La Parroquia del Sagrario acogió el pasado 21 de diciembre la ordenación de tres diáconos permanentes: Juan Antonio Ceballos, Nicolás Durán y José Manuel Marín
Tras un periodo de seis años de formación estos tres hombres, casados, han sido ordenados por el arzobispo de Sevilla, monseñor José Ángel Saiz Meneses, en una Eucaristía que contó con una amplia participación, tanto de los miembros de la comisión diocesana para la formación al diaconado permanente, como otros diáconos permanentes, sus familiares y amigos.
Durante su homilía, monseñor Saiz Meneses les recordó la misión a la que está llamado el diácono permanente: “Anunciar la Palabra, a proclamarla, y a instruir y exhortar al pueblo fiel. Acogerla como lo que es, palabra viva y eficaz, dejando que empape vuestro corazón y que transforme vuestra vida”. Asimismo, les reiteró que el centro de su espiritualidad ha de ser el servicio: “Vuestra santidad consistirá en haceros servidores generosos y fieles de Dios y de los hombres, especialmente de los más pobres y de los que sufren”.
La Archidiócesis de Sevilla encabeza las diócesis de España con más número de diáconos permanentes (56). Una lista a la que hora se suman estos tres nuevos diáconos permanentes que entrevistamos a continuación.
Juan Antonio Ceballos: “No me podía quedar a Dios para mí, sino darlo a los demás”
Natural de Morón de La Frontera, Juan Antonio es profesor de Religión, lleva 16 años casados y tiene tres hijos. Conoció el diaconado permanente por Alfonso Escalante, quieran sirviera desde esta vocación en Morón. “En un momento determinado de mi vida, el Señor me dijo, a través de una homilía, que como la Virgen no se quedó al Señor para ella, sino que lo dio a los demás; así yo no me podía quedar a Dios para mí, sino darlo a los demás”, recuerda. Y aunque entonces él entendió que Dios le llamaba a algo más, explica que esta es una vocación “del matrimonio, somos los dos los que tenemos que sentir la llamada”. Por eso, destaca el apoyo de su mujer, a la que describe como “el pilar fundamental de mi vocación, la que me guía y apoya en todo momento, en los alegres y en los duros. Sin ella esto no tendría sentido”.
Por otra parte, tras estos años de formación, agradece “el sostenimiento de Dios”. No en vano, admite que han sido “momentos duros de estudio y pruebas que se van presentando en este camino de formación, pero siempre he sentido la mano de Dios que nunca me ha dejado”.
Y aunque asegura que “la vocación al servicio permanece siempre, esté o no ordenado, con la imposición de manos del arzobispo siento la confirmación de esta llamada y la responsabilidad de llevar la Iglesia a todos los ámbitos de mi vida”.
Finalmente, Juan Antonio agradece “a todas las personas que me han apoyado y han estado a mi lado en todos estos años de formación: ordenados, seglares, consagrados, vivos y los que descansan en el Señor y especialmente a mi familia”.
José Manuel Marín, de tal palo tal astilla
Por su parte, José Manuel Marín, nacido en Camas y director del Programa de Empleo y Formación de la Junta de Andalucía, está próximo a celebrar sus bodas de plata matrimoniales. Un matrimonio que ha dado como fruto dos hijos. Además, desde los 16 años se ha involucrado activamente en su parroquia, especialmente a través de la catequesis, siendo actualmente el coordinador no solo de esta pastoral en su parroquia, sino también en el arciprestazgo de Castilleja de la Cuesta y en la Vicaría Oeste, y formando parte del Consejo Diocesano de Catequesis.
Para José Manuel la figura del diaconado permanente no le es ajena, ya que su padre también es diácono permanente. “Él celebra este año sus bodas de plata como diácono y el Señor nos ha querido regalar el que coincidamos en el mismo año, sus bodas de plata y mi ordenación”, apunta.
No obstante, confiesa que nunca imaginó que Dios lo llamaría a esta vocación. La llamada surgió hace ocho años, tras una formación en la Escuela Diocesana de Liturgia y su institución como acólito. “Recuerdo cómo tras mi institución, mi párroco por aquel entonces, se me acercó y me preguntó sobre si seguiría los pasos de mi padre en el diaconado. En ese momento le dije que no, pero los caminos del Señor son insondables y tras el periodo vacacional y tras una profunda reflexión junto al mar, sentí que algo o alguien me empujaba, me llamaba a dar un paso adelante y así lo hice. Me puse en camino y comencé este camino de preparación que culmina ahora con mi ordenación como diácono de la Iglesia”.
