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Asidonia-Jerez vivirá el Jubileo de los Estudiantes

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Asidonia-Jerez vivirá el Jubileo de los Estudiantes

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Desde la Delegación de Pastoral de Juventud e Infancia, en comunión con la Delegación Diocesana de Enseñanza, la Diócesis de Asidonia-Jerez lanza una nueva iniciativa destinada a los centros educativos: el Jubileo de los Estudiantes, una propuesta para que niños y jóvenes vivan la gracia del Año Jubilar de manera cercana y significativa.

El Papa Francisco convocó este Jubileo de la Esperanza con motivo de los 2025 años del nacimiento de Jesucristo. Esta celebración extraordinaria trae consigo el don de la Indulgencia Plenaria, que puede alcanzarse al atravesar la Puerta Santa, tanto en Roma como en las Templos Jubilares Diocesanos que son la Santa Iglesia Catedral, el Hogar San Juan y el Santuario de San Juan Grande. Lugares designados de esta forma el pasado 29 de diciembre de 2024, momento en el que se abría este Año Jubilar a nivel diocesano. De esta forma, tendremos la oportunidad de ganar la gracia espiritual hasta el 28 de diciembre, momento donde se clausure el Jubileo.

Con este motivo, se convoca a los colegios a participar en las siguientes fechas del Jubileo de los Estudiantes:

  • 15 de octubre: 5º y 6º de Educación Primaria
  • 22 de octubre: 1º y 2º de Bachillerato
  • 12 de noviembre: 1º y 2º de ESO
  • 19 de noviembre: 3º y 4º de ESO

Programa de la jornada:

  • 10:30 h: Acogida en la Plaza del Arenal (Jerez)
  • 11:00 h: Peregrinación hasta la Catedral
  • 12:00 h: Eucaristía (con posibilidad de confesiones desde la llegada)
  • 13:00 h: Fin de la actividad

Se facilitará próximamente material para que los alumnos puedan preparar espiritualmente la peregrinación en clase.

La fecha límite de inscripción será el miércoles previo a cada actividad.
Para más información y contacto:
Correo Electrónico: pjasidonia@gmail.com
WhatsApp: 956 334 449

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Peregrinación Jubilar a Abla de las parroquias de Balerma y Balanegra

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En la mañana del pasado sábado 4 del presente, fiesta de San Francisco de Asís, un grupo de feligreses pertenecientes a las Parroquias de la Inmaculada Concepción de Balerma y Santiago Apóstol de Balanegra, han llevado a cabo la peregrinación con ocasión del Jubileo de la Esperanza al templo jubilar diocesano de la Anunciación de Abla, sede del varón apostólico San Segundo.

Una jornada de alegría y fraternidad con el objetivo de lucrar la indulgencia plenaria dispuesta por la Sede Apostólica y nuestra diócesis a lo largo del presente año. Cabe destacar que esta peregrinación jubilar se ha desarrollado en el contexto de los preparativos del I Congreso de los Varones Apostólicos que se celebrará, Dios mediante, en la parroquia abulense el próximo 29 de noviembre y para la cual ya está abierto el plazo de inscripción, a través del siguiente enlace: https://crecimientohumano.com/encuentrovapostolicos/

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DISPONIBLES LAS CATEQUESIS PREPARATORIAS PARA LA BEATIFICACIÓN DEL CURA VALERA

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La Comisión de preparación a la Beatificación del Venerable Cura Valera nos ofrece el texto de las catequesis editadas para la preparación de todos los fieles a este gran evento de fe.

Editadas en pdf, tanto para adultos como para niños, siguen un hijo conductor: en la primera se nos presenta la vocación universal a la santidad, cómo todos estamos llamados a ser santos, profundizando en la santidad y el camino para llegar a ella, cómo se hace un santo y el patrimonio de santidad de nuestra Iglesia particular; la segunda está dedicada a una reflexión bíblica y teológica sobre el sacerdocio, que ha vivido el Cura Valera como modelo de entrega sacerdotal; la tercera se centra en la parroquia como comunidad en camino que vive la comunión, ministerio principal del próximo Beato que se dedicó en cuerpo y alma a sus feligreses haciendo crecer en santidad las parroquias que le fueron encomendadas, sobre todo la de Huércal-Overa durante casi cuarenta años.

