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Oración del Beato Lolo a los sacerdotes

Hoy, solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, se celebra la Jornada de Oración por la Santificación de los Sacerdotes. En el año que se cumple el Centenario del nacimiento del Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, queremos recuperar esta hermosa oración que escribió para los sacerdotes.
Oración por un sacerdote

– Por él, Señor, que es un hombre «pinzado», despojado, por tu llamamiento de servicio, como yo lo fuera por tu requerimiento de dolor.
– Señor: yo, que ya nunca podré ser tentado de fuga en la soledad, porque la tengo hecha piedra en la vida, pero que sé del poderío de su sorbo, te vengo a pedir que robustezcas el temple de esos grandes y generosos solitarios, que no abren el picaporte de una puerta para huir, buscando la barra del bar, la taquilla del cine o el asiento del autocar de turismo, cuando la orfandad se les monta como un gorila y las paredes del pecho les crujen como los muelles por el hambre de caricias humanas, porque, más que la suya, les duele tu infinita soledad de Padre y, para aliviarla, trituran su corazón, como una espiga que, sembrada, ha de germinar en el surco cordial de los hombres.
– Jesús, a solas en el desierto, la montaña, el amor de los hombres, Getsemaní, la Cruz y el Sepulcro: hoy, en tu inmensa soledad, quiero comulgar con la mía en esa hostia de las vidas que se molieron en la piedra de su renuncia por Ti.
– Cuando a la tarde oscura el sufrimiento irremediable me haga sentir ciudadano de un universo de angustia, que la agonía esté aquí toda y ellos, en cambio, sientan un alivio, que sea como el del enfermo que vuelve a respirar sin fatiga.
– Cuando, recordando un camino, mis pies, que nunca se mueven, sientan como si temblara el pájaro de la nostalgia, que dos golondrinas levanten el vuelo en fe desde los suyos.
– Cuando la tarde pase su negra e insípida factura de monotonía y la ilusión únicamente parezca ser un capullo que puede malograrse, quédate con todos los centelleos, para que el gozo de la vocación les explote a ellos, luminosamente, en el pecho, como una estrella nueva.
– Cuando, Señor, la melancolía de no verte me despierte en la madrugada y me haga gritar de hambre de Ti, que tu ausencia me deje el desgarrón que el sol le hace al amanecer, pero que la noche, en cambio, siga siendo mía porque toda la luz se ha hecho en el alma de los que se te han consagrado.
– Que el postre que a veces necesito, se haga fruta de consolación sobre el humilde mantel de su alma.
– Que cuando añore una risa, sorba una lágrima, me urja compañía, rebusque un consuelo o necesite un diálogo, la risa vuele, se quede la lágrima, no venga el amigo, se ancle la tristeza, y el silencio se agigante, porque, lejos, la alegría, la paz, la solidaridad, el gozo y la palabra están en la vida de los hombres que por Ti se entierran en el olvido de las aldeas.
Señor: por ellos y por su fruto, en tu soledad, el gozo de nuestras soledades.

Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo

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