Esto no hubiera sido posible sin el “empuje de mi esposa y de mis hijos, que te hacen mucho más llevadero este camino, largo y a veces duro, pero siempre ilusionante y enriquecedor en todos los aspectos de tu vida como cristiano”. Asimismo, destaca el “gran ejemplo de mi padre, que me ha aconsejado y ayudado en todo este tiempo”. En esta línea, agradece el acompañamiento de “muchos y muy buenos amigos sacerdotes que desde el principio han estado a mi lado, alentándome y ayudándome”. Finalmente, dedica unas palabras de agradecimiento a la comunidad de diáconos permanentes de Sevilla, “la más numerosa de España”.
Durante su formación, insiste en que “hemos conocido muchas realidades que nos han moldeado y nos han enseñado la riqueza del Pueblo de Dios y el enorme potencial de los cristianos que deben ponerse en salida, en una actitud de apertura al mundo y de continuo servicio para la construcción del Reino de Dios” y añade que no puede olvidar “a mis compañeros en este camino, aspirantes, candidatos ya nuestros formadores. Todos ellos te marcan para el resto de tu vida”.
Todavía no conocen sus nuevos destinos pastorales, “pero lo que sí tengo claro es que lo afrontaremos con total responsabilidad y, sobre todo, con un gran entusiasmo y energía para poder llevar el Evangelio de Cristo a todos nuestros hermanos, especialmente los más necesitados”, concluye.
Nicolas Durán Sanglas: “Dios es la solución del mundo”
Nicolás nació en Sevilla 1973. Este año celebrará junto a su esposa las bodas de plata matrimoniales. “Quién iba a decir que estaría celebrando el aniversario de bodas y mi ordenación diaconal, sin dudas, son dos grandes regalos en mi vida”.
Es padre de tres hijos de 21, 17 y 14 años respectivamente. Su parroquia de referencia es Nuestra Señora de la Antigua y Beato Marcelo Spínola de Sevilla. Nicolás reconoce que su acercamiento al diaconado permanente fue “gracias a una llamada muy específica” que recibió de parte del Señor “a servirle concretamente a través de este ministerio, además de ser padre y esposo”. Esa llamada a un nuevo servicio dentro de la Iglesia lo llevó “a descubrir una plenitud en el seguimiento del Señor”. En esa búsqueda y diálogo con Dios en la oración “descubrí lo que era el diaconado permanente y fue exactamente allí cuando me pregunté si era lo que el Señor quería de mí.”.
El discernimiento y la oración personal han sido muy importantes en el camino de formación de Nicolás. “De estos momentos decisivos hace ya más de 20 años. Hasta que poco a poco lo fui compartiendo con mi esposa, mi madre y mi tío sacerdote de la Diócesis Vic (Barcelona)”. Recuerda que el sí definitivo llegó una noche de Pascua “donde sentí que no podía seguir esperando y que debía emprender el camino”. A esa determinación le siguió una conversación con su párroco Rafael Capitas, “de él recibí la acogida y el seguimiento como tutor”.
Los años previos a la ordenación diaconal fueron de formación espiritual, intelectual y humana. Nicolás agradece “el apoyo pleno y total de su familia”. Añade que también para sus familiares ha sido muy importante acompañarlo en este camino “que ha sido para ellos un proceso de conversión diaria y acercamiento a la Iglesia”. Este nuevo diácono permanente de la Archidiócesis de Sevilla ha podido compartir con otros hermanos diáconos que le han ayudado mucho y “reafirmado mi vocación”.
Destacó que la diaconía “es el servicio de aportar compañía y acogida a los demás”. En su vida personal “ha sido un antes y un después, una transformación en la que empiezas a ver el mundo desde el corazón en el que te das cuenta con dolor de muchas injusticias que pueden ser iluminadas con esperanza”.
En definitiva, “la diaconía es fiel reflejo de Aquél que vino a servir y no a ser servido”. Nicolás subraya que ahora ve con más claridad que “soy un obrero en la mies del Señor, primero en la familia, que es mi primera vocación y ahora en una comunidad del pueblo de Dios que es universal, para servir al Señor a través de la administración de algunos sacramentos, acompañando al que lo necesita, porque Dios es la solución y nosotros somos sus colaboradores”.
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