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“El ser humano está hecho para la esperanza”

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Queridos sacerdotes concelebrantes,

Querido diácono,

Querido seminaristas,

Queridos hermanos y hermanas en el Señor,

Ayer la Iglesia nos convocaba a celebrar la fiesta de Todos los Santos. Una fiesta de alegría. Una fiesta de gozo en que, pues, rendíamos culto, honor a quienes, entre los que nos han dejado, participan ya de la gloria de Dios, de la vida eterna.

Era la fiesta de todos aquellos que han seguido a Jesucristo y son santos realmente, aunque no hayan sido canonizados. Han vivido conforme al Evangelio y todos, como os decía ayer, experimentamos, sobre todo cuando nos dejamos. No sólo su cercanía, sino también ese buen olor de Cristo. Ese ejemplo, ese testimonio, muchas veces callados, la mayoría de las veces, pero es un testimonio de vida cristiana ejemplar.

Y la Iglesia ayer nos recordaba todos juntos y acudía a su intercesión. Al mismo tiempo que se fijaba en el ejemplo de su existencia. Esos santos de la puerta de al lado, como llamaba el Papa Francisco. Hoy, en este día dos y coincidiendo con este domingo, la Iglesia dirige su mirada, como hemos escuchado al comienzo, a aquellos hermanos nuestros que nos han precedido en la fe, que han muerto ya en este mundo y que los encomendamos a Dios para que perdone todos sus pecados, los acoja en su Reino. Y al mismo tiempo con un deber, pues, de justicia si queréis, pero sobre todo de caridad.

Pedimos por todos los difuntos del mundo, especialmente por aquellos que no tienen quienes recen por ellos. Esta fiesta, al mismo tiempo, por mucho que la disfracemos de Halloween o muchas cosas que hagamos, siempre nos pone ante los ojos una realidad que nuestro mundo moderno trata de obviar. O todo o más de maquillar, o si queréis, incluso espectacularizar.

Y es la realidad de la muerte. La realidad de la muerte está presente en la vida de los seres humanos. No solo en los informativos o en las guerras que ocurren lejos. La visita a los cementerios, al mismo tiempo que vamos a recordar y a rezar por quienes allí descansan en la paz del Señor, esperando el juicio final, esperando la Resurrección, los que hayan vivido conforme al Evangelio… No solo es eso, es también un recordatorio que la caducidad de nuestra vida, que de alguna manera en la primera lectura está presente con ese lamento por la caducidad de la vida. Pero al mismo tiempo ya está expresando en esa lectura, del Libro de las Lamentaciones… Está expresando la esperanza en la vida eterna.

Esa esperanza de la que va tomando conciencia el creyente del Antiguo Testamento y que llega a su plenitud en Jesucristo. Es más, Él mismo se muestra como la Resurrección y la vida. Marta expresa en esa queja y resumen esa queja, la queja de la humanidad ante la realidad de la muerte. Esa queja que sentimos todos cuando perdemos algún ser querido manera especial.

Esa protesta porque la vida se termina, por quienes aquellos a quien estábamos unidos por los lazos de la sangre, la amistad o la estima, nos dejan. Y nos dejan en el dolor, con esa agonía que viene del griego “agonos”, que significa lucha, por el final de la existencia.

Al principio de la existencia venimos llorando, el grito de un niño recién nacido. Y nos vamos de la vida también con el dolor, si no con el grito, el sufrimiento. Pero al mismo tiempo esa realidad que está ahí, que expresa la queja de Marta: Si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Es la impotencia de la humanidad, es la impotencia de la debilidad humana. Porque la muerte, de alguna manera, nos hace tomar conciencia, sobre todo cuando la hemos tenido próxima o la hemos contemplado en un ser querido o la hemos tenido personalmente próxima.

Nos damos cuenta de nuestra dependencia de Dios y de los demás. Nosotros, que nos creemos autosuficientes, nosotros que hemos llegado al progreso, nosotros que luchamos por lo que se llama calidad de vida, cuando no “esperanza de vida”. Pero nos damos cuenta de que la muerte está ahí. Pero no para una película de miedo o de terror. Sino para darnos cuenta de que forma parte de la existencia humana y nos ayude a sopesar la vida con unos criterios que van más allá del tener. Del comamos y bebamos, que mañana moriremos. Y de apaga y vámonos, que el último cierre la puerta.

