Javier Castillo SJ: “En medio de la pobreza he visto que nunca ha faltado una sonrisa o un plato de comida compartido”

Diócesis de Tenerife
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El Obispado de Tenerife está situado en San Cristobal de La Laguna. La jurisdicción de la diócesis comprende Tenerife, La Palma, La Gomera y El Hierro.

Hasta este viernes 31 de enero, la parroquia de San Francisco de Asís, en Santa Cruz de La Palma, acoge la Semana Arciprestal de Formación bajo el título: “Testigos del camino. Introducción al ministerio del acompañamiento”.

En esta ocasión, las jornadas cuentan con la presencia del jesuita Javier Castillo Rodríguez, quien está abordando diferentes aspectos del “acompañamiento”, uno de los objetivos del presente Plan Diocesano de Pastoral.

Javier Castillo Rodríguez, sj, es natural de Bogotá, Colombia, y su ministerio pastoral ha estado orientado al servicio de los más desfavorecidos.

Desde 2003 reside en España, colaborando con ALBOAN, con el Centro Ellacuría de Bilbao y con los Centros Fe-Cultura-Justicia en Pamplona y en Las Palmas de Gran Canaria.

También ejerce de Asistente Eclesiástico nacional de las Comunidades de Vida Cristiana (CVX).

Una parte importante de su empeño pastoral está dedicada a la dirección de Ejercicios Espirituales y al acompañamiento personal de itinerarios creyentes.

Castillo señaló que cuando hablamos de acompañamiento, debemos tener muy presente la Evangelii Gaudium. “El papa Francisco ha hecho hincapié en que es más importante el tiempo que el espacio. Es decir, nosotros podemos hacer grandes gestas evangelizadoras de primer anuncio, pero si ese fervor del momento no se prolonga en la vivencia de un proceso acompañado, de ir objetivando las llamadas del Señor, las herramientas y los medios que necesitamos para crecer en nuestra condición de discípulos y de testigos del Reino, todo se puede quedar en algo puntual. En una vivencia que no genera proceso”.

Al hilo de esta idea, Castillo añadió que un buen ejemplo de acompañamiento lo vemos en los discípulos de Emaús. “Acompañar es ponernos al lado de una persona que siente la llamada de Jesús y está motivada por los valores del Reino. Nos ponemos a su lado para ayudarle a descubrir las llamadas del Señor, para que vaya celebrando los aciertos, pero también para que vaya reconociendo, con humildad, las carencias y las llamadas a la conversión”.

Este jesuita colombiano ha estado vinculado al acompañamiento de los barrios populares y colabora con el Servicio Jesuita para los Refugiados y con el Instituto Mayor Campesino, una obra dedicada a generar procesos de desarrollo sostenible. Asimismo, durante muchos años acompañó a las víctimas de la guerra en Colombia y a los desplazados por toda la violencia derivada de las fuerzas armadas revolucionarias, la guerrilla, los paramilitares y el ejército. “En un momento fueron sólo dos fuegos. Sin embargo, a partir de los noventa, pasaron a ser tres con la aparición de los paramilitares. Durante este tiempo, mi mayor aprendizaje, como decía el padre Pedro Arrupe, fue la amistad con los pobres. Es, en definitiva, lo que nos hace amigos de Jesús, ya que él es también pobre y humilde. Acompañar a los más desfavorecidos, a las víctimas, a los que están tirados a la vera del camino, me hizo tener otra mirada y, sobre todo, me hizo sentir de otra forma”.

Castillo matizó que los discípulos de Jesús, más que empáticos, son compasivos. “La compasión es la lectura teológica de la empatía. Es decir, somos capaces de ponernos en el corazón de los pobres para vivir con ellos, para soñar con ellos, para sufrir con ellos, para abrazarnos juntos y soñar un mundo nuevo donde la esperanza tenga una voz pertinente. Creo que los pobres nos evangelizan, nos hacen vivir en la austeridad, en el abandono, en la providencia. También nos hacen ver que la esperanza es posible. En medio de la pobreza he visto que nunca ha faltado una sonrisa o un plato de comida compartido”.

En cuanto a los retos de la Iglesia en la actualidad, Javier Castillo  indicó que, en este contexto de la denominada “posverdad”, de cambios geopolíticos, de polarización, etc., quizás uno de los principales objetivos es que los cristianos volvamos al bastión de lo humano. “Creo que el proyecto de Jesús, fundamentalmente, es un proyecto de humanización. Por lo tanto, pienso que uno de los principales retos es volver a lo humano, a la centralidad de la persona. Abrir caminos de valoración positiva, de diversidad, de acogida a los que no piensan como yo. Sentir que este mundo es diverso porque precisamente así lo soñó Dios. Creo que la uniformidad no es evangélica. La diversidad nos enriquece”.

Por otro lado, Castillo valoró que para la Iglesia también supone un gran desafío establecer vías de sanación y procesos de reconciliación interna. “No nos ayudamos cuando pensamos que no vamos en la misma barca de Jesús. Los pobres, los excluidos, los que no tienen, los que no pueden, los que no saben y los que no cuentan, deberían ocuparnos más tiempo, en vez de encerrarnos en discusiones que no nos llevan a nada”.

Por último, según este jesuita, otro desafío para la Iglesia  es mantener la voz profética. “Es muy urgente, sobre todo en este tiempo tan polarizado, no callar ante las cosas que van en contra del sentido de lo humano, aunque nos cueste la vida”.

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