Todas contienen material suficiente para preparar la sesión de catequesis con textos bíblicos para la reflexión y unas preguntas para el diálogo. Las catequesis para niños siguen este mismo esquema con una ficha en color y una guía para el catequista que contiene las indicaciones oportunas para poder desarrollarlas, considerando a los Santos como los mejores amigos de Jesús, más allá de los superhéroes de moda hoy, el regalo del Cura Valera como sacerdote y la parroquia como nuestra familia de la fe.

Consulte las catequesis y toda la info es el siguiente enlace:

https://diocesisalmeria.org/beatificacion-venerable-cura-valera/

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Lunes, 6 de octubre

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Dossier de prensa diario elaborado por la Delegación diocesana de Medios de Comunicación Social de la diócesis de Córdoba.

20251006 Dossier de prensa

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La devoción de la Madre Luisa por el Santo Rosario

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La devoción de la Madre Luisa por el Santo Rosario

Octubre es conocido como el mes del Rosario, una tradición católica que invita a los fieles a rezar esta oración en honor a la Virgen María y a meditar sobre los misterios de la vida de Cristo, de la mano de nuestra Madre del cielo. El 7 de octubre celebramos a Nuestra Señora del Rosario. 

Este año, el papa León XIV ha hecho una llamada especial a los fieles, invitándonos a rezar el rosario por la paz durante todo el mes de octubre.

La devoción de la Madre Luisa a la Santísima Virgen era tan grande, que rezaba diariamente las tres partes del Rosario (Misterios Gozosos, Gloriosos y Dolorosos), pero no solo durante el mes de octubre, sino siempre. Así consta en los Estatutos de la Congregación de la Obra de Jesús Nazareno fundada por ella.

¿Es que eran contemplativas? Sí, pero junto con una vida activa: Acogían a ancianas desvalidas y desamparadas, prodigándoles cuantos cuidados espirituales y materiales necesiten, con el fin de salvar sus almas. También recogían y atendían a niñas necesitadas moral y espiritualmente.

¿Cómo era el día a día? A las 5:30 se levantaban y se arreglaban para estar en la capilla a las 5:50. y dedicaban a la oración y la Misa las primeras horas de la mañana. Seguidamente, bajaban a arreglar a las ancianas. Terminadas las labores cotidianas y preparada la comida, iban a la capilla hasta la hora de comer y para rezar el Santo Rosario. Una de las hermanas lo rezaba con las ancianas (y se sigue haciendo). A las 13:00 comían las ancianas y a las 14:00 lo hacía la comunidad. A las 18:00 h. hacían la lectura espiritual, luego la meditación de la tarde, el rezo de las horas y otra vez el reparto de la cena, y el arreglo de las ancianas para dejarlas limpias antes de acostarse. A las 21:00, ir a la cena de la comunidad y los rezos de las horas, las oraciones de la noche y a descansar.

Me sorprendía mucho cómo la Madre Luisa podía llegar a todo porque, además, como superiora, se encargaba de dirigir aquella casa de tal envergadura, con los numerosos y variados problemas que conllevaba acoger a las cuarenta y cinco ancianas que durante años tuvieron durante cincuenta años. Es verdad que ella era muy organizada, de hecho, escribió una poesía elogiando la importancia del orden. Especialmente me ha llamado la atención cómo mi tía Luisa, podía sacar el tiempo para rezar tres rosarios cada día. Además, sé que me dedicaba uno de ellos a mí y a mi familia.

He de reconocer que, de joven, el rosario me parecía muy aburrido y monótono. Y un día le pregunté a mi tía Luisa cómo rezaba el rosario, y me contestó que meditaba en el misterio que le tocaba, o bien la propia oración que iba rezando. Y me regaló una Virgen Niña para que, al mirarla, aumentase mi devoción a la Santísima Virgen. ¡Cuántas gracias me ha concedido mi tía a través de sus constantes oraciones! Nunca se lo podré agradecer suficientemente.