Si no, el ser humano está hecho para la esperanza, está hecho para la plenitud. Y de ahí, que se sabe precisamente que unos restos son vestigios de un ser humano en las civilizaciones más antiguas, en todas ellas. Porque hay un culto a los muertos, porque hay una esperanza de trascendencia, porque hay un deseo y un anhelo que expresa San Manuel Bueno, y nos lo relata Unamuno en su novela “No me da la gana de morirme”. Es el deseo del ser humano de la pervivencia. Pero solo es posible en Dios. Solo es posible por la fe. Marta responde ante esa respuesta de Cristo, “tu hermano resucitará”. Marta responde “Ya sé que él resucitará en el último día”. Es la fe del pueblo judío.

Pero Jesús da un paso, se presenta a sí mismo. Un paso decisivo y esencial.  Él es la Resurrección y la vida. Por eso dice “Yo soy la Resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá. Y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?” Y ahí, queridos hermanos y hermanas, nos jugamos nuestra vida eterna.

Esa parte final del Credo que vamos a recitar después y que lo hacemos muchas veces casi de forma rutinaria. Esa parte final del Credo: creo en la resurrección de los muertos y en la vida eterna. Creo en la resurrección de la carne. Esa parte final hoy está silenciada en nuestra vida. Por el materialismo que nos invade, por esta sociedad de tejas para abajo solo.

Porque muchas veces el amor a nuestros difuntos es simplemente la pervivencia de un recuerdo, cuando no esoterismos al uso e importados. Solo merece la pena la vida si hay una fe profunda en la Resurrección. Sabiendo que Dios tiene la última palabra. De que el mal no tiene la última palabra. Sabiendo que esta debilidad nuestra, esa carne que fenece, esta vida que se termina, es un paso hacia una plenitud de vida que anhelamos y que Cristo nos ha hecho posible con su muerte y Resurrección.

Es lo que nos describe San Pablo en la Carta de los Romanos en la segunda lectura. Los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo, fuimos incorporados a su muerte. Para que así como Cristo fue despertado entre los muertos, también nosotros vivamos una vida nueva. Resucitemos una vida nueva. Cristo nos ha precedido como cabeza nuestra. Y esa es la esperanza del cristiano.

Esa es la esperanza en medio de las persecuciones. Esa es la esperanza en medio de las dificultades de la vida. Esa es la esperanza que da ánimo y da consuelo ante la realidad de la muerte, sabiendo que nos duele y nos escuece. Y especialmente cuando en estos días recordamos a los más próximos que nos han dejado. Y que un día nos pasará a nosotros, cuando no de manera inesperada, ante una enfermedad que aparece, ante un accidente que ocurre, ante una vida joven que queda destrozada, un inocente que es muerto en los escenarios de guerra y de violencia.

Pero la muerte no tiene la última palabra. Para los creyentes, nuestra fe en la resurrección. Que es nuestra fe en Cristo, que es nuestra fe en Cristo. Por eso Jesús hace sus signos, como nos dice San Juan, sus milagros, para que creamos en Él.

Bueno, pues, ¿cómo vamos de fe en la Resurrección? Tenemos que preguntarnos. Pues ya mañana volvemos a las cosas cotidianas, a la vida de cada día, a los intereses de tejas para abajo. Y nos olvidamos que un día seremos nosotros. Pero no en el sentido romántico de nuestro románticos pesimistas y nostálgicos. No, sino en ese sentido profundo de una fe a la que tenemos que cambiar nuestras nostalgias.

Esa fe en Cristo resucitado. “Espera Israel en el Señor, como el centinela a la aurora”, nos ha dicho el salmo. Pues ojalá nosotros vivamos con esa esperanza que el Papa Francisco ha querido que en este año Jubilar sea precisamente la virtud puesta en un primer plano. Acudamos a la Virgen. Ella no está enterrada en ningún sitio. Ella ya participa también con su cuerpo mortal de la Resurrección de Cristo, mediante su asunción a los cielos. Porque en ella no tuvo ninguna parte el pecado, que es el origen de la muerte.

Ella está junto a los cielos, pero como dice el Concilio, no se ha olvidado de sus hijos, que todavía peregrinan. Pues acudamos a ella. Pidámosle por nuestros difuntos. Recordémosle hoy con la oración. Pero, sobre todo, también avivemos nuestra fe en la Resurrección, porque nos dará fuerza. Nos dará ese ánimo para vivir la vida como Dios quiere, dejando un mundo mejor tras de sí.

