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Esperanza y familia se unen en la clausura del Jubileo

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364 días han pasado desde aquel 29 de diciembre del pasado 2024 cuando el Obispo de Jaén abría el Año Santo de la Esperanza en el templo jubilar, la Catedral. Desde entonces miles de personas han pasado por la Seo jiennense para lucrar las gracias que emanan de este tiempo de misericordia y esperanza. Junto con la Catedral, el Hospital, las Hermanitas de los Pobres, el Hogar de Santa Clara de Cáritas o la Prisión provincial han sido, de manera extraordinaria, lugares hasta donde la Iglesia de Jaén ha llevado la esperanza que no defrauda.

Este domingo de la Sagrada Familia, cientos de jiennenses han acudido, de nuevo hasta el relicario del Santo Rostro para participar del último de los jubileos ordinarios en su Eucaristía de clausura, además de en la Jornada de la Sagrada Familia.

El Prelado del Santo Reino ha presidio la celebración en la que han concelebrado el Provicario General, el Deán de la Catedral, el Rector del Seminario, el Delegado para el Jubileo y otros miembros del Cabildo, así como el Vicario territorial de la zona de Jaén y Mágina. El Seminario al completo ha querido estar en la Misa. También estaban en el presbiterio el equipo de acólitos de la Catedral, así como, varios diáconos permanentes.

El director de Cáritas, Rafael Ramos; Los delegados de Familia y Vida, Isabel Sánchez y Juan de Dios García; los directores del COF (Centro de Orientación Familiar), José Manuel Ureña y Gema Álvarez y personas relacionadas con la pastoral familiar, religiosas, el presidente de la Agrupación de Cofradías de Jaén, Francisco Sierra y muchas familias han querido celebrar juntos este día.

Las lecturas han estado participadas por el director de Cáritas, la directora del COF y uno de los seminaristas, Guillermo Ballesteros ha cantado el salmo. El diácono permanente, D. Manuel Rico ha proclamado el Evangelio, en una celebración armonizada por las voces del grupo litúrgico musical EscuchArte.

Homilía

La familia y los frutos del jubileo de la esperanza han centrado las palabras de Monseñor Chico Martínez. “Celebramos en este domingo de Navidad una fiesta muy entrañable: la Sagrada Familia de Nazaret, Jesús, María y José. Y lo hacemos, además, en un día muy significativo para nuestra Iglesia diocesana, porque en esta Catedral de Jaén, Templo Jubilar, clausuramos el Año Jubilar de la esperanza que hemos vivido como tiempo de gracia, de conversión y de esperanza”, ha comenzado diciendo, para añadir, “Venimos a dar gracias por lo recibido. Venimos también a pedir luz para el camino que continúa, la peregrinación de nuestra vida. Y venimos, sobre todo, a poner en manos del Señor lo más valioso y lo más frágil que tenemos: nuestras familias”.

Después, y a la luz de las lecturas proclamadas, Don Sebastián ha afirmado sorbe el matrimonio y la familia, “Hoy necesitamos la familia más que nunca, enraizada en la vocación matrimonial, llamada de Dios, voluntad de Dios que genera “un hogar”. En un mundo duro, con soledades y cansancios, todos necesitamos un lugar de aceptación y afecto. Y, al mismo tiempo, sabemos que la familia sufre: dificultades de identidad – cuando se presenta la fidelidad, el sacrificio, la renuncia y la entrega total como una carga – y dificultades muy reales: trabajo, vivienda, economía, conciliación, educación de los hijos… Por eso, hoy reafirmamos con serenidad que la familia es un bien insustituible, y cuidarla es servir al bien común, es cuidar y proteger a nuestra sociedad, a nuestra humanidad”.

De igual modo, ha querido tener palabras de agradecimiento por todo lo sembrado en este año jubilar, a la vez que ha hecho memoria de lo acontecido: “Damos gracias por este tiempo de gracia en el que Dios nos ha devuelto a lo esencial: la esperanza no es un optimismo ingenuo; la esperanza es Cristo. Él ha sido el centro de este Jubileo: su misericordia, su palabra, su perdón, su Eucaristía”.

En este sentido, Monseñor Chico Martínez ha resaltado cuatro caminos a los que conducen todo lo vivido durante el último año:

“A volver a lo esencial: a poner a Jesucristo en el centro: Cristo es nuestra esperanza. Él sostiene la Iglesia. Él nos espera siempre”.

“A una Iglesia reconciliada y misericordiosa: por eso, el Jubileo nos empuja a ser una diócesis donde se respire reconciliación: en las familias, en las parroquias, en las comunidades, también entre nosotros, siendo fermento de comunión en nuestra sociedad”.

“A una Iglesia en salida: esperanza para los que más sufren: los pobres, los enfermos, los mayores que están solos, los que viven la precariedad, los que están lejos de la fe, los que se sienten descartados… se traduce en caridad concreta, en cercanía, en compromiso”.

“A fortalecer la fe en lo cotidiano: El Jubileo nos enseña a vivir la fe no como algo añadido, sino como alma de la vida. Y eso se juega en lo ordinario: en el trabajo, en las relaciones, en la educación, en la familia, en las pequeñas decisiones de cada día”.

Para finalizar sus palabras, el Obispo ha querido agradecer a todos y cada uno de los que a lo largo del último año han participado de forma activa en el Jubileo, en la preparación, acogida, celebraciones, intendencia, para que todo saliera bien. Y antes de terminar ha encomendado a la Sagrada Familia de Nazaret a las familias de la Diócesis: “Encomendemos a Jesús, María y José a todas nuestras familias. Que nos enseñen a vivir unidos, a sostenernos en las pruebas y a cuidar lo esencial. Y que, al salir de esta Catedral, cada uno pueda ser en su casa y en su entorno una pequeña luz que diga, sin palabras, una gran verdad: Dios está con nosotros. Y por eso, siempre hay esperanza”.