«¡Cuánto amor sintió la Madre Luisa por su Madre del Cielo! La invocaba constantemente, dejándonos como legado el rezo diario de las tres partes del Santo Rosario. Fue fiel a esta práctica hasta el final de sus días y, si por motivos de enfermedad no podía rezarlo, llegaba a decirnos que se lo grabáramos y así lo rezaba»[1].

Como muestra del inefable amor de la Madre Luisa a la santísima Virgen, le dedicó, entre otras, esta breve poesía a modo de alegoría: Azucena.

Azucena

Era una blanca azucena,
delicia de un gran Señor
de virtud y gracia llena,
en el jardín de su amor.

Era esbelta, era gentil
era llena de belleza,
de atractivo juvenil,
de candor y de pureza.

Llamada para altos vuelos
y ansiosa de perfección
sus pétalos siempre blancos
cansáronle el corazón.

Quiso teñirlos de rojo
quiso por Cristo sufrir
y como lirio entre abrojos
puso su tierno vivir.

Complacido el Rey miró,
aquel dulce ofrecimiento
y de cruces la colmó.

Y de tan blanca, en morada
tornóse, cuando la vio
dulcemente enamorada
y digna de Sí la halló.

Capullo del sufrimiento,
dulce efigie del dolor,
que has hecho de él tu sustento,
que a él te abrazas con amor.

Ya sabes lo que es sentir
sobre ti, dolor y cruz.
Ya sabes que has de morir
para llegar a la luz.

                 Madre Luisa Sosa. Octubre de 1946

Celia Hierro Fontenla. Médico.
Postuladora de la Causa de beatificación de la Sierva de Dios M. Luisa Sosa
Memoria de la festividad de Nuestra Señora del Rosario


[1] Testimonio de la Comunidad sobre La Virgen.

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La Virgen del Rosario, en Galera Fe: coplas y tradición en el primer domingo de octubre

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La Virgen del Rosario, en Galera Fe: coplas y tradición en el primer domingo de octubre

 

Como cada primer domingo de octubre, la devoción a la Virgen del Rosario se hizo presente de forma entrañable y multitudinaria en una de las manifestaciones más antiguas y sentidas de fe popular en Galera.

Desde las 7:00 de la mañana, numerosos fieles se congregaron para rendir homenaje a su Patrona en una jornada cargada de fervor, tradición y canto.

El día comenzó al alba con las coplas antiguas a la Virgen, entonadas con profundo sentimiento por los devotos que recorren las calles mientras cantan versos que han pasado de generación en generación.

A continuación, se rezó cantado el tradicional Rosario de la Aurora, una oración comunitaria que une a los asistentes en torno a la figura de María como Madre y guía.

Y ya por la tarde noche, el fervor continuó con la esperada procesión de promesas, en la que los fieles, algunos cumpliendo promesas personales o familiares, acompañaron con recogimiento la imagen de la Virgen del Rosario en su recorrido por las calles y Plazas de la localidad.

Durante la procesión, se realizó también un donativo a la Virgen, gesto cargado de gratitud y esperanza. A cada persona que ofrecía su donativo se le dedicaba una copla personalizada, como muestra de agradecimiento y devoción.

El acto, que tuvo una duración aproximada de tres horas, volvió a ser una hermosa expresión de amor a la Virgen y de pertenencia a una comunidad creyente que mantiene viva su fe a través de la tradición.

La Parroquia de Galera agradece a todos los fieles, músicos, voluntarios y autoridades que han hecho posible esta celebración, e invita a seguir viviendo con alegría y compromiso nuestra fe mariana.

