Mensaje de Pascua del obispo de Tenerife, Mons. Bernardo Álvarez
¡Cristo ha resucitado y vive para siempre! ¡Feliz Pascua para todos!
Sin duda, esta la alegría de la pascua, contrasta con los lamentos y el clamor que provienen de la situación dolorosa que estamos viviendo a causa de la “Pandemia del Coronavirus”; a lo que hay que unir -no podemos olvidarlo- la miseria, el hambre, las enfermedades, las guerras y violencias que perviven en el mundo de hoy.
Y, sin embargo, es el momento de abrirnos a la esperanza porque Cristo ha muerto y resucitado precisamente por esto: para quitar el mal y pecado del mundo. Ha muerto a causa del mal y de nuestros pecados de hoy, y ha resucitado, también, para rescatarnos del poder del pecado y de la muerte que nos invade.
Los cristianos creemos que, con la fuerza de su amor misericordioso, Cristo crucificado y resucitado ha vencido el pecado y la muerte. Su resurrección nos da la certeza de que, a pesar de toda la oscuridad que hay en el mundo, el mal no tiene la última palabra.
La realidad del mundo, la situación social que nos toca vivir, tiene remedio. Nuestra vida y la de los demás, tan llena de limitaciones y defectos, tiene remedio. Dios no es indiferente ante lo que nos pasa, se le conmueven las entrañas ante el dolor y el sufrimiento humano. “Tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo para que el mundo se salvé por medio de Él.
Por eso, confiados en el poder la Cristo Resucitado, aunque nos toque caminar por cañadas oscuras, no tenemos miedo. Creemos que Él va con nosotros y que no hay situaciones que Dios no pueda cambiar. Una vida nueva y un mundo nuevo son posibles.
Los cristianos estamos convencidos de ello: Cristo verdaderamente ha resucitado y el poder de su resurrección está operante en quienes confiamos en Él.
Un poder que se manifiesta allí donde, quien para nosotros es un extraño le acogemos como un hermano, allí donde llega la paz al corazón y a las relaciones humanas, allí donde el débil es consolado y fortalecido.
El efecto de la Resurrección de Cristo se percibe en tantas personas que, con un corazón compasivo y misericordioso, solidario y generoso -como estamos viendo en estos tiempos de pandemia- no viven para sí mismas sino para los demás, sirviendo especialmente los que sufren por cualquier causa, en su cuerpo y en su espíritu.
El poder de la resurrección de Cristo se manifiesta allí donde alguien que está a próximo a morir es acompañado por el afecto de los demás y se abandona en manos de Dios porque cree en la vida eterna. El poder de la resurrección de Cristo se manifiesta allí donde alguien generosamente pierde su tiempo y sus bienes para ayudar a los demás.
Sí, hermanos y amigos, hay lugar para la esperanza porque Cristo Resucitado, vive y camina con nosotros.
Animados por su presencia y con la fuerza de su poder, les invito a que alienten la esperanza de los que sufren, de los que están desanimados. Les invito a que -con nuestro amor solidario- aliviemos el sufrimiento ajeno y les mostremos con nuestra generosidad que Dios no se ha olvidado de ellos. Seamos para los unos para los otros, signo e instrumento del amor que Dios nos tiene.
¡Feliz Pascua para todos!