Los jóvenes, muchos de ellos implicados activamente en la vida de la Diócesis a través de distintas Delegaciones y Secretariados han hecho la oración de fieles, junto a los acólitos de la Catedral y las Hermanitas de los Pobres. Las ofrendas las han llevado hasta el altar la familia Lechuga Escobar.

Después de la comunión y como ha sido tradición en todos los jubileos, el Obispo ha impartido la bendición con el Santo Rostro, que ha llevado desde su capilla el Deán de las Catedrales. Antes, el Obispo ha pedido a los niños que subieran hasta el presbiterio para participar desde allí de esa oración ante la reliquia más venerada en la Diócesis.

Con un canto a la Virgen y animando al próximo jubileo, el Obispo ha despedido a la asamblea.

Homilía del Obispo de Jaén en la Clausura del Jubileo y Jornada Sagrada Familia 2025

Galería fotográfica: «Clausura del Jubileo de la Esperanza y Jornada de la Sagrada Familia»

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Con el Jubileo de la familia se clausura en la diócesis el año jubilar

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El Jubileo termina, pero no la esperanza que este Año nos ha dado: permaneceremos peregrinos de esperanza.

Este domingo, 28 de diciembre, según la Bula de Indicción del Jubileo de la Esperanza, concluye en las Iglesias particulares el Año Jubilar. En este día, escribía el papa Francisco «aseguremos que el Pueblo de Dios pueda acoger plenamente tanto el mensaje de esperanza en la gracia de Dios como los signos que atestiguan su eficacia».

La celebración coincide en la diócesis con el Jubileo de las Familias que tuvieron la oportunidad de compartir almuerzo en la llamada Casa Mesa para, posteriormente, dirigirse hacia la parroquia de Nuestra Señora de la Concepción. Desde dicho templo la familia diocesana se encaminó en peregrinación hacia Catedral, donde se celebró la eucaristía de clausura.

El obispo Santiago subrayó que “ha sido un año marcado y vivido desde la virtud teologal de la esperanza, bajo el lema «peregrinos de esperanza», que nos ha recordado nuestra condición de caminantes, de ser hombres y mujeres siempre en camino, y también, como comunidad, de ser una Iglesia peregrina, como hemos puesto de manifiesto en esa peregrinación que hemos hecho desde la parroquia matriz de la Concepción hasta este templo catedralicio, iglesia madre de nuestra Diócesis”.

Reavivar la esperanza era el gran objetivo del Año Jubilar, por ello el prelado citando a Benedicto XVI enfatizó que «la verdadera, la gran esperanza del hombre que resiste a pesar de todas las desilusiones sólo puede ser Dios, el Dios que nos ha amado y que nos sigue amando hasta el extremo».

La homilía sirvió al Obispo para repasar algunos acontecimientos diocesanos que hicieron este año especialmente intenso: El cambio de Obispo, el nuevo Papa, las celebraciones marianas en distintas islas, además del fallecimiento del que fuera obispo nivariense, Bernardo Álvarez, etc

Por tanto, un año jubilar vivido aquí con intensidad, no solo por la cantidad de acontecimientos y celebraciones jubilares, sino con «intensidad espiritual», como afirmaba el papa León XIV tras su elección, y se nos recordaba en la presentación del Plan Diocesano de Pastoral para este curso. Intensidad espiritual porque somos conscientes de que Dios actúa en la historia, se hace presente en las personas y en los acontecimientos y nos invita a vivirlos desde la fe a la luz del Evangelio y de la Tradición de la Iglesia, sintiéndonos parte de esta gran familia que es la comunidad de los creyentes”.

En otro momento de su intervención monseñor Santiago recordó que este domingo se celebra la fiesta de la Sagrada Familia. “Un Dios que ha querido manifestarse naciendo y viviendo en el entorno de una familia humilde, abierta a la voluntad de Dios, pero que conoce las dificultades concretas de una familia humana”.

Eloy Santiago recordó a tantas familias que han de abandonar su tierra por razón de guerra, violencia, falta de libertad, etc. y focalizó también la atención en las familias isleñas: “Pero el drama de las familias, especialmente en nuestras islas, no es solo salir de su tierra, sino también poder llegar a fin de mes o dar una educación y un futuro a sus hijos o el drama de la falta de empleo. Y qué decir de la violencia en el seno de las familias…O el drama de los mayores y ancianos que se ven abandonados; o el de los niños, incluso en el seno materno, a los que se les niega el derecho a la vida mediante el aborto…”

El Obispo quiso “transmitir un mensaje de esperanza a las familias, especialmente las que viven en dificultad. No están solas. Estamos con ellas. Queremos anunciarles el Evangelio, la Buena noticia, de la familia cristiana en la que se viva las virtudes de la Sagrada Familia Nazaret”.

«El Jubileo termina, pero no la esperanza que este Año nos ha dado: –afirmaba el papa León XIV en la última audiencia jubilar– permaneceremos peregrinos de esperanza […] Sin esperanza, estamos muertos; con la esperanza, venimos a la luz. La esperanza es generativa: esperar es generar»

La homilía la concluyó Eloy Santiago deseando que “la Sagrada Familia de Nazaret, prototipo de iglesia doméstica, verdadero modelo de vida, ayude a todas las familias y a nuestra Diócesis, familia diocesana nivariense, a seguir caminando como peregrinos de esperanza siendo testigos de la verdadera esperanza que no defrauda que es Cristo y generando vida y procesos de fe, promoviendo la paz y trabajando por la justicia, la defensa de la vida, el bien común y el cuidado de nuestro Planeta, creado para ser casa común de la familia humana, de la que toda la humanidad, también los pobres que no tienen acceso a los recursos necesarios, formamos parte”.

La eucaristía finalizó con la bendición apostólica con indulgencia plenaria impartida por el prelado Nivariense.