Que así sea.

+ José María Gil Tamayo
Arzobispo de Granada

2 de noviembre de 2025
S. A. I. Catedral de Granada

“Estamos llamados a la santidad”

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Queridos sacerdotes concelebrantes,

Querido diácono,

Queridos hermanos y hermanas en el Señor.

Estamos celebrando en este primer día de noviembre la Solemnidad de Todos los Santos. Nos ha pasado con esta fiesta que la hemos… Iba a decir contagiado. No es así. Pero un poco revestido, con una especie de vestidura de luto.

Como si fuese algo triste, y es al contrario. Es verdad que mañana tendremos la conmemoración de todos los fieles difuntos y el mes de noviembre está en la tradición cristiana asociado a orar de manera especial por nuestros difuntos. Por los difuntos en general y de manera especial recordamos a aquellos familiares, amigos y conocidos a los que estamos unidos por los lazos de la sangre, la amistad o la estima que ya han partido de este mundo.

Y por eso, ese hálito de tristeza o de recuerdo se cierne y se viene también sobre este primer día del mes de noviembre, en el que recordamos, en el que hacemos memoria, de aquellos hermanos y hermanas nuestros. Esa multitud de la que habla el libro del Apocalipsis, que está mostrándonos como un anticipo de lo que es el cielo, esa multitud innumerable de toda lengua, pueblo, raza y nación, que ante la pregunta ¿Quiénes son estos y de dónde han venido? Se responde: estos son los que vienen de la gran tribulación, y han lavado sus vestiduras blancas en la sangre del Cordero.

Es decir, estos son hermanos nuestros que todos tenemos en la cabeza y sobre todo en el corazón. Y echamos de menos de manera especial esa gente buena, esa gente que no está canonizada con un acto oficial de la Iglesia en su magisterio de una manera solemne por el Papa, sino que están… Pero no son, no tienen menos méritos ni menos heroicidad que esos santos canonizados o beatificado antes.

Y son esa gente buena, esa gente que todos tenemos conciencia de haber convivido, de haber tratado, de haber conocido a Santos de verdad. Santos familiares nuestros, amigos nuestros, conocidos, con esa fama de bondad, con ese estilo de vivir el Evangelio, de vivir precisamente esas bienaventuranzas de las que hoy proclama Jesús en el Evangelio de San Mateo. Esa manera de vivir cristiano, de tomarse en serio a Jesús. De tomar en serio la santidad, en definitiva, de toda condición en mayores y pequeños, de un estado o de otro. Solteros y casados, viudas, viudos, etc. Sacerdotes, religiosas, laicos, padres y madres de familia. Y todos tenemos ese recuerdo y sobre todo, echamos de menos y sobre todo nos percatamos cuando su ausencia es perceptible, de que hemos tenido al lado un santo y una santa. Y son esos santos que llamaba el Papa Francisco “Santos de la puerta de al lado”.

Pues, queridos amigos, hoy es su fiesta. Están todos juntos. Nos sabemos sus nombres y lo sabemos cada uno en nuestro recuerdo que ya han partido de este mundo. Que ya tenemos la certeza en nuestro corazón de que seguro están ya participando de la vida eterna, de esa vida eterna de la que nos habla el Apocalipsis, ciertamente. Que están entre esa multitud, pero que han vivido y ya viven en actitud su condición de hijos e hijas de Dios, de la que nos habla la primera lectura de la carta del evangelista San Juan que hemos escuchado. “Mirad que amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios”.

Y lo somos. Y dice San Juan en su carta “Y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a Él, a Dios, porque le veremos tal cual es”. Todo el que tiene esta esperanza, hemos escuchado, se purifica como puro es Él. Como puro es Dios. Y esta es nuestra condición, amigos, somos hijos e hijas de Dios.

Por eso estamos llamados a la santidad. Que el Concilio Vaticano Segundo nos ha recordado que no es de unos cuantos, no es una cosa solo de los curas, de los frailes y de las monjas, de los monjes… Sino que todos estamos llamados a la santidad. Ciertamente esa santidad de quien da testimonio por el martirio, derramando su sangre por Cristo, como tantos y tantos hermanos nuestros. Aquí tenéis una lista, martirizados por la fe en Cristo, en el siglo XX.