José Antonio Sánchez López

Párroco de Galera

 

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San Bruno de Colonia

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San Bruno de Colonia

San BrunoConfesor, autor eclesiástico y fundador de la Orden de la Cartuja. Nació en Colonia hacia el año 1030; murió el 6 de octubre de 1101. Se le representa habitualmente con una calavera en las manos, un libro y una cruz, o coronado con siete estrellas; o con un pergamino que porta la divisa O Bonitas. Su fiesta se celebra el 6 de Octubre. Según la tradición, San Bruno pertenecía a la familia de Hartenfaust, o Hardebüst, una de las principales familias de la ciudad, y en recuerdo de este origen diferentes miembros de la familia de Hartenfaust han recibido de los Cartujos o bien oraciones especiales por los muertos, como en el caso de Peter Bruno Hartenfaust en 1714, y Louis Alexander Hartenfaust, barón de Laach, en 1740; o una relación personal con la orden, como con Louis Bruno de Hardevüst, barón de Laach y burgomaestre de la ciudad de Bergues-S. Winnoc, en la diócesis de Cambrai, con el que se extinguió la línea masculina de la familia Hardevüst el 22 de Marzo de 1784.

Tenemos poca información sobre la infancia y juventud de San Bruno. Nacido en Colonia, habría estudiado en el colegio de la ciudad, o colegiata de San Cuniberto. Mientras era aún bastante joven (a pueris) fue a completar su educación a Reims, atraído por la reputación de la escuela episcopal y de su director, Heriman. Allí acabó sus estudios clásicos y se perfeccionó en las ciencias sagradas que en esa época consistían principalmente en el estudio de las Sagradas Escrituras y de los Padres. Allí se hizo, según el testimonio de sus contemporáneos, instruido tanto en la ciencia humana como divina. Completada su educación, San Bruno volvió a Colonia, donde fue provisto de una canonjía en San Cuniberto, y según la opinión más probable, elevado a la dignidad sacerdotal. Esto fue hacia el año 1055. En 1056, el obispo Gervais le llamó a Reims, para ayudar a su antiguo maestro Heriman en la dirección de la escuela. Este último estaba ya dirigiendo su atención hacia una forma de vida más perfecta, y cuando al final dejó el mundo para ingresar en la vida religiosa, en 1057, San Bruno se encontró como director de la escuela episcopal, o ecólatra, un puesto tan difícil como elevado, pues entonces incluía la dirección de las escuelas públicas y la supervisión de todos los establecimientos educativos de la diócesis. Durante casi veinte años, de 1057 a 1075, mantuvo el prestigio que la escuela de Reims había alcanzado bajo sus antiguos directores, Remi de Auxerre, Hucbald de St. Amand, Gerberto y últimamente Heriman. De la excelencia de su enseñanza tenemos una prueba en los títulos funerarios compuestos en su honor, que celebran su elocuencia, sus talentos poético, filosófico y por encima de todos exegético y teológico; y también en los méritos de sus discípulos, entre los cuales estaban Eudes de Châtillon, después Urbano II, Rangier, cardenal y obispo de Reggio, Robert, obispo de Langres y un gran número de prelados y abades.

En 1075 San Bruno fue nombrado canciller de la iglesia de Reims, y tuvo entonces que dedicarse especialmente a la administración de la diócesis. Mientras tanto, el piadoso obispo Gervais, amigo de San Bruno, había sido sucedido por Manasés de Gournai, que rápidamente se hizo odioso por su impiedad y violencia. El canciller y otros dos canónigos fueron encargados de llevar al legado papal, Hugo de Die, las quejas del indignado clero, y en el concilio de Autun, 1077, obtuvieron la suspensión del indigno prelado. La respuesta de este último fue arrasar las casas de sus acusadores, confiscar sus bienes, vender sus beneficios y apelar al Papa. Entonces Bruno se ausentó por un tiempo de Reims, y fue probablemente a Roma a defender la justicia de su causa. Sólo en 1080 una sentencia clara, confirmada por un alzamiento del pueblo, obligó a Manasés a retirarse y refugiarse con el emperador Enrique IV. Libre entonces de elegir otro obispo, el clero estaba a punto de unir sus votos en el canciller. Él, sin embargo, tenía designios muy diferentes en perspectiva. Según una tradición conservada en la Orden de la Cartuja, Bruno se persuadió de abandonar el mundo por la contemplación de un célebre prodigio, popularizado por el pincel de Lesueur – la triple resurrección del médico parisino, Raymond Diocres. A esta tradición se opone el silencio de los contemporáneos y de los primeros biógrafos del santo; el silencio del propio San Bruno en su carta a Raoul le Vert, preboste de Reims; y la imposibilidad de probar que estuviera nunca en París. No había necesidad de argumento tan extraordinario para hacerle dejar el mundo. Algún tiempo antes, cuando estaba en conversación con dos de sus amigos, Raúl y Fulco, canónigos como él de Reims, se habían inflamado tanto en el amor de Dios y el deseo de los bienes eternos que habían hecho voto de abandonar el mundo y abrazar la vida religiosa. Este voto, pronunciado en 1077, no pudo ponerse en obra hasta 1080, debido a diversas circunstancias.