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Asidonia-Jerez clausura el Jubileo «Peregrinos de Esperanza»

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Asidonia-Jerez clausura el Jubileo «Peregrinos de Esperanza»

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La Santa Iglesia Catedral ha acogido en la mañana de hoy, 28 de diciembre, la celebración de la Eucaristía con motivo de la clausura del Año Jubilar “Peregrinos de Esperanza”, coincidiendo con la festividad litúrgica de la Sagrada Familia. Esta celebración ha estado presidida por Monseñor José Rico Pavés, Obispo de Asidonia-Jerez, y ha contado con la participación de numerosos fieles, miembros del clero y representantes de las distintas comunidades de la Diócesis.

Este Jubileo, convocado por el Papa Francisco, se abrió a nivel diocesano el pasado 29 de diciembre de 2024, y ha sido un tiempo de gracia, reflexión y misión en el que la Diócesis ha vivido numerosas iniciativas pastorales y celebraciones. El lema propuesto por el Santo Padre, “Peregrinos de Esperanza”, ha guiado este itinerario espiritual, invitando a redescubrir el valor de las obras de misericordia como camino concreto de esperanza cristiana.

En su homilía, Monseñor José Rico Pavés reflexionó profundamente sobre el sentido de la clausura del Año Jubilar “Peregrinos de Esperanza”, enmarcada litúrgicamente en la celebración de la Sagrada Familia. El Obispo destacó que este Año Jubilar, inaugurado por el Papa Francisco en la Navidad de 2024, ha sido una oportunidad para redescubrir la esperanza cristiana a través de las obras de misericordia, que el Papa define como “obras de esperanza”.

Monseñor Rico Pavés subrayó que este cierre del Año Jubilar no es un simple acto simbólico, sino una invitación a seguir viviendo con intensidad las gracias recibidas durante el año. Agradeció especialmente a todas las realidades diocesanas que han hecho posible las peregrinaciones, especialmente los que han sido templos jubilares como el Hogar San Juan y el Santuario de San Juan Grande, donde se ha vivido de forma concreta la caridad cristiana.

El prelado centró su homilía en tres sueños de San José relatados en el Evangelio de Mateo, ofreciendo con ellos tres grandes enseñanzas para la familia y para la diócesis:

  1. Huir de lo que amenaza a Cristo en nuestras vidas, como hizo San José al escapar a Egipto. Invitó especialmente a los padres a proteger la fe de sus hijos, y a todos los fieles a no permitir que Cristo sea arrancado de la vida familiar y social.
  2. Volver a la Tierra Prometida, como símbolo de integración en el pueblo de Dios y de participación activa en la vida eclesial. Insistió en que la familia cristiana no debe aislarse del mundo, sino iluminarlo desde dentro, siendo testimonio vivo del Evangelio.
  3. Confiar en la fidelidad de Dios, incluso en la dificultad. El cumplimiento de las promesas divinas es la base de toda esperanza cristiana: “La esperanza no defrauda, porque tiene su fundamento en Jesucristo nuestro Señor”.

Finalmente, Monseñor José Rico Pavés animó a todos los fieles a custodiar en sus corazones las gracias de este año jubilar y, al igual que María Santísima, guardar con humildad y confianza la palabra del Señor.

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“Iglesia Noticia”: Curso “Amor humano” y tiempo jubilar con las riquelminas

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Emitido en COPE Granada y COPE Motril el 28 de diciembre de 2025.

Disponible el informativo diocesano “Iglesia Noticia”, emitido en COPE Granada y COPE Motril, el 28 de diciembre de 2025. Entre otros temas, recordamos la clausura hoy del año jubilar de la esperanza, convocado con el lema “Peregrinos de esperanza”. Hablamos del nuevo ciclo formativo de la Pastoral Familiar con el Curso “Amor humano, matrimonio y familia”, que comienza en enero y del tiempo jubilar concedido a la Congregación de las Misioneras del Santísimo Sacramento y María Inmaculada en su 130 aniversario fundacional.

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Domingo de la Sagrada Familia. Ciclo A. 28 de diciembre de 2025

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Domingo de la Sagrada Familia. Ciclo A. 28 de diciembre de 2025

 

Jesús no ha caído del cielo, sino que ha nacido formando parte de una familia compuesta por él y sus padres. Una familia que lo cuida y protege, en la que crece en sabiduría de la vida, en el conocimiento de Dios y en valores, y con la que aprende a convivir amando y recibiendo amor. La familia, en este relato de Mateo, se presenta como el medio para madurar como persona, como ciudadano y como creyente.

El rey Herodes es la expresión del pecado y de la muerte frente a Dios que representa la salvación. 

Mateo hace un paralelismo entre los comienzos de la vida de Moisés y los de la vida de Jesús:

Moisés, al nacer, es salvado de la muerte gracias a la actuación de su hermana; y después de huir del Faraón regresará a Egipto para liberar de la esclavitud al pueblo de Dios.

Jesús, nada más nacer, por la amenaza de Herodes y por la actuación de José, su padre, huye a Egipto para ponerse a salvo, regresando más tarde a Israel donde hará surgir al nuevo pueblo de Dios, la Iglesia.

Moisés libera de la esclavitud a su pueblo y Jesús, el Mesías, libera del pecado y de la muerte a la humanidad.

Este relato señala en Jesús, incluso hoy día, a los niños que mueren injustamente y las familias obligadas a emigrar para tener una vida mejor.

Emilio J., sacerdote

https://elpozodedios.blogspot.com/

 

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Mons. Satué: «La gracia recibida en este Jubileo nos invita a empezar de nuevo»

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La Iglesia de Málaga ha clausurado el Año Santo de la Esperanza este domingo, fiesta de la Sagrada Familia, con una Eucaristía en la Catedral, principal templo jubilar, presidida por el Obispo, D. José Antonio Satué. El prelado ha invitado a seguir viviendo la esperanza. «El jubileo no termina hoy, sino que empieza ahora. Si la gracia recibida no se traduce en gestos concretos de amor y reconciliación, se marchitará», ha dicho. «Os invito a acoger el reto de comenzar de nuevo en nuestras familias, parroquias, comunidades e Iglesia diocesana».

