Queridos amigos y amigas en Jesús Resucitado: PAZ Y BIEN.
La fe no es un muro contra el que chocamos sino una puerta abierta al futuro, en donde nos acoge el Padre con los lazos abiertos. El nos abre la puerta, la puerta de la fe y entramos libremente para el encuentro con él. Sus sentimientos son de ternura, compasión, misericordia. Esta es la imagen del Dios de Jesús que se nos ha revelado en esta Pascua, en el pórtico de la fe donde Jesús es la PUERTA.
Al igual que Pablo abrió la puerta de la fe a los gentiles (Hc 14,27), hoy tenemos que abrir la puerta al niño, al joven y al adulto, al hombre ya la mujer moderno y postmoderno en sus luces y en sus sombras, sin sorprendernos y con la conciencia clara de que la Iglesia y nosotros vivimos para la Evangelizar.
Hoy hay muchas puertas cerradas que nos impiden pensar, reflexionar, descubrir el silencio interior y exterior. Pero tenemos que sentirnos a gusto en la época que nos ha tocado vivir para abrir lo cerrado y anunciar al Resucitado. Este es nuestro tiempo, nuestra oportunidad, nuestra gentes, nuestro pueblo y en el acontece el Resucitado, la presencia del gran VIVIENTE, que anunció el Reino y sigue entre nosotros para que el Reino acontezca.
EL RESUCITADO NOS INVITA A ESCUHAR PARA DEJARNOS SORPRENDER
El medio más idóneo de encontrarnos con el Resucitado es la ESCUCHA, no cansarnos de escuchar, guardar silencio, interiorizar y luego compartir en misión fraterna y comunitaria pacientemente. En nuestras comunidades escuchamos poco. Las comunidades deben ser lugares de escucha, para escuchar luego al hombre y a la mujer estresado, sin norte, o feliz y alegre; es este un tiempo para descubrir las sorpresas del resucitado, como hemos vivido en la elección del nuevo Pastor de la Iglesia universal Francisco, al que damos la bienvenida.
En esta Pascua hemos de estar muy abiertos al Espíritu del Señor y su santa operación como nos recuerda Francisco de Asís, que todo lo hace nuevo y aplicar a la vida cotidiana la novedad de su presencia.
Estamos estrenando una nueva era y una nueva cultura; el Resucitado, el Viviente también hoy aquí entre nosotros, se hace presente de distintos signos y símbolos. En este «Año de la Fe» se impone hacer un discernimiento con valentía y audacia para descubrir entre todos por qué caminos nos lleva el Resucitado y que cambios y reformas hemos de realizar.
EL DOLOR Y EL SUFRIMIENTO ILUMINADOS DESDE EL RESUCITADO
El dolor de nuestra gente, de nuestras familias, de muchos de nuestros compañeros, la búsqueda de trabajo, el deterioro moral, la crisis generalizada…nos deben llevar a ser solidarios, algo debe de cambiar en nosotros, con los gestos compasivos para hacer fecunda esta fuente de vida que nos regala la experiencia del resucitado y la fuerza del Espíritu Santo.
Creo que la Iglesia Misterio de Comunión, Pueblo de Dios que camina, nuestras diócesis y nuestras parroquias y nuestra Comunidad de San Francisco, tiene muchos motivos para «abajarse» hacia el que tiene necesidad, y desde ahí dar gracias porque se nos invita a convertirnos en hombres nuevos que se no se agarran al poder o al éxito, sino a la esperanza activa para diseñar una Iglesia sencilla, que cuaja en compromisos pascuales, interiorizando la fe, celebrando la centralidad de la Eucaristía y los sacramentos, que ora con la Palabra de Dios, que vive desde la minoridad y que comparte la alegría de vivir que nos enseñaron nuestros fundador Francisco de Asís, agarrado todo él al Resucitado, en sencillez y pobreza.
IGLESIA DE RESUCITADOS
El encuentro con el Señor resucitado nos hace resucitados, Pueblo de Dios en Comunidad Fraterna, en Misión. Una Comunidad, una Iglesia, una comunidad habitable, acogedora, samaritana e hija del nazareno.
Recuperemos en el Resucitado una comunidad de hermanos, comunión de comunidades, en donde los pobres son bien acogidos y ocupan el centro de la mesa, donde nos lavamos los pies los unos a los otros como servicio gratuito, gozoso y fraterno.
La luz del resucitado nos ilumina en el camino que hacemos con otros caminantes; buscadores sin cansancio, de una luz hecha vida; que profesamos en el credo, celebramos en los Misterios de la Fe y vivimos en el compromiso de vida, en la Caridad, desde una oración sostenida en la confianza de saber que está con nosotros todos los
días (Mt. 28, 16-20), y cuyos frutos mas granados son el Amor que recibimos y que ofrecemos.
CRUCEMOS EL UMBRAL DE LA FE COMO RESUCITADOS
La fe en el resucitado nos desafía a estar convencidos que la realidad puede cambiar porque «si Dios está con nosotros ¿quién podrá contra nosotros? (Rom 8,31,37)
La fe nos desafía a creer en los «imposibles», porque tenemos la esperanza cierta que su mirada nos transfigura en personas nuevas que tenemos «los mismos sentimientos de Cristo» (Flp. 2,5).
La fe nos lanza a actuar, confiar en la fuerza del Espíritu que todo lo hace muevo, amasando la vida con «la nueva levadora de la justicia y la santidad» (1 Cor 5,8).
La fe espera después de la siembra cotidiana, contemplar el fruto recogido dando gracias a Dios porque es bueno (Sal 137),
La fe nos impulsa a hacer algo inédito por la sociedad y por la iglesia porque «El que está en Cristo es una nueva creación» (2 Cor 5,17-21).
La fe nos lleva a perdonar y a saber arrancar una sonrisa en aquel al que llamamos por su nombre y acompañamos en sus fragilidades (Mt 25,30).
La fe n nos invita a celebrar la vida y participar de la Eucaristía, reconociendo a Jesús «al partir el pan» ( Lc, 24), y desde ahí estar con el corazón ocupados trabajando en el gran proyecto del Reino y lo demás se nos dará por añadidura (Mt 6,33).
La fe finalmente supone sentirnos confirmados en la Misión que nos da el Resucitado de ir por el mundo Anunciando el Evangelio, siendo testigos de una Iglesia que vive, reza, y trabaja el clave misionera.
Un abrazo fraterno cargado de minoridad franciscana, en actitud de disponibilidad para el servicio. Un año más hemos celebrado la Pascua en diversos lugares pero creando juntos una sola comunidad, la de los hijos e hijas de Dios y de Francisco de Asís, el «alter Cristus». Gracias a todos los que han hecho de esta Pascua de 2013, una posibilidad de ser en verdad HOMBRES Y MUJERES NUEVOS…pidiéndole cada día al Resucitado que nos de una FE RECTA para vivir con gozo el don de la confianza al modo de María y digamos con ella: HAGASE, FIAT.
¡ES VERDAD HA RESUCITADO Y HEMOS SIDO TESTIGOS EN COMUNIDAD!
Severino Calderón Martínez, ofm