José Cobo Cano.- Murió por llorar desde que nació. Por la asfixia de tener que buscar un hogar, y el atrevimiento de perseguir ese sueño junto a su madre, con 29 mujeres y niños en una patera. No tenía edad para entender de fronteras o de ideologías, ni de cupos legales que tranquilizan a algunos. Solo era una niña que abrazaba, lloraba y merecía un sitio digno en el mundo, tal y como tantos niños que nacen a este lado de la playa que sirvió de tumba.
La niña maliense de 24 meses, asistida sobre el asfalto del muelle de Arguineguín, en Las Palmas de Gran Canaria, puede dar lástima, e inmediatamente hacer que miremos a otro lado una vez más. Dios quiera que su agonía se siembre en nuestras vidas y ensanche el corazón de quienes se atreven a ser más humanos por encima de otras cosas.
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– Foto: Miembros de Cruz Roja tratan de reanimar a la niña de Malí el pasado marzo. Foto: Efe / Ángel Medina G.