La Misa, concelebrada por los obispos eméritos de Málaga y Pamplona, D. Jesús Catalá y D. Francisco Pérez, así como por numerosos sacerdotes de toda la diócesis, ha contado con la participación de gran número de fieles diocesanos procedentes de parroquias de toda la provincia, comunidades cristianas, asociaciones y movimientos, también personas con discapacidad que han seguido la celebración por medio de la lengua de signos que les han acercado Isa Navarro, del área de discapacidad de la delegación de Catequesis, y Mónica Rielves, de la Acción Católica General. Todos ellos han querido cerrar en comunión un año que ha estado cargado de celebración, peregrinaciones a los templos jubilares y gestos de solidaridad con los más necesitados.

En su homilía, el Obispo, D. José Antonio Satué, ha expresado una pregunta: « ¿Qué haremos ahora con tanta gracia recibida? La respuesta que una y otra vez me ha brotado en la oración es esta: el Señor espera que nosotros volvamos a empezar.  De su mano, por supuesto». El obispo ha animado a todos a empezar de nuevo en las distintas áreas de la vida: «en nuestro corazón, en nuestras familias, parroquias y comunidades, en la Iglesia diocesana y, también, en la sociedad».

«El jubileo vivido ha fortalecido nuestra fe, ha avivado nuestra caridad, anclando nuestra vida en una esperanza que no defrauda, fortaleciendo en nosotros la humilde certeza de que Dios siga actuando, de que Dios ha vencido a la muerte y tiene una última palabra, una palabra de amor sobre nuestra existencia personal, sobre nuestras familias, sobre la Iglesia y sobre el mundo.  Empezar de nuevo», ha dicho. Y ha añadido: «Acojamos pues en este marco jubilar la llamada de la Palabra de Dios que nos anima a no abochornar y a tener indulgencia, a vestirnos de misericordia entrañable, bondad, humildad, dulzura, comprensión, a sobrellevarnos mutuamente y perdonarnos, porque el Señor nos ha perdonado. Y por encima de todo esto, el amor».

Homilía íntegra:

En el que era también el acto central del Día de la Sagrada Familia, ha habido ocasión de hacer presente a la familia como Iglesia doméstica. Matrimonios y familias de distintas realidades diocesanas han sido las encargadas de hacer las lecturas: Emi y Eduardo, de la parroquia de María Santísima de la Amargura, acompañados por el canto de Saray, ciega, que ha cantado el salmo. Las ofrendas han sido llevadas por Sofía y Luis, acompañados de su hijo Luis, de siete años, de la parroquia de Santa María de la Victoria. Asimismo, el Obispo ha guiado la renovación de los votos de los matrimonios que han participado. En relación a ellos, D. José Antonio ha dicho en su homilía: «En esta Eucaristía queremos dar gracias por tantos matrimonios cuya mutua fidelidad, a pesar de las dificultades, refleja la fidelidad de Dios Padre con nosotros, y rezar por aquellas parejas jóvenes y por aquellas que viven momentos complicados, para que afronten este momento con esperanza». 

PEREGRINOS EN LA CLAUSURA

Entre los fieles congregados se encontraba una representación de las Mercedarias de la Caridad, como la hermana Pilar Luque, de 85 años, que ha vivido 17 años en Alameda y ahora vive en la comunidad de Málaga. Para ella, este Jubileo es una bendición. «Estoy muy feliz de poder venir. La enfermedad de los años me deja limitada, pero lo he estado viviendo todo lo que puedo, con esperanza y alegría». Para Trinidad Hervás, ha sido la ocasión propicia para ganar el Jubileo. Ella ha sido presidenta de Adoración Nocturna Femenina Española, ANFE, en Málaga y ahora vive en la residencia de la Madre Carmen, de Málaga. «He querido venir a ganar la Indulgencia porque es un signo de sentirme cristiana». Josemari es feligrés de la Amargura, es sordo-ciego y expresa que «es la segunda vez que vengo. La primera fue en peregrinación con la parroquia. Luego me confesé, recé por el Papa y ahora, como cúlmen, el broche final. Estoy aprendiendo mucho y la experiencia me ayuda. Con paciencia me voy dando cuenta de muchas cosas y las voy guardando en mi corazón. Todavía me queda mucho que aprender sobre la fe. Ahora tengo la Biblia en braille, gracias a la ONCE, y eso me ayuda a poder vivir la fe como los oyentes, ese es mi deseo, de que todos podamos tener las mismas oportunidades y vivir lo mismo». Josemari expresa que su fe se robustece así: «Confío mucho en Dios y tengo mucha esperanza». 

La colecta ha sido destinada a la labor de las Adoratrices con las víctimas de la trata, que ha sido la intención social llevada a cabo durante todo el Año Jubilar por la Iglesia española. En representación, la hermana María Mateos, superiora de la comunidad, ha explicado brevemente el trabajo que realizan. La celebración ha sido acompañada musicalmente por el Coro de la Catedral, con la intervención especial de Luis Pacetti como solista y director, y un repertorio musical propio del tiempo de Navidad.

Tras la Misa, el Obispo ha ofrecido a todos en veneración la imagen del Niño Jesús, y a continuación se ha celebrado, en la Catedral, un recital flamenco navideño a cargo de la Peña Juan Breva, con el cante de José de Chaparro, acompañado a la guitarra por Chaparro de Málaga, a modo de Jubileo Flamenco.

