Artículo del Obispo de Tenerife, D. Bernardo Álvarez Afonso. Han pasado 41 años desde que el Papa Pablo VI propusiera la celebración anual de una Jornada Mundial de la Paz coincidiendo con el día de Año Nuevo. Así comenzaba el primer Mensaje para la celebración de esta Jornada por él instituida: “Nos dirigimos a todos los hombres de buena voluntad para exhortarlos a celebrar «El Día de la Paz» en todo el mundo, el primer día del año civil, 1 de enero de 1968. Sería nuestro deseo que después, cada año, esta celebración se repitiese como presagio y como promesa, al principio del calendario que mide y describe el camino de la vida en el tiempo, de que sea la Paz con su justo y benéfico equilibrio la que domine el desarrollo de la historia futura”.
Desde entonces “El Día de la Paz” ha celebrado ininterrumpidamente y se han ido sucediendo cada año los mensajes de los Papas, tratando distintos temas relacionados con la paz (11 mensajes Pablo VI, 27 Juan Pablo II y 3 Benedicto XVI). El lema de este año es “Familia humana, comunidad de paz” y, en el Mensaje, el Papa hace un paralelismo entre la familia natural y la familia humana global, proponiendo la familia como “la primera e insustituible educadora de la paz”. Benedicto XVI parte del hecho de que “la familia natural, en cuanto comunión íntima de vida y amor, fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, es el «lugar primario de ‘humanización» de la persona y de la sociedad», la «cuna de la vida y del amor» […]. En efecto, en una vida familiar «sana» se experimentan algunos elementos esenciales de la paz: la justicia y el amor entre hermanos y hermanas, la función de la autoridad manifestada por los padres, el servicio afectuoso a los miembros más débiles, porque son pequeños, ancianos o están enfermos, la ayuda mutua en las necesidades de la vida, la disponibilidad para acoger al otro y, si fuera necesario, para perdonarlo”.
El Mensaje que abarca cuatro folios (y que este domingo repartimos en todas las iglesias de la Diócesis) se desarrolla en seis apartados en los que el Papa va exponiendo su pensamiento con agudeza y claridad: 1. Familia, sociedad y paz; 2. La humanidad es una gran familia; 3. Familia, comunidad humana y medio ambiente; 4. Familia, comunidad humana y economía; 5. Familia, comunidad humana y ley moral; 6. Superación de los conflictos y desarme. La temática tratada por el Papa es muy sugerente y con un gran sentido práctico, les recomiendo la lectura completa del documento, así como la participación en la “Peregrinación a Candelaria en oración por la paz” que este año será el sábado 23 de febrero, partiendo de la Iglesia de Santo Domingo de La Laguna.
Por otra parte, hoy la Iglesia celebra la Fiesta de la Sagrada Familia. Es una celebración, dentro de la Navidad, para recordar que el Hijo de Dios se hizo hombre en el seno de una familia y vivió la vida familiar como cualquiera de nosotros. Es una ocasión para valorar y dar gracias por nuestras familias y por todos los dones que hemos recibido a través de ella. Sin duda lo que somos, lo que tenemos, lo que sabemos y lo que creemos se lo debemos en gran medida a nuestra familia, entendida ésta como una cadena de generaciones que se han ido sucediendo a lo largo del tiempo. Somos herederos del saber y del esfuerzo de nuestros antepasados, por eso también este día hacemos un recuerdo agradecido de nuestros familiares ya fallecidos.
La familia es fundamento de la vida de las personas y prototipo de toda organización social, por eso decimos siempre que es la célula de la sociedad y, por extensión, también lo es de la Iglesia. Esto quiere decir que la familia es la primera sociedad natural a partir de la cual se construye todo el entramado social y, por tanto, la comunidad humana no puede prescindir del servicio que presta la familia. No hacen falta muchos argumentos para comprender que si hay buenas familias se garantiza mejor la convivencia pacífica y el desarrollo de la vida social. Los cristianos ponemos nuestra mirada en la Sagrada Familia de Nazaret como modelo de vida familiar fijándonos en el testimonio de sus virtudes domésticas y de su unión en el amor, en el trabajo y la oración. Precisamente hoy tiene lugar en la Plaza de Colón de Madrid un encuentro multitudinario bajo el lema “Por la familia cristiana” con la finalidad de afirmar el valor del concepto cristiano de familia. Nosotros, aquí en nuestra Diócesis, también tenemos un encuentro anual de familias. Este año lo haremos el domingo 18 de mayo en Candelaria.
“La familia y la paz” son dos realidades que van juntas y se implican mutuamente. El Papa ha querido unirlas en su Mensaje para “El día de la paz”. A la espera de leer el documento completo, nos quedamos que esta afirmación suya: “La negación o restricción de los derechos de la familia, al oscurecer la verdad sobre el hombre, amenaza los fundamentos mismos de la paz. Por tanto, quien obstaculiza la institución familiar, aunque sea inconscientemente, hace que la paz de toda la comunidad, nacional e internacional, sea frágil, porque debilita lo que, de hecho, es la principal «agencia» de paz. Éste es un punto que merece una reflexión especial: todo lo que contribuye a debilitar la familia fundada en el matrimonio de un hombre y una mujer, lo que directa o indirectamente dificulta su disponibilidad para la acogida responsable de una nueva vida, lo que se opone a su derecho de ser la primera responsable de la educación de los hijos, es un impedimento objetivo para el camino de la paz. La familia tiene necesidad de una casa, del trabajo y del debido reconocimiento de la actividad doméstica de los padres; de escuela para los hijos, de asistencia sanitaria básica para todos. Cuando la sociedad y la política no se esfuerzan en ayudar a la familia en estos campos, se privan de un recurso esencial para el servicio de la paz. Concretamente, los medios de comunicación social, por las potencialidades educativas de que disponen, tienen una responsabilidad especial en la promoción del respeto por la familia, en ilustrar sus esperanzas y derechos, en resaltar su belleza”.
† Bernardo Álvarez Afonso
Obispo Nivariense