Misa Crismal en la catedral

Diócesis de Tenerife
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El Obispado de Tenerife está situado en San Cristobal de La Laguna. La jurisdicción de la diócesis comprende Tenerife, La Palma, La Gomera y El Hierro.

La Catedral acogió este martes la celebración de la llamada «Misa Crismal. Numerosos sacerdotes venidos de las distintas islas de la diócesis concelebraron en la eucaristía presidida por el obispo Bernardo Álvarez.

Esta eucaristía es, por un lado, una celebración en la que se consagra el Crisma y se bendicen los Óleos de los enfermos y de los catecúmenos. Y, por otro, en ella los sacerdotes renuevan sus promesas sacerdotales.

En este sentido, el prelado nivariense recordó a los sacerdotes fallecidos desde la última Misa Crismal, así como a los tres nuevos ordenados. También felicitó por sus bodas de oro sacerdotales a los presbíteros: Agustín Mendoza e Isidoro Rodríguez. Y a los que cumplen bodas de plata, a saber: Domingo Navarro, Luís Joaquín Gómez Jaubert, Marcos García y Mario Beato (osa).

El obispo, además, en la homilía, tras recordar los distintos significados de esta eucaristía, hizo referencia al próximo Año Jubilar que se abrirá el domingo 27 de abril, con ocasión del Centenario y la Reapertura de la Catedral. En este sentido, invitó a los presentes a celebrarlo y «ponernos bajo el paraguas de Cristo que, por medio de la Iglesia, nos ofrece un tiempo de gracia y reconciliación». El Jubileo «es, ante todo, una experiencia de la misericordia de Dios y de la capacidad de cambio del ser humano cuando corresponde, consciente y libremente, a la gracia divina»- señaló.

En relación al evangelio proclamado, Bernardo Álvarez recordó lo que dijo el Papa Francisco en la Misa Crismal de 2013, en referencia a los sacerdotes y su misión. «El Señor lo dice claramente: su unción es para los pobres, para los cautivos, para los enfermos, para los que están tristes y solos. La unción, queridos hermanos, no es para perfumarnos a nosotros mismos, ni mucho menos para que la guardemos en un frasco, ya que se pondría rancio el aceite… y amargo el corazón».

Continuó el obispo citando al Papa en su invitación a salir a las periferias, siendo mediadores y no meros gestores. «Es bueno que la realidad misma nos lleve a ir allí donde lo que somos por gracia, se muestra claramente como pura gracia en ese mar del mundo actual donde sólo vale la unción – y no la función – y resultan fecundas las redes echadas únicamente en el nombre de Aquél de quien nos hemos fiado: Jesús»- continúo citando.

Pidamos al Señor – dijo- «no quedarnos dormidos en ‘esta hora del mundo’, sino que ayudados con su gracia, en nuestra vida y ministerio, hagamos posible el ‘hoy de Cristo’ porque estamos convencidos que para nuestro tiempo, también, es ‘la hora de Dios».

En la parte final de su homilía el prelado recordó a los sacerdotes, las promesas que hicieron el día en que fueron ordenados presbíteros. Les invitó a situar la vida y el ministerio en el «hoy de Cristo» al tiempo que les dio las gracias, porque sin ellos el obispo no puede llevar adelante sus responsabilidades con eficacia y alegría

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