Pero hay tantos santos, tanta gente buena que vive esa condición de hijos e hijas de Dios. ¿Y qué tiene que hacer un hijo y una hija de Dios? Pues cumplir la voluntad de su Padre. Vivir el Evangelio, el amor a Dios y el amor a los demás en el trabajo, en las relaciones de familia, en el cuidado de los hijos. En la preocupación por los más pobres y en el compromiso por ellos, en el desasimiento de los bienes temporales y en la generosidad para con los más necesitados. En el cariño y el amor a los enfermos, en vivir esa amistad que es fidelidad. Esa gente que vive esa bienaventuranza de pobreza de espíritu, de pacífico en su corazón, de mansedumbre, de lucha por ser justo, por la justicia. Que a veces en la vida se han sentido o han vivido estando… No digo perseguidos, como todavía hay cristianos, por desgracia en tantas partes del mundo. Pero sí han pasado malos momentos, incluso han sentido el desprecio o han sentido la incomprensión de los demás.

Queridos amigos, la santidad está a nuestro lado. La santidad no sólo cuando se produce una canonización o al final. Entonces es el reconocimiento. Algunos miembros destacados de la Iglesia que han vivido… Hoy el Papa ha proclamado doctor de la Iglesia a John Gerry Newman, un gran inglés, gran maestro de la fe. Fue beatificado por el Papa Benedicto, fue canonizado por el Papa Francisco y hoy el Papa León XIV lo ha proclamado doctor de la Iglesia por su sabiduría para todo el pueblo cristiano.

Nosotros probablemente no nos ocurrirá eso. Seguro, pero tenemos que aspirar a ser santos. A que un día el Señor nos diga “Venid, benditos de mi Padre. Heredad el reino preparado para vosotros”. Tenemos que mantener esa esperanza de la que nos habla la segunda lectura de hoy. Esa esperanza en la vida eterna. Esa fe en Dios. Esa fe en la vida eterna que ahora la vislumbramos.

Tenemos esperanza de llegar. Pero, queridos amigos, vivimos en un ambiente muy de tejas para abajo. En un ambiente cosificado, en un ambiente de sociedad de consumo, en un ambiente de comamos y bebamos, que mañana moriremos. La esperanza ha quedado reducida a que se arregle este problema o el otro. Salgamos de esta dificultad. Pero la esperanza en la vida eterna se ha acortado, la esperanza en el más allá… Y todo se queda en un recuerdo vano que cuando pasa el tiempo se desvanece. O todo se queda en dos días que se van al cementerio, se ponen unas flores y a ser posible, si se tiene capacidad adquisitiva, se pone una buena lápida, un buen sepulcro. Y por querer que estén bien, queremos que estén bien en la sociedad del bienestar hasta los muertos. Pero, ¿y los entierros? No hablamos de la vida eterna los curas. Hablamos de lo bueno que era el que se ha muerto y parece una ceremonia de beatificación. Entonces, queridos amigos, tenemos que esforzarnos por ser santos, santos en el trabajo, santo en la vida de familia, santo en la profesión, santo en tu estado de vida.

Y eso es vivir en gracia. Y es con esas armas que han tenido los santos, que es la oración, que son los sacramentos, que es levantarse cuando uno cae acudiendo al sacramento de la penitencia y reparando las heridas del pecado y volviendo a comenzar. Los santos también tenían defectos. Los propios apóstoles en el Evangelio no se los calla. Luego, todos estamos llamados a la santidad.

Vamos a intentarlo. Y que un día también por nosotros, en esta fiesta, haya gozo en el cielo y gloria de Dios por nuestro ejemplo de vida. Y los santos son ejemplo. Los santos son intercesores. Y hoy no rezamos por estos hermanos nuestros, les rezamos a ellos para que intercedan ante Dios por nosotros. Vamos a acudir a la Virgen, le decimos Reina de todos los Santos en las letanías.

Ella es la Madre del Santo Tesoro Santo, y es la Madre de Dios. Ella es la llena de santidad, de gracia, libre de todo pecado y llena de todas las virtudes. Que Ella nos ayude a nosotros, que todavía peregrinamos, que nos haga un día alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo.

Así sea.

