«Es una cadena de muchos eslabones. Allí están los misioneros, impresionantes, su entrega incondicional es un ejemplo de vida y un referente. El equipo de Manos Unidas, como vínculo de unión. Y nuestros donantes, con sus pequeñas o grandes aportaciones. Todos somos importantes». Lo dice Elena Fernández, que en esta cadena es uno de los eslabones como voluntaria de Manos Unidas desde hace diecisiete años y actualmente es la responsable de proyectos en el estado de Maharashtra, en la India.
Todo empezó un poco sin querer. «Mi madre -recuerda- es voluntaria en Manos Unidas y en un momento de mucho trabajo me pidió ayuda. Aunque uno quiere mirar hacia otro lado, porque no te quieres comprometer, decidí ayudarle«. Así entabló contacto con un mundo que nada tiene que ver con el nuestro y que le fue cautivando: «tengo mi familia, mis hijos. Pero esta otra parte de mí es igual de importante«.
Sus viajes a la India le han permitido ser testigo de que la cadena funciona y de que el trabajo que se hace allí es impresionante: «cuando te sientas con las personas que reciben esas ayudas, todos te quieren hablar de su experiencia, contar cómo era su vida antes y cómo es su vida ahora«.
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En datos
Un cambio de vida al que ayudan los casi 6.000 voluntarios de Manos Unidas y todos sus donantes. La mayoría de ellos son ejemplo de esa parte de la Iglesia que incorpora la acción misionera a su vida cotidiana. Son uno de los eslabones que facilita a los misioneros hacer su labor de humanización, que mejora la calidad de vida, la sanidad o la educación.