AÑO DE FRUTOS DE ESPERANZA

Este Año Jubilar se inauguró diocesanamente el 29 de diciembre, a las 11.30 horas, en la Catedral de Málaga, presidida por el entonces Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá. La celebración comenzó a las 10.30 horas en la iglesia parroquial de Santiago Apóstol, en calle Granada. Desde allí partió una procesión representativa de la diócesis hacia la Catedral. Desde entonces, se han sucedido las peregrinaciones, los actos vinculados a la esperanza, los recursos creados y compartidos… Entre ellos, la Diócesis ha compartido cada mes un vídeo y un guión de adoración para acercarse, cada mes, a un «lugar de esperanza»: la paz, la familia, los ancianos, los enfermos, los encarcelados, los jóvenes, los migrantes, los consagrados…

En la Diócesis han sido templos jubilares este año, además de la Catedral, la Casa del Sagrado Corazón (Cotolengo) y la parroquia del Sagrado Corazón de Melilla, aunque también la cárcel ha visto simbolizada esa puerta jubilar de la esperanza que el obispo abrió junto a las personas privadas de libertad el 22 de febrero en el Centro Penitenciario de Alhaurín de la Torre. En los distintos templos jubilares se han vivido durante estos meses celebraciones especiales que han nacido de los arciprestazgos, comunidades, grupos y realidades eclesiales como Cáritas, delegaciones, centros… Numerosos grupos, como los jóvenes, los misioneros, miembros de las hermandades y cofradías o alumnos de los centros teológicos, han acudido a Roma a ganar este Jubileo. Lo más destacado se ha visto reflejado en esta web y en la propia creada para este Año, jubileo.diocesismalaga.es, además del calendario con los principales eventos diocesanos.

LAS VOCES DEL JUBILEO

Guillermo Tejero, responsable de coordinar las celebraciones jubilares en la diócesis de Málaga, hace balance del año: «Hemos vivido momentos muy intensos de peregrinación, encuentros y celebraciones que han sido profundamente fructíferos. En ellos se ha percibido una auténtica esperanza y muchas ganas de encuentro, tanto con Dios como entre nosotros». Entre los frutos del Jubileo, destaca «la llamada a una renovación en la esperanza, y algo que nos ha sorprendido muy positivamente: la participación de todo el pueblo de Dios. Las peregrinaciones, tanto a la Catedral como al Cotolengo y a la iglesia del Sagrado Corazón de Melilla, han sido auténticos momentos de encuentro. Ha sido una experiencia que nos ha recordado que cada cristiano tiene una misión y una tarea, y que juntos estamos llamados a hacer crecer la esperanza».

Patricio Fuentes, director del Cotolengo, explica que este año «ha sido una explosión de esperanza para nosotros, y ha logrado también que la casa haya sido más conocida, aún si cabe, en Málaga. Y es una suerte grandísima poder, además, transmitir esperanza a las personas acogidas, y que tantas otras hayan tenido sensibilidad para celebrar este jubileo en nuestro templo, humilde pero también tan significativo y lleno de sentido. Porque son las personas más desfavorecidas, las que viven en esta casa, las más necesitadas de esperanza».

La ciudad autónoma de Melilla ha celebrado, por la distancia, su propia clausura jubilar en la iglesia del Sagrado Corazón, también este 28 de diciembre pero a las 12.00 horas. Desde allí, el vicario episcopal, Eduardo Resa, explica que «los cristianos de Melilla agradecemos que se nos concediera esta gracia particular, porque así ha habido muchísimo más acceso a ganar esas indulgencias y todo lo que conlleva este año de gracia del Señor. Desde que lo inauguramos, el día de la Sagrada Familia del año pasado, parroquias, colegios, jóvenes, mayores, grupos de religiosos y religiosas y toda la comunidad cristiana de Melilla ha atravesado una puerta simbólica de acceso al templo que preparamos». En su voz, un deseo para que lo vivido no se acabe: «Todo este año 2025 hemos dicho que somos “peregrinos de esperanza”. Ahora nos toca, especialmente a los cristianos y más en esta hermosísima ciudad de Melilla, ser sembradores de esperanza para cualquiera que se nos acerque, que nos lo pida, incluso aunque no comparta nuestro credo»

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Homilía del obispo de Málaga en la Fiesta de la Sagrada Familia y clausura del Año Jubilar

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Homilía de Mons. José Antonio Satué en la Fiesta de la Sagrada Familia celebrada en la Catedral de Málaga en la tarde del 28 de diciembre, clausura del Año Jubilar de la Esperanza.

Homilía
Fiesta de la Sagrada Familia
Clausura del Jubileo 2025 – Diócesis de Málaga

Queridos hermanos y hermanas:

Celebramos hoy la Sagrada Familia y, al mismo tiempo, clausuramos el Jubileo de la Esperanza en nuestra Iglesia diocesana, que peregrina en estas tierras de Málaga y Melilla. 

La mirada entrañable a la familia de Nazaret reaviva en nosotros el agradecimiento por el espléndido don de la familia, “escuela del mejor humanismo”. En esta Eucaristía, queremos dar gracias por tantos matrimonios, cuya mutua fidelidad refleja la fidelidad de Dios Padre con nosotros, y rezar por las parejas jóvenes, para que preparen con ilusión la construcción de un nuevo hogar. 

Con esta Eucaristía, acción de gracias, también clausuramos el Año Jubilar. El papa Francisco nos convocó a celebrar este Año Jubilar bajo el lema “La esperanza no defrauda” (cf. Rom 5,5). Ha sido un año de gracia, vivido en nuestras comunidades, manifestado en las peregrinaciones a los templos jubilares: nuestra Catedral, el templo del Sagrado Corazón de Melilla, y el centro benéfico del Cotolengo. 

Una invitación: «empezar de nuevo»

Al clausurar este Jubileo, no podemos limitarnos a mirar hacia atrás, sino que es necesario mirar al futuro. Nos surge una pregunta que debemos plantearnos como comunidad: ¿qué haremos ahora con tanta gracia recibida? La respuesta que una y otra vez me ha brotado en la oración es esta: el Señor espera de nosotros que volvamos a empezar. De su mano, por supuesto. Volver a empezar de la mano del Señor.