La primera idea de San Bruno al dejar Reims parece haber sido ponerse él y sus compañeros bajo la dirección de un eminente solitario, San Roberto, que recientemente (1075) se había establecido en Molesme, en la diócesis de Langres, junto con un grupo de otros solitarios que iban más tarde (1098) a constituir la Orden Cisterciense. Pero pronto vio que esta no era su vocación, y después de una corta estancia en Sèche-Fontaine cerca de Molesme, dejó a dos de sus compañeros, Pedro y Lamberto, y se dirigió con otros seis a Hugo de Châteauneuf, obispo de Grenoble, y, según algunos autores, uno de sus discípulos. El obispo, a quien Dios había mostrado a estos hombres en un sueño, bajo la imagen de siete estrellas, les condujo e instaló él mismo (1084) en un lugar agreste de los Alpes del Delfinado llamado Chartreuse, a unas cuatro leguas de Grenoble, en medio de rocas escarpadas y montañas casi siempre cubiertas de nieve. Con San Bruno estaban Landuino, los dos Esteban, de Bourg y de Die, canónigos de San Rufo, y Hugo el Capellán, “todos ellos los hombres más sabios de su tiempo”, y dos laicos, Andrés y Guerin, que después se convirtieron en los primeros hermanos legos. Construyeron un pequeño monasterio donde vivieron en profundo retiro y pobreza, completamente ocupados en la oración y el estudio, y honrados frecuentemente con las visitas de San Hugo, que se volvió como uno de ellos. Su modo de vida ha sido recogido por un contemporáneo, Guibert de Nogent, que les visitó en su soledad. (De Vitâ suâ, I, ii). Mientras tanto, otro discípulo de San Bruno, Eudes de Châtillon, se había convertido en Papa con el nombre de Urbano II (1088). Resuelto a continuar la obra de reforma comenzada por Gregorio VII, y estando obligado a luchar contra el antipapa, Guiberto de Ravena, y el emperador Enrique IV, buscó rodearse de aliados devotos y llamó a su antiguo maestro ad Sedis Apostolicae servitium. Así el solitario se vio obligado a dejar el lugar donde había pasado más de seis años de retiro, seguido por una parte de su comunidad que no podía mentalizarse a vivir separada de él (1090). Es difícil indicar el lugar que ocupó entonces en la corte pontificia, o su influencia en los acontecimientos contemporáneos, que fue totalmente oculta y confidencial. Alojado en el palacio del propio Papa y admitido a sus consejos, y encargado, además, con otros colaboradores, de preparar asuntos para los numerosos concilios de este periodo, debemos concederle algún crédito por sus resultados. Pero él tuvo siempre cuidado de mantenerse en segundo plano, y aunque parece haber asistido al Concilio de Benevento (Marzo de 1091), no encontramos evidencia de que hubiera estado presente en los concilios de Troja (Marzo de 1093), de Piacenza (Marzo de 1095) o de Clermont (Noviembre de 1095). Su papel en la historia está borroso. Todo lo que podemos decir con seguridad es que apoyó con todas sus fuerzas al Soberano Pontífice en sus esfuerzos para la reforma del clero, esfuerzos inaugurados en el Concilio de Melfi (1089) y continuados en el de Benevento.