+ José María Gil Tamayo
Arzobispo de Granada

1 de noviembre de 2025
S. A. I. Catedral de Granada

La parroquia de Santa María del Mar de Rota vive sus 50 años de fundación

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La parroquia de Santa María del Mar de Rota vive sus 50 años de fundación

La parroquia de Santa María del Mar ha vivido recientemente un fin de semana marcado por dos acontecimientos significativos: la visita de la Hermandad del Nazareno de Rota, en el marco de su misión con motivo del Jubileo, y la celebración de la Vigilia de oración por Todos los Santos.

La presencia de la Hermandad del Nazareno de Rota se enmarca dentro de una acción evangelizadora que está llevando a cabo esta Cofradía roteña.

Asimismo, la parroquia celebró el pasado 1 de noviembre la Vigilia de oración por Todos los Santos, un acto vivido con gran intensidad por la comunidad. Este momento de oración y reflexión congregó a los fieles que se unieron para recordar y agradecer el testimonio de santidad de tantos hombres y mujeres a lo largo de la historia de la Iglesia.

Estos actos se suman a las actividades conmemorativas del 50º aniversario de la parroquia, que comenzaron el último sábado de agosto con la festividad de la Virgen del Mar. Durante esa jornada se celebró el rezo del Santo Rosario, una ofrenda floral, la consagración a la Virgen y la Santa Misa. También se rindió homenaje a feligreses y colaboradores que han trabajado durante años en las distintas áreas pastorales de la parroquia.

La comunidad parroquial continúa así su camino de celebración y acción pastoral en este curso marcado por la conmemoración de cinco décadas de vida parroquial.

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La comunidad de Noalejo se reúne en el cementerio para celebrar la fe en la Resurrección

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El pasado 2 de noviembre, conmemoración de los fieles difuntos, nuestro Obispo, Don Sebastián Chico Martínez, celebró la Eucaristía en el cementerio de Noalejo.

Un grupo muy numeroso de fieles se congregó a primera hora de la tarde en este lugar en el que reposan los restos mortales de muchos familiares y amigos que han partido hacia la casa del Padre.

Al comenzar la Eucaristía el Obispo recordó aquella mañana fría del 26 de noviembre de 2021 en la que hacía su entrada en la Diócesis por esta parroquia, procedente de la Diócesis de Cartagena-Murcia, para iniciar su ministerio episcopal en el Santo Reino. Y fue la imagen de Nuestra Señora de Belén, patrona de la localidad, ante la primera advocación mariana que elevó su oración para poner su ministerio episcopal en sus manos, antes de dirigirse a la Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Cabeza, patrona de la Diócesis, en el día previo a su toma de posesión.

En su homilía, Don Sebastián, invito a orar por nuestros difuntos en el domingo, día en el que celebramos la Resurrección del Señor y en un cementerio, que no es una ciudad de muertos sino en un “dormitorio”, tal y como indica la etimología griega de esta palabra, un lugar de espera de la resurrección. En este sentido, recordó que “un cementerio no es un lugar de muerte, sino un campo sembrado de vida”, donde los cuerpos “reposan como semillas que un día germinarán”, porque “Cristo ha resucitado, y nosotros con Él resucitaremos”.

El Pastor diocesano subrayó, además, que celebrar la memoria de los difuntos en domingo “es unir el dolor y la esperanza, la memoria y la fe”, y que en medio del silencio del camposanto “la tristeza se convierte en oración, y el silencio se llena de la Palabra de Dios”.

En el marco de esta celebración se bendijo la ermita que el ayuntamiento de Noalejo ha construido en dicho cementerio y que está dedicada a la Virgen de la Cabeza, Patrona de la Diócesis, cuya imagen que se ha realizado por suscripción popular y se bendijo en la Solemnidad de Todos los Santos en la Parroquia de la Asunción de Nuestra Señora de Noalejo. Así, el Prelado destacó que “esta capilla será un refugio para la oración, un faro de esperanza en medio del silencio del cementerio”, y que lleva el nombre de la Virgen “para consolar, acompañar y fortalecer la fe de sus hijos”.

La celebración fue solemnizada por el Coro ‘Tomás Luis de Victoria’, en el marco del Festival de Música Antigua ‘Andrés de Vandelvira’.

Junto a don Sebastián concelebró el párroco de Noalejo, D. Juan Jiménez Lomas, y el secretario del Obispo, D. Francisco Javier Cova Martínez. La celebración contó con la presencia de la diputada provincial de Cultura y Deportes, África Colmo; el alcalde de Noalejo, D. Antonio Morales Torres; y miembros de la Corporación Municipal.

