Una Iglesia y miles de historias gracias a ti

Carta del Obispo Mons. Bernardo Álvarez sobre el Día de la Iglesia Diocesana.

Afortunadamente, ya van pasando aquellos tiempos en los que se identificaba la Iglesia con los curas y las monjas. A ello, sin duda, ha contribuido –desde 1984- la celebración anual del Día de la Iglesia Diocesana. Una efemérides que este año 2015 tiene lugar el domingo 15 de noviembre y en la que, como siempre, se nos invita a los fieles a tomar conciencia de que la Iglesia somos todos los bautizados y que juntos formamos el Pueblo de Dios con gentes de toda raza, lengua y nación.

Un único Pueblo de Dios extendido por toda la tierra, pero arraigado en la vida y la cultura de cada tiempo y lugar, de modo que los fieles viven y expresan la fe en Cristo en el territorio donde viven sin renunciar a su idiosincrasia y buenas tradiciones. Este único pueblo de Dios extendido por toda la tierra se organiza en multitud de «diócesis», cada una de las cuales se encomienda a un obispo y «constituye una Iglesia Particular en la que verdaderamente está presente y actúa la Iglesia de Cristo una, santa, católica y apostólica» (Concilio Vaticano II. Christus Dominus, 11).

Los fieles católicos que vivimos en Tenerife, La Gomera, El Hierro y La Palma, formamos la Diócesis de San Cristóbal de La Laguna o «Diócesis Nivariense». Somos una porción del Pueblo de Dios que, por la acción del Espíritu Santo, constituimos una comunidad viva de fieles que se alimenta de la Palabra de Dios y de la Eucaristía y que tiene la misión de anunciar el Reino de Dios e instaurarlo en el mundo.

Todos debemos participar en la vida y misión de la Diócesis. Yo, por mi condición de obispo diocesano, tengo la responsabilidad de guiar y cuidar esta parcela concreta del Pueblo de Dios. Cuento para ello con la valiosa e imprescindible cooperación de los sacerdotes, la ayuda de las religiosas, religiosos y otras personas consagradas, la colaboración de miles de laicos en la catequesis y las celebraciones litúrgicas, en la enseñanza religiosa escolar, en la acción caritativo-social y en la atención a los enfermos, así como la actividad y el testimonio apostólico de los miembros de diferentes movimientos y de asociaciones de cristianos seglares. A todos ellos les quiero expresar mi reconocimiento y gratitud por su labor, muchas veces sobrecargada para poder cubrir la falta de otros muchos agentes de pastoral que precisaría una Diócesis tan poblada como la nuestra.

Pero, además de estos, todos los bautizados, cada uno según su condición y posibilidades, deben mantener viva y activa la Iglesia Diocesana. Los fieles, no son sólo los destinatarios de lo que hace el obispo y los demás agentes de la pastoral en las parroquias o en cualquier otro ámbito de la Diócesis, sino que también deben contribuir a la misión de la Iglesia con la oración, el testimonio de su vida cristiana, la participación habitual en las celebraciones de la fe y en las distintas actividades apostólicas, en las obras socio-caritativas, en el sostenimiento económico de la Iglesia, en la conformación la vida pública según los criterios del Evangelio, en el cumplimiento de sus deberes familiares, laborales y sociales, en la defensa de la vida, en la lucha por la justicia y la defensa de los más débiles, etc.

En este sentido, son muy iluminadoras estas palabras del Concilio Vaticano II: ««Como en la configuración de un cuerpo vivo ningún miembro se comporta de una forma meramente pasiva, sino que participa también en la actividad y en la vida del cuerpo, así en el Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, «todo el cuerpo crece según la operación propia, de cada uno de sus miembros» (Ef., 4,16).Y por cierto, es tanta la conexión y trabazón de los miembros en este Cuerpo (Cf. Ef., 4,16), que el miembro que no contribuye según su propia capacidad al aumento del cuerpo debe reputarse como inútil para la Iglesia y para sí mismo».