En la Biblia, el año jubilar era un tiempo santo que invitaba a comenzar de nuevo. Experimentar la indulgencia de Dios impulsaba a tratar con indulgencia a las personas y a la tierra. Por eso, se cancelaban las deudas, se liberaba a los esclavos y se devolvía la tierra. En la Sagrada Escritura, el jubileo no era solo una medida social; era una confesión de fe: los bienes e incluso la vida no nos pertenecen absolutamente, todo es don de Dios. Cuando las relaciones se rompen, el corazón se endurece, la injusticia crece y los nubarrones se espesan en el horizonte, el jubileo recordaba al pueblo que Dios siempre nos abre nuevas puertas. Nos invita a darnos nuevas oportunidades, a perdonar y a reemprender el camino.

Acojamos, en este marco jubilar, la llamada de la Palabra de Dios que nos anima a no abochornar y a tener indulgencia (primera lectura); a vestirnos de la misericordia entrañable, bondad, humildad, dulzura, comprensión, a sobrellevarnos mutuamente y perdonarnos. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo. Y por encima de todo esto, el amor (segunda lectura).

Empezar de nuevo no significa olvidar nuestra historia. Todo lo contrario: queremos aprender de nuestros errores y apoyarnos en el testimonio de los santos y beatos, tanto los conocidos como los “santos de la puerta de al lado”, aquellos laicos, religiosos y pastores que han vivido entre nosotros, compartiendo su vida y su fe.

Empezar de nuevo tampoco supone renunciar a las exigencias de la verdad y la justicia; significa, sobre todo, acoger como personas y como comunidad la salvación que Dios nos ofrece; de modo que nadie quede prisionero para siempre de las estructuras de pecado, ni encadenado a sus acciones pasadas, ni sometido a viejos resentimientos, infinitamente más grandes que la ofensa de la que nacieron. Todos tenemos experiencia de que una palabra dicha en el peor momento (aunque quizá sin maldad) ha producido enfrentamientos de por vida. Es el momento de superarlos o de iniciar un camino que nos permita avanzar.

El Jubileo vivido ha fortalecido nuestra fe, ha avivado nuestra caridad, anclando nuestra vida en una “esperanza que no defrauda”, fortaleciendo en nosotros la certeza humilde de que Dios siempre sigue actuando, de que Dios ha vencido a la muerte y tiene la última palabra —una palabra de amor— sobre nuestra existencia personal, nuestra vida comunitaria y sobre el mundo. 

Empezar de nuevo. Este camino que os propongo, como el de Jesús, María y José, no estará exento de dificultades. El Evangelio nos presenta hoy a Jesús, María y José huyendo a Egipto, por la persecución del Rey Herodes contra el Niño. Tras las dificultades para encontrar posada y dar a luz, tienen que emigrar. La Sagrada Familia experimenta una y otra vez la paradoja de tener propicio a Dios y escaso el pan (y la paz). Y, sin embargo, confían. Con esta confianza y con su intercesión, acojamos la invitación a “empezar de nuevo” en nuestro corazón, en nuestras familias, parroquias y comunidades, en nuestra Iglesia diocesana, en la sociedad en la que vivimos.

«Empezar de nuevo» en nuestro corazón

Empezar de nuevo no significa cambiar de lugar o de oficio, sino cambiar el corazón. Es verdad que lo hemos intentado muchas veces y quizá, a estas alturas, aunque no lo digamos en voz alta, estamos convencidos de que no podemos cambiar, o peor, de que no tenemos arreglo.

Si volvemos a recorrer los mismos caminos de siempre (caminos de tierra y caminos del espíritu) seguramente llegaremos al mismo sitio. Pero si nos fiamos de Dios, si dedicamos tiempo al encuentro con Él, si nos dejamos llevar de su mano, aunque nos asuste lo nuevo, si nos dejamos ayudar por los hermanos, será posible recomponer vínculos, rehacer caminos, cuidar lo importante. Cuando Dios vive en nuestro corazón, hace nuevas todas las cosas.

«Empezar de nuevo» en nuestras familias, parroquias y comunidades

Nuestras familias y nuestras comunidades necesitan manifestar los frutos de este Jubileo: tiempos y espacios de gracia para sanar heridas, para pedir perdón, para propiciar encuentros, para escucharnos de nuevo sin reproches acumulados, para soñar juntos, mirando las necesidades de muchos pobres de pan y de esperanza, y afrontar la urgencia misionera a la que somos llamados. 

Nuestras parroquias, con la gracia jubilar, seguirán avanzando para ser mucho más que “un dispensario de productos religiosos”, “el territorio en el que vivo”, “la iglesia a la que voy a misa”, o “el lugar donde se reúne mi comunidad”; han de ser comunidades de comunidades vivas, corresponsables y misioneras, en las que se respire la presencia de Dios y el amor a los más pequeños y vulnerables.

«Empezar de nuevo» en la Iglesia diocesana

Este Jubileo nos llama también a empezar de nuevo como Iglesia diocesana. No como suma de grupos o sensibilidades distintas. Tampoco como familia de familias en el plano sociológico, sino como pueblo de Dios que camina unido. Y para ello necesitamos perdonarnos lo que haga falta, dejar atrás prejuicios, desconfianzas, palabras que hirieron más de lo que ayudaron. La comunión no es uniformidad, sino la decisión de querer caminar juntos, reconociéndonos hijos de un mismo Padre, que nos envía a aliviar y a sanar a sus hijos e hijas más heridos, a anunciar el Evangelio y extender su Reino de Fraternidad. Como decía el papa Francisco: «Tenemos que caminar juntos hacia esa patria que Dios nos ha preparado».

Vivimos un momento, en la Iglesia y en el mundo, de repliegue hacia dentro. Estamos tan a gusto en nuestro propio grupo, en nuestra propia comunidad, que corremos el riesgo de desarrollar actitudes maniqueas (Extra communitatem meam nulla salus), de perder nuestra capacidad de ser luz del mundo y sal de la tierra. Necesitamos fomentar en todos los bautizados, dentro de nuestras parroquias y comunidades el sentido de pertenencia a la Diócesis, que camina unida en torno al Sucesor de los Apóstoles (se llame Ramón, Antonio, Jesús o José Antonio). Necesitamos cuidar y promover la espiritualidad de comunión y las estructuras sinodales que la posibiliten. Todo esto lo podemos lograr, siempre, de la mano de Dios.

