Carta del obispo de Cartagena, Mons. José Manuel Lorca
En la segunda lectura de este domingo dice san Pablo que no apaguemos el Espíritu, que «no despreciemos el don de la profecía». Permitid que resalte hoy nuevamente su pensamiento, porque el apóstol tiene una razón poderosa, que Dios es fiel y cumple sus promesas. Las tres lecturas de este domingo no pueden estar más acordes, por esto, se hace necesario detenerse a escuchar con la sencillez del corazón. El profeta Isaías nos presenta la mayor de las aventuras que un ser humano pudiera desear: tener el Espíritu del Señor, estar ungido por Él. El fiel creyente sabe que quien tiene el Espíritu del Señor tiene un poder que le supera, una fuerza positiva capaz de crear, de consolar al que sufre; el que tiene el Espíritu del Señor hace milagros; puede vendar los corazones desgarrados, proclamar la amnistía a los cautivos, liberar a los prisioneros; su tarea se centra en anunciar el tiempo de la gracia… Así se explica que san Pedro insista en que no cerremos la puerta de nuestro ser a Dios, porque estando con Él tenemos la seguridad de la alegría, la oración y la acción de gracias, actitudes que favorecen al cristiano la búsqueda de la voluntad de Dios en su vida.
La experiencia de fe de los cristianos nos lleva necesariamente a la alegría, porque hemos sido llamados a la felicidad por el Señor. Sería bueno que podáis leer en esta semana la carta de san Pablo a los filipenses para que os deis cuenta de cómo el apóstol de las gentes invitaba a los fieles a recuperar su verdadero rostro. En esta carta habla muchas veces de la alegría, la suya al ver el progreso de esta comunidad y la alegría de ellos, que es el regalo que han recibido de Dios: «Yo estoy alegre y me asocio a vuestra alegría; por vuestra parte estad alegres y alegraos conmigo» (Flp 2,17-18) y más adelante les dice: «Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos. Que vuestra mesura la conozca todo el mundo» (Flp 4,4). Estas citas son un botón de muestra de la cantidad de veces que se nos invita a la alegría. No podría ser de otra manera, el Evangelio es una Buena Noticia y por eso no nos puede faltar la alegría.
En Adviento no cerréis las puertas al Espíritu, debemos ser heraldos, mensajeros, al estilo de san Juan Bautista, testigos de la luz para que todos vengan a la fe, ¿no os parece que hay razones como para cumplir esta tarea?, ¿verdad que se necesitan cada día más hombres y mujeres que sean la voz que grita en el desierto? Bueno, ¿a qué esperas? Lo más bonito que nos podría pasar es colaborar con el Señor para que nuestros amigos, vecinos, compañeros, puedan reconocer el rostro del Señor, que está en medio de nosotros, aunque no le conozcan. Es hora de dar pasos adelante.
En este Adviento sí puedes hacerlo, porque se espera lo que se desea. Se desea aquello que se necesita. ¿Cómo podemos decir que esperamos al Señor si no lo deseamos, o que lo deseamos si no sentimos necesidad de su presencia? Sin deseo, no hay esperanza, sin necesidad no hay deseo. Y sin estas componentes de la espiritualidad del Adviento, la oración del deseo y de la esperanza pierde su verdad y su fuerza expresiva. Ojalá que en este Adviento trabajemos todos en la misma tarea evangelizadora de san Juan Bautista señalando a la gente que nos rodea dónde está el Señor. Ojalá podáis decir: ¡En este Adviento me convertiré al Señor!
+ José Manuel Lorca Planes
Obispo de Cartagena