Desde la parroquia agradecemos la presencia de nuestro obispo en este día, presidiendo la Eucaristía en nuestro cementerio, “dormitorio” en el que esperan nuestros seres queridos, familiares y amigos, la resurrección del Señor.

Equipo de comunicación de la Parroquia de la Asunción de Nuestra Señora de Noalejo

Galería fotográfica: «Conmemoración de los fieles difuntos en Noalejo»

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La Diócesis de Asidonia-Jerez celebra el Jubileo en Roma con una peregrinación diocesana

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La Diócesis de Asidonia-Jerez celebra el Jubileo en Roma con una peregrinación diocesana

La Diócesis de Asidonia-Jerez ha iniciado una peregrinación a Roma con motivo del Jubileo del Año Santo 2025, convocado por el Papa Francisco. Esta iniciativa comenzó en la jornada de ayer y se prolongará hasta el próximo 7 de noviembre, ofreciendo a los fieles la oportunidad de participar en este tiempo de gracia y ganar la Indulgencia Plenaria.

Esta peregrinación, enmarcada en la vivencia del Jubileo bajo el lema «Peregrinos de Esperanza», está siendo acompañada por varios sacerdotes de la Diócesis, entre ellos el Vicario Episcopal para la Evangelización, D. Luis Piñero, y el Vicario Episcopal para las Relaciones Institucionales y Asuntos Jurídicos, D. Miguel Ángel Montero.

Además de los momentos de oración y encuentro espiritual, el grupo de peregrinos podrá conocer en profundidad el patrimonio cultural y religioso de la ciudad de Roma. Este camino, que une a la Iglesia universal culminará el 28 de diciembre, cuando se clausure oficialmente en las Diócesis el Año Santo.

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Javier Pueyo. “Ojalá que esta moda de lo religioso y espiritual se encauce hacia un seguimiento verdadero de Jesucristo”

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Este pasado lunes 3 de noviembre tuvo lugar la apertura del curso 2025-2026 del Aula de Teología y Espiritualidad “Desde el Corazón de Cristo”.

La primera clase corrió a cargo del sacerdote talaverano, doctor en Teología, Javier Pueyo. Dicha clase llevó por título: “Aspectos históricos y sociales de la espiritualidad del Sagrado Corazón de Jesús”.

Pueyo, es autor de varios libros y fue Premio de las Academias Pontificias 2018 por el papa Francisco.

P.- ¿Qué sensaciones le deja su paso por Tenerife?

R.- Pues, aunque ha sido una estancia corta, he podido pasear por la ciudad de La Laguna y participar en estas jornadas que han pretendido ofrecer algunos aspectos históricos y sociales del culto al Corazón de Jesús. Hablamos especialmente de la figura del padre Enrique Ramière, un jesuita del siglo XIX y pudimos celebrar la Eucaristía con todos los asistentes. He estado muy a gusto y contento de ver el interés que hay en esta diócesis por la devoción al Corazón de Jesús.

P.- A grandes rasgos, ¿qué podríamos destacar de la espiritualidad del Sagrado Corazón de Jesús?

R.- Muchísimas cosas. El magisterio de la Iglesia y los Papas, muchas veces han dicho que no es meramente una devoción, sino que el Sagrado Corazón de Jesús nos ayuda a redescubrir, valga la redundancia, el corazón del Evangelio. Lo esencial de la vida cristiana. Por eso, es muy útil acudir a este culto y a los santos que lo han vivido.

P.- En estos momentos estamos viendo en diferentes ámbitos sociales y culturales un resurgir de lo religioso y de lo espiritual. ¿A qué cree que es debido esta “moda”?

R.- Creo que es una corriente que está en síntoma de lo que ya sabemos. El corazón del hombre está hecho para algo más de lo que nos ofrece la cultura de hoy, que no cuenta con Dios. Pero, a pesar de todas las ideologías que hay, de todos los modos de pensar anticristianos, no se puede reprimir ese deseo de búsqueda de lo trascendente. Me parece muy bien que haya cantantes, artistas, que muestren esa necesidad de Dios. El Espíritu Santo toca los corazones más allá de lo que podemos imaginar. Si todo esto se pone de moda, pues bendito sea Dios y ojalá que la moda se encauce hacia un seguimiento verdadero y serio de Jesucristo.

