La vigilia Pascual es la más importante de las celebraciones del Año Cristiano. La Catedral acogió la celebración de la misma presidida por el administrador diocessano, Antonio Pérez.
La Vigilia pascual se desarrolla en cuatro partes: el lucernario y el pregón pascual forman la primera parte de la Vigilia. En la segunda parte la santa Iglesia contempla a través de la liturgia de la Palabra, las maravillas que Dios ha hecho en favor de su pueblo desde los comienzos. En la tercera parte, tiene lugar la liturgia bautismal o, si no hay bautizos, la renovación de las promesas del bautismo. Finalmente, la comunidad es invitada a la mesa, preparada por el Señor para su pueblo, memorial de su Muerte y Resurrección, en espera de su nueva venida (cuarta parte).
En la homilía Pérez quiso reflexionar en torno al verbo buscar: Cristo “abre nuevos caminos donde sentimos que no los hay, nos impulsa a ir contracorriente con respecto a lo ‘ya visto’. Aunque todo parezca perdido, dejémonos alcanzar con asombro por su novedad: nos sorprenderá”- expuso.
El administrador diocesano compartió que «las mujeres pensaron que iban a encontrar el cuerpo para ungirlo, en cambio, encontraron una tumba vacía. Habían ido a llorar a un muerto, pero en su lugar escucharon un anuncio de vida». La tumba vacía simboliza el fin de la muerte y el inicio de una nueva vida, llena de esperanza y posibilidad.
La homilía finalizó con una llamada a la esperanza y a buscar. «Dejémonos alegrar el corazón y corramos a anunciar la tumba vacía que nos invita a ser siempre buscadores de Dios, intrépidos aventuremos que se sacuden los miedos y las nostalgias para, anclados en la esperanza portadores de esperanza en esta primavera de la humanidad algo teñida de gris, ser discípulo misioneros de la alegría del evangelio».