo apacentaré a mis ovejas… para que no anden dispersas en los días de nubarrones y tormentas” (Ez 34).

En este contexto pastoril, Jesús se presenta diciendo: “Yo soy el buen pastor, que conozco a mis ovejas y doy la vida por ellas”, al tiempo que contrapone a los malos pastores, los asalariados, que no les importan las ovejas, sino que se aprovechan de ellas y, cuando viene el lobo, huyen y no defienden a las ovejas.

Esta imagen del buen pastor ha encandilado a los místicos en la larga tradición de la Iglesia. Desde muy pronto, la iconografía cristiana se familiarizó con esta imagen, suscitando comentarios bíblicos y teológicos de la más alta espiritualidad. “Pastor que con tus silbos amorosos / me despertaste del profundo sueño / Tú que hiciste cayado de ese leño, / en que tiendes los brazos poderosos” (Lope de Vega). O este otro: “Un pastorcillo solo está penado / ajeno de placer y de contento / y en su pastora ha puesto el pensamiento / y le pecho del amor muy lastimado» (San Juan de la Cruz).

Es una imagen que suscita ternura, que da seguridad, que lanza a un amor más puro y entregado. La imagen de Jesús cargando con la oveja perdida, que acaba de rescatar, suscita ternura en quien se siente identificado con esa oveja, a la que Jesús no maltrata ni pide cuentas, sino a la que acaricia y trata con cariño.

En este domingo del buen pastor, la Iglesia nos llama la atención acerca de las vocaciones de especial consagración, la de todos aquellos hombres y mujeres que hacen presente en el mundo de hoy la ternura del buen Pastor, tocando las heridas de nuestra humanidad sufriente para sanarlas. Hombres y mujeres dedicados a la atención a los pobres, a los enfermos, a los ancianos, a los emigrantes, a los descartados de cualquier tipo. Personas dedicadas a la educación de los niños y los jóvenes. Manos tendidas a los que sufren violencia, maltrato, abusos, injusticia. Corazones entregados a Cristo para hacer presente su ternura de buen pastor hoy entre los hombres. Sacerdotes que prolongan la presencia de Cristo buen pastor en el servicio y con la autoridad de Cristo.

Este domingo es la Jornada mundial de oración por las vocaciones, con el lema “¿Para quién soy yo? Quiere suscitar sobre todo en los jóvenes cuál es el sentido de su vida, para quién quieren vivir su vida, a quién quieren entregarla. Y a todos los fieles recordarnos la necesidad de que todas esas vocaciones vayan acompañadas de nuestro interés y oración. Jesucristo buen pastor sigue llamando para buscar a los que están abatidos y necesita corazones y brazos que lo hagan presente. Toda vocación tiene como fundamento ese encuentro con el Señor. Si la vida se vive para provecho propio, la vocación no tiene sentido, ni siquiera se plantea. Sólo cuando se descubre que la vida es un regalo de Dios con una finalidad, con unos beneficiarios, entonces se plantea la pregunta y para qué, para quién he de vivir. Oremos por las vocaciones consagradas, por los sacerdotes, por todos los que viven su vida para el Señor y para bien de los demás. La vida es muy bonita cuando se vive como el buen Pastor, para dar la vida por los demás.

Recibid mi afecto y mi bendición:

+ Demetrio Fernández

Obispo de Córdoba

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