P.- Usted fue premiado en 2018 con el Premio de las Academias Pontificias. ¿Qué supuso para usted este galardón?

R.- Fue un premio por mi tesis doctoral que la había defendido tres años antes, en 2015. Una tesis sobre la plenitud intramundana del Reino de Dios en la historia de la teología. El premio fue entregado por el papa Francisco y, por mi parte, muy agradecido.

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El Obispo preside el triduo de Santa Ángela de la Cruz en Villacarrillo

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Las Hermanas de la Cruz están celebrando un Año Jubilar con motivo del 150 aniversario de su fundación en 1875 por Santa Ángela de la Cruz. Este jubileo especial comenzó el 30 de enero de 2025 y concluirá el 30 de enero de 2026, coincidiendo con la fecha de nacimiento de su fundadora. Durante este período se están celebrando diversos eventos y misas jubilares en honor a su legado de caridad y servicio a los más necesitados.

Nuestro Obispo, Don Sebastián Chico, está visitando en estos días las tres comunidades que tienen las Hermanas de la Cruz en nuestra diócesis de Jaén, en Villacarrillo, Linares y Torreperogil, para celebrar el triduo en honor de Santa Ángela de la Cruz, cuya festividad celebramos el 5 de noviembre.

El lunes, 3 de noviembre, Don Sebastián presidió la eucaristía dentro del triduo a Santa Ángela, en la capilla de las Hermanas de la Cruz de Villacarrillo, que estaba bellamente engalanada para la ocasión. Allí fue recibido por las religiosas, el alcalde de la ciudad, D. Francisco Miralles, el párroco de Villacarrillo, D. Antonio Garrido y el vicario parroquial D. Jean Pierre Makamaba.

La imagen de Santa Ángela de la Cruz presidía el presbiterio de la capilla que se llenó de fieles para participar en la celebración. Villacarrillo tiene especial devoción a la fundadora de las Hermanas de la Cruz. Un monumento a Santa Ángela, costeado por suscripción popular, se levanta desde hace unos años en los jardines contiguos al convento.

Durante la Misa, el Obispo aseguró que este año jubilar es un tiempo especialmente propicio en el que Dios nos concede todos sus bienes. Es un año de gracia, que tiene como finalidad la renovación interior con ocasión del 150 aniversario de la fundación de esta congregación religiosa. Don Sebastián pidió a las religiosas que esta efeméride sirviera para volver al “amor primero”, al encuentro con el Señor Jesús, que es el que da sentido a todo su carisma de entrega y servicio a los pobres.

Don Sebastián, citando textos de santa Ángela, reflexionó sobre el auténtico sentido de la caridad e hizo una semblanza de la fundadora de las Hermanas de la Cruz destacando su apertura a la voluntad del Señor y su corazón sensible a las necesidades de los pobres y enfermos.

En su homilía, también, aludió a las hermanas de la cruz: “Villacarrillo es un pueblo afortunado por tener esta casa de las hermanas de la cruz: cuidadlas”. Definió los conventos de esta congregación como faros luminosos que alumbran en el seguimiento del Señor a través de la entrega a los necesitados, siguiendo el carisma original de su fundadora.

Tras la Santa Misa, que concluyó con el himno a Santa Ángela de la Cruz, el Pastor diocesano tuvo un encuentro con las religiosas.

Antonio Garrido
Párroco de Villacarrillo

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El mes misionero en el Seminario

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Dentro de los lunes diocesanos que organiza el Seminario, y con motivo de la semana del Domund, el pasado lunes 27 de octubre recibimos la visita de Antonio García Fernández y de su esposa Ana Cruz Lendínez, misioneros seglares de nuestra diócesis, en concreto de la parroquia de Santa Isabel de Jaén, y que han dedicado más de veinte años a la misión en Ecuador, en las diócesis de Portoviejo y Azuay.

Durante este tiempo, han acompañado comunidades rurales y campesinas, impulsando proyectos educativos, sociales y pastorales al servicio de los más pobres.

Nos acompañaron en la Eucaristía, en la cena y después tuvimos un encuentro con ellos. Son maestros de profesión, y siempre han estado dedicados a las misiones. De hecho, su último compromiso misionero en Ecuador se ha desarrollado en los últimos ocho años. En concreto, en la ciudad de Manta, para apoyar y acompañar las Cáritas de la ciudad tras el terremoto ocurrido.

