Texeira Díaz, coordinadora de la Fundación Madre Dolores Márquez: “La despedida de las Religiosas Filipenses la vivo como una pérdida familiar”

Diócesis de Tenerife
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El Obispado de Tenerife está situado en San Cristobal de La Laguna. La jurisdicción de la diócesis comprende Tenerife, La Palma, La Gomera y El Hierro.

El próximo sábado 31 de agosto, la comunidad de Religiosas Filipenses Hijas de María Dolorosa, se retira como presencia religiosa de la Diócesis Nivariense. Por tal motivo, el obispo Nivariense presidió una Misa de acción de gracias por los frutos de esta congregación, el jueves 29 de agosto, en la Catedral, en la que estuvo presente la madre general, Soledad Calzado.

Esta despedida no implicará la desaparición de la tarea apostólica propia de esta espiritualidad, ya que la misma seguirá siendo efectiva a través de la Fundación “Madre Dolores Márquez”, que pertenece a la congregación y cuyo objetivo es trabajar por la dignidad y promoción de la mujer.

Esta fundación cuenta con un grupo de trabajadores entusiasmados ante esta nueva etapa. Texeira Díaz Abreu será la coordinadora de esta fundación. Díaz tiene 36 años y al cumplir la mayoría de edad fue acogida por las Filipenses. Para Texe, como la conocen cariñosamente, esta marcha de las religiosas la está viviendo como si fuera una pérdida familiar ya que ellas han sido sus “madres”.

P.- En la congregación encontraste la ayuda que necesitabas y ahora tomas tú el relevo en esta labor a través de la fundación. ¿Lo vives como una forma de devolver tanto bien recibido?

R.- Sin duda. Yo conocí a las religiosas en mayo de 2005. Ellas han conseguido que yo sea la persona que soy ahora. Su apoyo ha sido incondicional. Estuviera quien estuviera. Tanto las madres superioras como las madres generales. Para mí, todas han sido un apoyo. Yo, que vengo de centros y conozco gente que ha estado en centros dependientes de otros tipos de organizaciones, ayuntamientos o Cabildos, puedo decir que la diferencia es que ellas acogen como madres. Aquí te sientes como en un hogar. Tanto es así que, para mí, el fin de su presencia en Tenerife, significa una pérdida familiar. Y no solo para mí, sino para muchas mujeres que, aunque ya no están en la casa, regresan a cada cierto tiempo para contar un problema o simplemente para pasar la tarde.

P.- ¿Cómo recuerdas aquella época en la que tenías 18 años?

R.- La mente es muy inteligente y hace que borremos ciertos escenarios y situaciones.  Hubo una persona que me ayudó y me hizo llegar aquí. Yo era una niña de 18 años, sin futuro, sin nada.

P.- ¿Qué realidad familiar vivías por aquel entonces?

R.- Mi familia siempre estuvo desestructurada. Desde el fallecimiento de mi madre cuando yo tenía 6 años, apenas tuve apoyo familiar. Viví un tiempo con una tía, pero no salió bien. Luego, estuve en varios centros de acogida donde me ayudaron mucho. Dejé atrás un entorno que no me estaba haciendo bien. Mucha gente piensa que los centros de acogida son como un castigo, pero yo los veo como una oportunidad para avanzar. Para sacar lo mejor de las personas que trabajan ahí. A pesar de todo lo vivido, siempre digo que he tenido mucha suerte porque siempre ha aparecido alguien que me ha tendido la mano.

P.- Se podría decir que eres un ejemplo de resiliencia. Pero, ¿qué mensaje le podríamos dar a esas personas que no tienen la fuerza o la capacidad para salir adelante?

R.- Desde mi experiencia, yo les diría a estas personas que mantengan viva una esperanza por pequeña que sea. En mi caso, esa pequeña luz me llegó a través de una persona. Sé que es complicado porque quienes viven estas situaciones difíciles se rebelan contra el mundo, contra Dios y contra todas las personas que están a nuestro alrededor. Creemos que nos van a hacer daño porque hay muchas inseguridades y desconocimiento. Aparecen muchos miedos a la ayuda porque pensamos que todo va a terminar en algo malo. Pero debemos dejarnos ayudar, coger la mano tendida de esa persona que se nos presenta en el camino.

P.- ¿Cómo surge la Fundación “Madre Dolores Márquez” y cómo llegas tú a ella?

R.- La fundación llega por medio de las filipenses ante la situación actual de escasez de vocaciones. Yo voy a ser la coordinadora aquí en Tenerife junto a un equipo de laicos que tienen muchas ganas de mantener viva la espiritualidad filipense. Yo haré de enlace con la Casa Madre de Sevilla, con las religiosas y con el director de la fundación. En el equipo de trabajo contaremos con educadores, una psicóloga y una cocinera. Asimismo, tenemos un grupo de voluntarios que vienen a impartir clase a las mujeres y otra voluntaria que viene a estar con los niños. Me hace muy feliz continuar con este legado. Intentaremos mantener el entusiasmo y, sobre todo, el amor que siempre han derrochado las religiosas. Ellas se han dejado aquí la vida para que nosotras estuviéramos bien. Se han implicado a nivel emocional, a nivel de amor, de cariño…Ahora, lo que deseo es que estén tranquilas y confíen en nosotras. Yo voy a hacer todo lo posible para que la fundación siga adelante con el espíritu filipense, como ellas me han enseñado. Dios sabe por qué hace las cosas.

P.- ¿Cuáles son los perfiles concretos de las mujeres que acogen en esta casa de La Laguna?

R.- Aquí se acogen a mujeres en situación de exclusión social, con hijos a cargo. Da igual la procedencia o la religión. Lo que cuenta es el bienestar de las mujeres y de sus hijos. En esta casa de La Laguna tenemos 8 plazas. Actualmente, tenemos 7 mujeres con sus hijos. Viven aquí como si esta fuera su casa, con sus necesidades básicas cubiertas.  El trabajo que hacemos con ellas es fomentar el estudio, mejorar su currículum, mejorar su calidad de vida, su relación con los hijos, etc. Es decir, que además de darles un techo, llevamos a cabo un trabajo de reconocimiento de ellas mismas. Normalmente, están por un año. Pero, dependiendo del caso, se puede extender el periodo un poco más.

P.- Por último, ¿qué ha supuesto Dios para ti durante estos años desde que llegaste a la casa hasta ahora?

R.- Para mí Dios ha sido el guía que me ha llevado por el buen camino.  Él ha logrado que yo esté hoy día aquí siendo quien soy. A Dios lo empecé a conocer en el colegio de los Salesianos, en La Cuesta. Estaba en el Grupo Luz Vida y para mí ir a clase era como encontrar la paz y la tranquilidad. Recuerdo ir a la capilla y pedirle a María Auxiliadora que me ayudara. Lo hacía en cada oración, en cada canto, en cada misa. Le pedía que me ayudara, que me ayudara, que me ayudara. Y tanto que me ayudó, que me mandó a las religiosas filipenses.

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