Poco tiempo después de la llegada de San Bruno, el Papa se había visto obligado a abandonar Roma ante las fuerzas victoriosas del emperador y el antipapa. Se retiró con toda su corte al sur de Italia. Durante el viaje, el antiguo profesor de Reims atrajo la atención del clero de Reggio en Calabria, que acababa de perder a su arzobispo Arnulfo (1090), y le dieron sus votos. El Papa y el príncipe normando Roger, Duque de Apulia, aprobaron firmemente la elección y presionaron a San Bruno a aceptarla. En una coyuntura similar en Reims había escapado huyendo; esta vez escapó haciendo que fuera elegido uno de sus antiguos discípulos, Rangier, que afortunadamente estaba cerca en la abadía benedictina de La Cava, cerca de Salerno. Pero temió que tales intentos se repitieran; además estaba cansado de la agitada vida que le había sido impuesta, y la soledad le invitaba siempre. Pidió, por tanto, y después de mucha dificultad, consiguió el permiso del Papa para volver de nuevo a su vida solitaria. Su intención era reunirse con sus hermanos en el Delfinado, como deja claro una carta dirigida a ellos. Pero la voluntad de Urbano II le mantuvo en Italia, cerca de la corte papal, a la que podía ser llamado en caso de necesidad. El lugar elegido para su nuevo retiro por San Bruno y algunos seguidores estaba en la diócesis de Squillace, en la vertiente oriental de la gran cadena que cruza Calabria de norte a sur, y en un alto valle de tres millas de largo y dos de ancho, cubierto de vegetación. Los nuevos solitarios construyeron una pequeña capilla de tablones para sus reuniones piadosas y, en las profundidades de los bosques, cabañas con techo de barro para sus moradas. Una leyenda dice que San Bruno mientras estaba en oración fue descubierto por los sabuesos de Roger, Gran Conde de Sicilia y Calabria y tío del Duque de Apulia, que estaba cazando entonces en la vecindad, y que así aprendió a conocerlo y venerarlo; pero el Conde no tenía necesidad de esperar esa ocasión para conocerle, pues fue probablemente por invitación suya que los nuevos solitarios se establecieron en sus dominios. Ese mismo año (1091) les visitó, les hizo cesión de las tierras que ocupaban, y una estrecha amistad se creó entre ellos. Más de una vez San Bruno fue a Mileto a tomar parte de las alegrías y las penas de la noble familia, para visitar al Conde cuando enfermó (1098 y 1101), y para bautizar a su hijo, Roger, el futuro Rey de Sicilia. Pero más a menudo fue Roger quien fue al desierto a visitar a sus amigos, y cuando, por su generosidad, se construyó el monasterio de San Esteban, en 1095, cerca de la ermita de Santa María, se erigió anexa a él una pequeña casa de campo en la que le gustaba pasar el tiempo que le dejaba libre el gobierno de su Estado.

Mientras tanto los amigos de San Bruno murieron uno tras otro: Urbano II en 1099; Landuino, el prior de la Gran Cartuja, su primer compañero, en 1100; el Conde Roger en 1101. Su propio tiempo se acercaba. Antes de su muerte reunió por última vez a sus hermanos a su alrededor e hizo en su presencia profesión de la Fe Católica, cuyos términos se han conservado. Afirma con especial énfasis su fe en el misterio de la Santísima Trinidad, y en la presencia real de Nuestro Salvador en la Sagrada Eucaristía – una protesta contra las dos herejías que habían perturbado ese siglo, el triteísmo de Roscelin, y la empanación de Berengario. Tras su muerte, los Cartujos de Calabria, siguiendo una costumbre frecuente de la Edad Media por medio de la cual el mundo cristiano se asociaba a la muerte de sus santos, despacharon a un “portador de rollo”, un criado del convento cargado con un largo rollo de pergamino, colgado de su cuello, que viajó por Italia, Francia, Alemania e Inglaterra. Se detuvo en las principales iglesias y comunidades para anunciar la muerte, y a cambio, las iglesias, comunidades o capítulos inscribían en su rollo, en prosa o verso, la expresión de sus sentimientos, con promesas de oraciones. Muchos de estos rollos se han conservado, pero pocos son tan extensos o tan llenos de alabanzas como el de San Bruno. Mil setenta y ocho testigos, de los que la mayoría había conocido al fallecido, celebraban la extensión de su conocimiento y lo fructífero de su instrucción. Los que le eran extraños estaban sobre todo impresionados por su conocimiento y talentos. Pero sus discípulos alababan sus tres principales virtudes – su gran espíritu de oración, una extrema mortificación y una filial devoción a la Santísima Virgen. Las dos iglesias construidas por él en el desierto estaban dedicadas a la Santísima Virgen: Nuestra Señora de Casalibus en el Delfinado, Nuestra Señora della Torre en Calabria, y, fieles a su inspiración, los Estatutos Cartujos proclaman a la Madre de Dios como la primera y principal patrona de todas las casas de la orden, cualquiera que sea su patrón particular.

