Por S. José, Día del Seminario.

Diócesis de Tenerife
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El Obispado de Tenerife está situado en San Cristobal de La Laguna. La jurisdicción de la diócesis comprende Tenerife, La Palma, La Gomera y El Hierro.

Queridos diocesanos:

Volvemos a celebrar el Día del Seminario en la festividad de San José, aunque, por ser día laborable, se traslada al Domingo día 21 de marzo (5º domingo de Cuaresma).

En esta ocasión, la celebración viene remarcada por el hecho de que el Papa Francisco, con motivo de cumplirse -el pasado 8 de diciembre- los 150 años de la proclamación San José como patrono de la Iglesia Católica, ha declarado 2021 como Año de San José, al que el Papa San Juan Pablo II llamó el “Custodio del Redentor”.

De ahí el lema que se ha elegido para la campaña del Seminario de este año: «Pa­dre y hermano, como San José». Con ello, se quiere reflejar cómo los sacerdotes, forjados en la “escuela de Nazaret” (el Seminario), bajo el cuidado de San José y la mano providente de Dios, son enviados a cuidar la vida de cada per­sona, con el corazón de un padre, sabiendo que, además, cada uno de ellos es su hermano.

Con la jornada anual del “Dia del Seminario”, queremos recordar y comprometer, a todos los fieles católicos, sobre la necesidad de promover y amparar las vocaciones sacerdotales con la oración, el sacrificio y la aportación económica para el sostenimiento de nuestro Seminario Diocesano.

Ante todo, debemos reconocer juntos la falta de vocaciones al sacerdocio. Hay pocos seminaristas y esta realidad reclama –por parte de todos- una reflexión profunda sobre el alcance que damos a este hecho como creyentes. Debemos reavivar nuestra conciencia sobre la importancia y necesidad de la vocación sacerdotal en la vida de la Iglesia. No existe verdadero y fecundo crecimiento de la Iglesia, sin la presencia de sacerdotes que sostengan y alimenten la vida de los fieles: “Los sacerdotes existen y actúan para la edificación de la Iglesia, personificando a Cristo, Cabeza y Pastor, y en su nombre” (PDV 15).

Sin duda, siguen siendo ciertas las palabras de Jesús en el evangelio: «la mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies» (Mt. 9,37-38). Sabemos que las vocaciones para el sacerdocio tienen su origen en la acción gratuita de Dios y a Él se las pedimos porque, ciertamente, Dios es quien llama.

Pero, no podemos olvidar que la oración de petición, si queremos que sea escuchada, debe ir siempre acompañada de una real disponibilidad a la acción de Dios. Como nos recuerda el Papa Francisco, “Dios actúa a través de eventos y personas” (Patris corde, 5), es decir, nos necesita y cuenta con nosotros para promover, llamar, cuidar y apoyar las vocaciones. Sin duda, los padres, sacerdotes, personas consagradas, catequistas y profesores, jugamos un papel decisivo en esta tarea.

Además, como él mismo Papa nos recuerda, la presencia de vocaciones sacerdotales es un signo de la vitalidad y compromiso de la comunidad cristiana: “La vida fraterna y fervorosa de la comunidad despierta el deseo de consagrarse enteramente a Dios y a la evangelización, sobre todo si esa comunidad ora insistentemente por las vocaciones y se atreve a proponer a sus jóvenes un camino de especial consagración» (EG 107).

De modo particular, la llamada de Dios está estrechamente unida a la vida y a la misión de los sacerdotes. Como nos decía el Papa Benedicto XVI en 2010: “La fecundidad de la propuesta vocacional está favorecida por la cualidad y la riqueza del testimonio personal y comunitario de cuantos han respondido ya a la llamada del Señor en el ministerio sacerdotal, puesto que su testimonio puede suscitar en otros el deseo de corresponder con generosidad a la llamada de Cristo… Se podría decir que las vocaciones sacerdotales nacen del contacto con los sacerdotes, casi como un patrimonio precioso comunicado con la palabra, el ejemplo y la vida entera”.

La vocación sacerdotal es un don que Dios siembra en el corazón de algunos hombres. A la Iglesia le corresponde la tarea de custodiar y cultivar esa vocación, para que produzca fruto abundante. De ahí la importancia del Seminario como ámbito privilegiado para la formación de los futuros sacerdotes. Un espacio de formación que se pone bajo el patrocinio de San José, pues, así como él cuidó de María y acompañó del crecimiento de Jesús en el hogar de Nazaret, de modo semejante el Seminario quiere ser el lugar donde se cuide y haga crecer el don de la vocación sacerdotal. Por así decir, San José, aquel que cuidó y forjó al “sumo y eterno sacerdote”, es también padre y custodio de los seminaristas, de aquellos que han recibido la llamada a configurar su vida con Cristo en el sacerdocio.

El Pueblo de Dios necesita y espera que los seminaristas lleguen a ser buenos sacerdotes; hombres que, siguiendo las huellas de Cristo el Buen Pastor, con generosidad y entrega, consagren su vida al servicio de la Iglesia. Conseguirlo es la tarea del Seminario y supone un gran esfuerzo, ante todo, para el propio seminarista que ha ponerse a la altura de la vocación a la que ha sido llamado. Y, también, para los formadores que, a imagen de San José en el hogar de Nazaret, han de custodiar y cultivar el don de la vocación sacerdotal en aquellos que tienen a su cargo.

Que importante es el Seminario para el presente y futuro de la Iglesia. Es el valioso instrumento mediante el cual Dios va configurando al seminarista para que con toda madurez y libertad se identifique con Cristo Sacerdote y –como San Pablo- pueda decir: “no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí”.

Agradecemos al Rector y formadores de nuestro Seminario su ejemplar dedicación, como también el apoyo de los sacerdotes y de los fieles laicos, particularmente de las familias y de los agentes de pastoral, junto con la Delegación Diocesana de Pastoral Juvenil-Vocacional. Gracias a todos por vuestra colaboración. No dejemos de apoyar el Seminario, no sólo en esta jornada, sino durante todo el año.

Confiados en el Señor, que prometió no abandonar a su Iglesia, pedimos juntos que continúe regalándonos vocaciones al sacerdocio. San José, patrono de la Iglesia y de los Seminarios, nos acompaña en nuestro camino e intercede por nosotros.

† Bernardo Álvarez Afonso

Obispo Nivariense

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