«Empezar de nuevo» en nuestra sociedad

Nuestra sociedad también tiene la necesidad de nacer de nuevo. Muchas personas están hastiadas de tanta confrontación y lo manifiestan. Unámonos decididamente a esta corriente, todavía minoritaria, que subraya el respeto, la verdad, el cuidado y la fraternidad, en definitiva. No caigamos en la tentación de defendernos con las mismas artimañas con las que a veces somos atacados. Nuestra respuesta debe tener siempre la señal de Cristo, manso y humilde de corazón. Recordemos que la Iglesia es en Cristo «signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano» (LG 1). 

Soñemos y trabajemos, junto con todas las personas de buena voluntad, por una sociedad donde nadie quede descartado, donde la dignidad de todos sea respetada, donde el cuidado de nuestra hermana y madre tierra sea una prioridad.

Conclusión

El Jubileo no termina hoy, sino que comienza ahora. Si la gracia recibida no se traduce en gestos concretos de amor y reconciliación, se marchita. Queridos hermanos y hermanas, acoged el reto de empezar de nuevo con Él, confiando en su presencia y acción en nuestras vidas cotidianas y en los grandes momentos. Que el Niño Jesús nos regale un corazón nuevo. Que María y José nos acompañen en este nuevo comienzo, en nuestras familias, parroquias, comunidades y en nuestra Iglesia diocesana. Que la gracia del Jubileo nos impulse a ser signos de esperanza para un mundo que busca reconciliación y fraternidad.

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En el día de San Esteban, los diáconos permanentes ganan el jubileo

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Este 26 de diciembre, festividad de San Esteban, los diáconos permanentes y los aspirantes al diaconado de la Diócesis han lucrado las gracias jubilares, a la vez que han celebrado a este protomártir y diácono.

La Iglesia del Sagrario acogió la celebración, presidida por el Obispo y con la presencia de los diáconos permanentes ordenados, los aspirantes y sus familias. La celebración ha estado concelebrada por el responsable para el diaconado permanente, D. José Antonio Maroto, así como por los otros sacerdotes que están al frente del equipo formativo de estos ministerios instituidos, D. Juan García Carrillo y D. Jesús Millán Cubero, que es además Vicario territorial de Jaén y Mágina. Otros sacerdotes, entre ellos, el delegado para el Clero, D. Raúl Contreras y los párrocos de los diáconos y aspirantes han querido, también acompañar en la celebración jubilosa.

Homilía

El Obispo de Jaén, Monseñor Chico Martínez, comenzaba sus palabras centrando la homilía en el gozo del Jubileo y la admisión a órdenes de uno de los aspirantes. “Dentro de este contexto jubilar, celebramos con gozo el Jubileo de los Diáconos Permanentes de nuestra diócesis, en el que tendremos también la Admisión al Diaconado de Miguel Ángel Pérez Palomino, de la parroquia La Merced de Jaén”.

Para, a continuación, animar a reavivar la alegría del servicio del altar y de los pobres: “Esta jornada os reúne —diáconos, esposas, hijos, aspirantes, formadores, párrocos y comunidades— para renovar la alegría del servicio y agradecer a Dios los dones del ministerio recibido. La palabra “jubileo” evoca la misericordia y la renovación, un volver a las fuentes, un recomenzar desde el amor primero”.

Recordando el origen del diaconado, que nace en la misma Iglesia primitiva, Don Sebastián ha afirmado, “el diaconado permanente es un ministerio que recuerda a toda la Iglesia que la esperanza cristiana tiene manos, tiene gestos concretos, tiene nombre de servicio. El ministerio diaconal nació en la Iglesia primitiva precisamente como respuesta a una necesidad concreta del pueblo de Dios: servir con generosidad, cuidar a los más vulnerables, y hacerlo en nombre y con el corazón de Cristo. Vosotros, queridos diáconos, hacéis visible esa dimensión servicial de la Iglesia, recordándonos que toda autoridad eclesial es ante todo ministerio de amor”.

En su homilía, de igual modo, el Prelado ha querido recordar a San Esteban, que los reunía: “San Esteban, protomártir, uno de los siete primeros diáconos de la Iglesia. Esteban unió inseparablemente el servicio y el testimonio: sirvió a los necesitados y proclamó con valentía la fe hasta entregar su vida. Es significativo que el primer mártir no fuera un apóstol, sino un diácono. Es la manera en que Dios nos enseña que el servicio que se entrega por amor es camino de santidad”.

Don Sebastián no ha querido pasar la oportunidad de agradecer a las familias de los diáconos a ese acompañamiento real y tangible en su ministerio.

Antes de concluir su predicación se ha dirigido al aspirante al diaconando permanente, Miguel Ángel para decirle, “hoy la Iglesia te admite al camino del diaconado permanente. No es aún la ordenación, pero sí es un momento serio y luminoso: la Iglesia te mira, discierne contigo, y te dice: ‘Sigue adelante; el Señor puede estar llamándote por este camino’.” A lo que el Obispo añadió, esto, “Significa dejarte configurar con Cristo siervo: aprender su estilo, su mansedumbre fuerte, su cercanía. Significa crecer en una espiritualidad muy real: Eucaristía, Palabra, caridad, y una obediencia que no es servilismo, sino amor a la comunión.  Significa aceptar que habrá días de consolación y días de cansancio, y que la fidelidad se decide muchas veces en lo pequeño: en la perseverancia, en el tiempo regalado, en la escucha, en la discreción. Pero el Señor vuelve a decirte: “El Espíritu hablará en ti”. Y no lo olvides: a veces, como pasó tras la muerte de Esteban, lo que parece derrota se convierte en misión: la Iglesia, empujada por la dificultad, sale y anuncia con más fuerza.

