Carta del obispo de Tenerife, Mons. Bernardo Álvarez
Muy acertado es el lema de este año para la 58º Campaña de MANOS UNIDAS contra el Hambre: «El mundo no necesita más comida, necesita más gente comprometida».
Ciertamente, en este momento, lo que hace falta no es más comida sino más personas comprometidas. Personas, conscientes y responsables, capaces de gestionar mejor los recursos que tienen a su disposición. Sin consumir más de lo necesario, sin derrochar y tirar lo que es de todos. Es necesario recordar un principio fundamental: «todos los bienes de la tierra son de todos los hombres y mujeres que la habitan» y, por tanto, nadie –personal o colectivamente- puede disponer de ellos como si fueran exclusivamente suyos.
Semejante situación fue abiertamente denunciada por Jesucristo, como contraria a la justicia. Lo hizo, con la parábola en la que cuenta el comportamiento de un «un hombre rico que vestía de púrpura y lino finísimo, y cada día celebraba espléndidos banquetes. Un pobre, en cambio, llamado Lázaro, yacía sentado a su puerta, cubierto de llagas, deseando saciarse de lo que caía de la mesa del rico». ¿No es esta parábola el paradigma de lo que pasa hoy en el mundo? ¿Lo que San Juan Pablo II llamó «la paradoja de la abundancia»? «En efecto – dice el Papa Francisco- hay comida para todos, pero no todos pueden comer, mientras que el derroche, el descarte, el consumo excesivo y el uso de alimentos para otros fines, están ante nuestros ojos”.
Pero, no pensemos solo en esos ricos multimillonarios que, con su forma de vivir, son un insulto a los millones de pobres «lázaros» que pueblan el planeta. «Es insostenible el comportamiento de aquellos que consumen y destruyen más y más, mientras otros todavía no pueden vivir de acuerdo con su dignidad humana» (Papa Francisco). Fijémonos también en nosotros, gente corriente, que a otro nivel podemos estar adoptando la misma actitud. No esperemos a que sean otros los que se conviertan de su escandalosa vida. Miremos hacia nosotros mismos y pongamos manos a la obra.
El trabajo de MANOS UNIDAS a lo largo de casi sesenta años, fruto de la unión de pequeños y grandes esfuerzos, es la prueba de que es posible mejorar –de modo sostenible y prologando en el tiempo- las condiciones de vida de quienes carecen de lo más indispensable para vivir. La lucha continúa, hay que seguir «plantando cara al hambre». Es mucho lo que queda por hacer. Hace falta gente comprometida. ¿Te comprometes?
Preguntémonos cada uno: En concreto, con mis posibilidades, con lo que soy y lo que tengo, ¿qué puedo y que debo hacer yo en favor de los que pasan hambre en el mundo?
Un cauce apropiado y seguro para unir nuestros esfuerzos personales y alcanzar resultados eficaces en favor de los pobres, es precisamente MANOS UNIDAS, la ONG de desarrollo de la Iglesia católica y de voluntarios, que trabaja para apoyar a los pueblos del Sur en su desarrollo y en la sensibilización de la población española.
El hambre en el mundo es una cuestión de vida o muerte y, paradójicamente, «el mundo no necesita más comida, necesita más gente comprometida».
† Bernardo Álvarez Afonso
Obispo Nivariense