San Bruno fue enterrado en el pequeño cementerio de la ermita de Santa María, y muchos milagros se obraron en su tumba. Nunca ha sido canonizado formalmente. Su culto, autorizado para la Orden Cartuja por León X en 1514, se extendió a toda la Iglesia por Gregorio XV, el 17 de Febrero de 1623, como fiesta semi-doble, y elevada a la clase de doble por Clemente X el 14 de Marzo de 1674. San Bruno es el santo popular de Calabria; todos los años una gran multitud acude a la Cartuja de San Esteban, el lunes y martes de Pentecostés, en que sus reliquias son llevadas en procesión a la ermita de Santa María, donde vivió, y la gente visita los lugares santificados por su presencia. Una cantidad inmensa de medallas se acuña en su honor y se distribuye entre la muchedumbre, y se bendicen los pequeños hábitos cartujos, que tantos niños de la vecindad llevan. Se le invoca especialmente, y con éxito, para la liberación de los posesos.

Como escritor y fundador de una orden, San Bruno ocupa un puesto importante en la historia del Siglo XI. Compuso comentarios sobre los Salmos y las Epístolas de San Pablo, los primeros escritos probablemente durante su época de profesor en Reims, los segundos durante su estancia en la Gran Cartuja si podemos creer a un viejo manuscrito visto por Mabillon– «Explicit glosarius Brunonis heremitae super Epistolas B. Pauli».

Dos cartas suyas aún se conservan, también su profesión de fe, y una corta elegía de desprecio del mundo que muestra que cultivó la poesía. Los “Comentarios” nos descubren a un hombre ilustrado; sabe un poco de hebreo y griego y lo usa para explicar, o si es necesario, para rectificar la Vulgata; está familiarizado con los Padres, especialmente San Agustín y San Ambrosio, sus favoritos. “Su estilo”, dice Dom Rivet, “es conciso, claro, nervioso y simple, y su latín tan bueno como podría esperarse de ese siglo: sería difícil encontrar una composición de esta clase más sólida y más luminosa, más concisa y más clara”. Sus escritos se han publicado varias veces: en París, 1509-24; Colonia, 1611-40; Migne, Patrología Latina, CLII, CLIII, Montreuil-sur-Mer, 1891. La edición de París de 1524 y las de Colonia incluyen también algunos sermones y homilías que pueden ser más justamente atribuidos a San Bruno, obispo de Segni. El Prefacio de la Santísima Virgen le ha sido también erróneamente atribuido; es muy anterior, aunque puede haber contribuido a introducirlo en la liturgia. Lo distintivo de San Bruno como fundador de una orden fue que introdujo en la vida religiosa la forma mixta, o unión de los modos eremítico y cenobita del monasticismo, un estado intermedio entre la regla de la Camáldula y la de San Benito. No escribió regla, pero dejó tras sí dos instituciones que tenían poca relación una con la otra – la del Delfinado y la de Calabria. La fundación de Calabria, en cierto modo parecida a la de la Camáldula, comprendía dos clases de religiosos: ermitaños, que tenían la dirección de la orden, y cenobitas que no se sentían llamados a la vida solitaria; sólo duró un siglo, no erigió más que cinco casas, y finalmente, en 1191, se unió con la Orden Cisterciense. La fundación de Grenoble, más similar a la regla de San Benito, comprendía sólo una clase de religiosos, sujetos a una disciplina uniforme, y la mayor parte de cuya vida se pasaba en soledad, sin la completa exclusión, sin embargo, de la vida conventual. Esta vida se extendió por toda Europa, contó con 250 monasterios, y pese a muchas pruebas continua hasta ahora.