Es así, contribuyendo activamente cada uno según su propia capacidad y posibilidades, como se mantiene viva y activa la Iglesia Diocesana. Lo que es cada uno de nosotros es como cristiano, lo que son nuestras parroquias con sus medios materiales y humanos, todas las acciones de la Iglesia (la formación en la fe, las celebraciones religiosas, las obras socio-caritativas, etc.), son el resultado de la participación de todos, son el fruto de la colaboración personal y comunitaria de cada bautizado.

Por eso, como dice el lema de este año, con toda razón podemos afirmar que somos «Una Iglesia y miles de historias gracias a ti», porque nada hay en la Iglesia al margen de lo que hacemos quienes pertenecemos a ella. Impulsados siempre por la acción de la gracia de Dios que es «el que produce en nosotros el querer y el obrar, conforme a su designio de amor» (Filp. 2, 13), la historia de nuestra Iglesia Diocesana en su conjunto y la de nuestras parroquias, movimientos, grupos y asociaciones, incluso la historia personal de cada cristiano, es reflejo de nuestro grado de participación en la actividad y en la vida de la Iglesia.

Nada sería igual si cada uno de nosotros no pusiera su granito de arena en beneficio de todos. Por eso, ante todas las realidades que configuran nuestra Iglesia Diocesana, les invito a dar gracias a Dios por tantos fieles responsables y generosos, porque es Él quien nos da la capacidad de hacer el bien, quien pone en nuestros corazones la voluntad de hacerlo y quien da el crecimiento a todo lo que hacemos.

Cuando pasamos delante de la Catedral o de cualquier iglesia, ermita o capilla, cuando vemos el Seminario Diocesano, cuando contemplamos las imágenes de nuestros templos, las casas y salones parroquiales, cuando vemos un sacerdote, un catequista, una monja, etc. podemos decir con orgullo «ese edificio se ha hecho gracias a mí», «hay sacerdotes gracias a mí», «esta o aquella persona vive una fe comprometida gracias a mí», «muchas personas son cristianas gracias a mi». Sí. Es verdad. Todo eso es posible «gracias a ti». Sí. «Gracias a ti» que no has echado en saco roto la gracia de Dios, sino que la has hecho operativa con tu participación activa y responsable en la vida de la Iglesia. Nuestra colaboración en la vida y misión de la Iglesia, por pequeña que nos parezca, no cae en saco roto, sino que produce frutos abundantes para bien de todos.

La vida continúa y las generaciones se van sucediendo. Nuestra Iglesia Diocesana, para mantenerse viva y activa, necesita de cristianos comprometidos con su fe, cristianos que sientan la Iglesia como algo propio y se comprometan en su misión. Si el bautismo nos ha incorporado a la Iglesia Nivariense, hacién¬donos miembros de la misma, todos debemos sentirnos responsables de su creciente desarrollo y colaborar en todo con nuestra familia en la fe.

Es imprescindible nuestra colaboración en todos los sentidos y aspectos. Particularmente, el día de la Iglesia Diocesana, se nos recuerda que es muy importante nuestra colaboración económica porque sin ella, nuestra parroquia, nuestra Diócesis, no podría desarrollar gran parte de la labor que ofrece a todos: labor caritativa y social, catequesis parroquial, celebración de los sacramentos, la presencia y servicio de los sacerdotes.

Por eso, al celebrar un año más el Día de la Iglesia Diocesana, digo a todos y cada uno de los que se sienten católicos: tú eres miembro de la Iglesia y debes colaborar responsablemente en su sostenimiento económico. Ayudar a la Iglesia en sus necesidades supone nuestra prestación personal, nuestra participación activa y responsable en sus tareas, nuestra aportación económica. Es el mejor modo de reconocer y agradecer todo lo que recibimos de ella.

† Bernardo Álvarez Afonso

Obispo Nivariense

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