Sus objetivos se han cumplido: preparar la pastoral social de la nueva diócesis, crear el nuevo equipo de Cáritas y un proceso de formación a esos nuevos equipos. Entre las actividades conseguidas realizaron un retiro espiritual anual con los voluntarios de Manta, el envío de los misioneros de la caridad el día del Corpus tras el año de formación, o el impulso de las escuelas de formación en las zonas pastorales. Es decir, la formación la han cumplido. También nos contaron que la gente es muy sencilla y que desde el primer momento los acogieron muy bien. Otras actividades han sido proyectos de apoyo a la mujer o como coordinadores de la pastoral penitenciaria, donde se han involucrado mucho debido a la delincuencia vivida en las cárceles de esas zonas. De hecho, acogieron a los hijos de los encarcelados. También han impulsado casas de acogida, un comedor social y el seminario de San Pedro, donde Ana impartía clase.

Es decir, describen estos últimos ocho años en Ecuador como de total entrega y cariño y nos alientan a rezar por ellos y por todos los misioneros.

Vigilia de oración por los Misioneros

Por otro lado, el pasado lunes, celebramos en la comunidad el día del Domund. Ese mismo día celebramos una vigilia de oración por los misioneros preparada por los responsables del taller de misiones.

Seminario diocesano

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El Secretariado de Jóvenes Cofrades de la Diócesis reúne por primera vez a los jóvenes cofrades de Andújar

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En la tarde del pasado 24 de octubre tuvo lugar el primer encuentro de los representantes de Juventud de las diferentes Hermandades y Cofradías del Arciprestazgo de Andújar, celebrado en la sede social de la Agrupación de Hermandades y Cofradías de la localidad.

Dicho encuentro se celebró con motivo de la puesta en marcha del Secretariado de Jóvenes Cofrades de nuestra Diócesis de Jaén.

Se abordaron diferentes temas, como el estado actual de la juventud cofrade de Andújar, donde se destacó el papel vertebrador de la Real e Ilustre Cofradía Matriz de la Santísima Virgen de la Cabeza, así como de las distintas Hermandades y Cofradías de pasión y gloria de la ciudad.

Asimismo, cada uno de los representantes expresó su forma de proceder y trabajar con los jóvenes para crecer como verdaderos cofrades que caminan en su Iglesia diocesana.

Por otra parte, el director del Secretariado de Jóvenes Cofrades de la Diócesis de Jaén, D. Gabriel García Pérez, expuso los objetivos principales del Secretariado en el Arciprestazgo y en toda la Diócesis, y quiso conocer la realidad de cada una de las Hermandades y Cofradías presentes en dicho encuentro.

Finalmente, intervino el presidente de la Agrupación de Hermandades y Cofradías del Arciprestazgo de Andújar, D. Alfonso Soto Menor, quien destacó el papel fundamental de los jóvenes en la vida cristiana y cofrade de nuestras Cofradías.

Así, durante ese fin de semana, un numeroso grupo de jóvenes cofrades participó en la peregrinación a la Santísima Virgen de la Cabeza.

Raúl Mena Domínguez
Vocal de Juventud de la Agrupación de Hermandades
y Cofradías del Arciprestazgo de Andújar

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Abierto el plazo de inscripción para el curso de monitor

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Abierto el plazo de inscripción para el curso de monitor

Gaudium impartirá la formación de monitor de actividades en el tiempo libre educativo infantil y juvenil de enero a abril

La Escuela Diocesana de tiempo libre y animación sociocultural Gaudium ha abierto el plazo de inscripción para el próximo curso de monitor de actividades en el tiempo libre educativo y juvenil “Servir con alegría, educar desde el corazón”. La formación tendrá lugar desde enero hasta abril, con una duración total de 310 horas. La parte teórica se complementará durante el curso y las 160 horas del bloque práctico se llevarán a cabo durante los campamentos de la Diócesis. El curso está certificado por la Junta de Andalucía, que será quien expida el diploma acreditativo.

El precio del curso es de 290 euros, los primeros 90 euros se abonan en la matrícula y los otros 200 euros en cuatro cuotas de 50 euros. Aquella persona interesada en la formación puede obtener más información en el teléfono 606 019 711 o en el correo escuela@escuelagaudium.com. Las plazas son limitadas.

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