La gran figura de San Bruno ha sido representada a menudo por los artistas y ha inspirado más de una obra maestra: en escultura, por ejemplo, la gran estatua de Houdon, en Santa María de los Ángeles en Roma, “que hablaría si su regla no le obligara al silencio”; en pintura, el bello retrato de Zurbarán, en el Museo de Sevilla, que representa a Urbano II y San Bruno en conversación; la Aparición de la Santísima Virgen a San Bruno, de Guercino, en Bolonia; y por encima de todas las veintidós pinturas que forman la galería de San Bruno en el Museo del Louvre, “una obra maestra de Le Sueur y de la escuela francesa”.

AMBROSE MOUGEL Transcrito por Donald Jacob Uitvlugt Traducido por Francisco Vázquez

(Fuente: Enciclopedia Católica en aciprensa.com)

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En el día de témporas y acción de gracias

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NoticiaEn los Medios

Publicado: 06/10/2025: 588

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Palabras para la Vida

El programa decano de Canal Sur Radio, Palabras para la vida, se acerca hoy a la fiesta de las témporas de acción de gracias y de petición.

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Fallece el sacerdote diocesano Manuel Varo Arjona

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Su velatorio será en la parroquia Ntra. Sra. del Carmen de Villarrubia y la misa exequial será el martes, 7 de octubre, pero aún se desconoce la hora

Manuel Varo nació en Aguilar de la Frontera el 13 de noviembre de 1947, recibió su ordenación sacerdotal el 11 de noviembre de 1973. Manuel era párroco de Ntra. Sra. del Carmen de Villarrubia y de Ntra. Sra. de la Asunción y San Roque de Encinarejo, Veredón y Los Mochos, desde el 1 de enero de 1973. El sacerdote diocesano era también miembro del Consejo Presbiteral. Ha fallecido este domingo, 5 de octubre, su velatorio será en la parroquia Ntra. Sra. del Carmen de Villarrubia, el lunes se celebrará una eucaristía y la misa exequial tendrá lugar el martes, 7 de octubre, pero por el momento se desconoce la hora.

Manuel Varo ha dedicado más de 50 años de su ministerio sacerdotal a la Juventud Obrera Cristiana en Córdoba, junto a Manuel Gómez. Los jóvenes de la JOC organizaron en diciembre de 2023 un homenaje en la parroquia San Acisclo para agradecerle a ambos su compromiso sacerdotal en el servicio y amor al Evangelio, a las personas más empobrecidas y a la juventud obrera”. Gracias a su labor pastoral muchos jóvenes, ya hoy adultos, han tenido la oportunidad de conocer un Evangelio “encarnado en la vida” y han experimentado una Iglesia “que acoge a todas las personas por igual”.

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Jubileo de los migrantes: “Dios escucha el clamor de su pueblo”.

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La Catedral acogió el jubileo diocesano de los migrantes y refugiados en la jornada en la que se celebraba la jornada destinada a sensibilizar sobre la realidad de la movilidad humana.

Bajo el lema: «Migrantes, misioneros de esperanza», en la eucaristía participaron migrantes de distintos países, miembros de la delegación diocesana de migraciones, laicado y personas consagradas que prestan su servicio de acogida e integración de los emigrantes.

El obispo Eloy Santiago que presidió la Eucaristía, a la luz de la Palabra de Dios, recordó que “Dios escucha el clamor de su pueblo” y que no es insensible ante el sufrimiento humano.

Igualmente subrayó los beneficios que tanto a la Iglesia como a la sociedad aportan las personas que llegan procedentes de distintos países huyendo de injusticias, violencia, guerras, etc. “Al pedir a Dios hoy que aumente nuestra fe, la misma también ha de llevarnos a un compromiso por un mundo mejor, y por una acogida e integración de los migrantes y refugiados”. – sostuvo.

Citando al Papa León recordó el prelado nivariense que “la presencia de hermanos y hermanas de distintas culturas es una oportunidad para renovar el rostro de la Iglesia y testimoniar un cristianismo más abierto y dinámico”, afirmó.

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