Rito de la admisión

Al finalizar la homilía, el candidato fue presentado y ante el Obispo. Así, Don Sebastián ha confirmado, ante toda la asamblea, sus informes favorables. Posteriormente, lo ha interrogado sobre su compromiso para continuar su camino vocacional hacia el diaconado permanente. Para concluir: “La Iglesia acepta con alegría tu propósito. Dios lleve a buen fin lo que él mismo ha comenzado en vosotros”.

Como en todas las celebraciones jubilares, el Santo Rostro fue llevado hasta el presbiterio del Sagrario, para con él dar la bendición. Y, en este tiempo de Navidad, el Obispo ofreció para la veneración al Niño Jesús, mientras los asistentes cantaban villancicos tradicionales.

Galería fotográfica: «Jubileo del diaconado permanente»

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La Diócesis celebra la fiesta de San Esteban Mártir, patrón del diaconado permanente

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La Diócesis celebra la fiesta de San Esteban Mártir, patrón del diaconado permanente

Ayer, la Iglesia conmemoró la festividad de San Esteban Mártir, patrón del diaconado permanente. Esta celebración se vivió con una Eucaristía en la Iglesia de San Dionisio Areopagita, presidida por Monseñor José Rico Pavés, Obispo de Asidonia-Jerez.

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En la misa participaron los diáconos permanentes de la Diócesis, quienes junto al Obispo renovaron su compromiso con el servicio pastoral y la comunidad. La figura de San Esteban, primer mártir cristiano, es un ejemplo de entrega y testimonio en la fe, un modelo para todos aquellos que desempeñan el ministerio del diaconado permanente en la Iglesia.

Este día representa una oportunidad para valorar y reconocer la importante labor que realizan los diáconos permanentes en las parroquias, acompañando a los fieles y colaborando en las diversas actividades pastorales.

La celebración también invita a la comunidad diocesana a profundizar en el sentido del servicio cristiano, recordando que el diaconado es un ministerio de caridad, palabra y liturgia, que busca fortalecer el cuerpo de la Iglesia desde la humildad y el amor al prójimo.

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José María, Eduardo y Miguel Ángel ya son sacerdotes del presbiterio de Asidonia-Jerez

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José María, Eduardo y Miguel Ángel ya son sacerdotes del presbiterio de Asidonia-Jerez

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La Iglesia de Asidonia-Jerez ha vivido esta mañana un día de profunda alegría con la celebración de la ordenación sacerdotal de tres nuevos presbíteros: José María, Eduardo y Miguel Ángel. La Eucaristía, presidida por Monseñor José Rico Pavés, Obispo diocesano, ha tenido lugar en la Santa Iglesia Catedra, y ha contado con la presencia de numerosos fieles, familiares, sacerdotes, diáconos y religiosos que han querido acompañar a los ordenandos en este momento tan importante.

En su homilía, Monseñor José Rico Pavés ofreció una profunda reflexión enmarcada en el tiempo litúrgico de la Navidad y en la celebración de la fiesta de San Juan Evangelista. El Obispo subrayó la importancia de esta figura apostólica, el «discípulo amado», como testigo privilegiado del amor de Cristo y modelo para quienes son llamados a configurarse con Él como sacerdotes.

El prelado destacó cómo Juan, testigo de momentos claves de la vida de Jesús —la Última Cena, la cruz y el sepulcro vacío—, fue capaz de proclamar su fe no por una visión extraordinaria, sino por una experiencia interior del amor de Cristo: «Vio y creyó». Esta certeza de saberse amado es, según Monseñor Rico Pavés, el fundamento imprescindible para el ministerio sacerdotal: solo quien se sabe amado por Cristo puede convertirse en testigo de su amor en el mundo.

Dirigiéndose especialmente a los tres nuevos presbíteros —Eduardo, José María y Miguel Ángel—, les recordó que el día de la ordenación queda grabado en la memoria de todo sacerdote como un momento decisivo, en el que se pasa de la asamblea al presbiterio, para estar desde entonces junto al altar. Y les exhortó a renovar cada día la certeza de ese amor redentor recibido, alimentando su vocación desde la Eucaristía, en la que deben aprender a recostar interiormente su vida en el costado de Cristo, fuente de misericordia y consuelo.

Asimismo, les invitó a no temer la cruz, acompañados siempre de María Santísima, cuya presencia maternal es clave en la vida del sacerdote. Desde su ejemplo, deben aprender a acoger el sufrimiento con esperanza y a custodiar la presencia de Cristo en sus vidas con gestos, silencios y palabras que reflejen a Jesús, y no a sí mismos.

El Obispo también alertó sobre el grito silencioso de tantos que, como María Magdalena, expresan el dolor de no encontrar a Cristo en sus vidas: matrimonios en crisis, familias desorientadas, sacerdotes absorbidos por la actividad. Frente a ese grito, los nuevos presbíteros están llamados a ser presencia esperanzadora que lleve de nuevo a Jesús al centro de la vida de las personas.

Finalmente, Monseñor Rico Pavés insistió en que ningún sacerdote puede vivir aislado: debe permanecer unido a Pedro, a su obispo, y a toda la Iglesia, formando parte de una familia evangelizadora. Les animó a confiar más en el poder del Señor que en sus propias fuerzas, y a vivir su ministerio siempre en comunión eclesial. Les exhortó a convertirse en auténticos portadores de esperanza, especialmente en el marco del Año Jubilar que concluiremos mañana, viviendo su sacerdocio mirando a nuestra madre, María.

Por último, cabe recordar que mañana, 28 de diciembre, la Santa Iglesia Catedral acogerá a las 11:00 h la Eucaristía de clausura del Año Jubilar “Peregrinos de Esperanza”, también presidida por Monseñor José Rico Pavés. Será un momento para dar gracias por este tiempo de gracia y renovación vivido intensamente en toda la Diócesis.

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