«Hay que trabajar en el origen para atajar las causas que provocan las migraciones»

Diócesis de Tenerife
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El Obispado de Tenerife está situado en San Cristobal de La Laguna. La jurisdicción de la diócesis comprende Tenerife, La Palma, La Gomera y El Hierro.

«La capelleta de Sant Roc, lo qui no acudirà la peste li agarrarà», un sencillo estribillo aún hoy cantado por los niños del pueblo de Cretas, para invitar a rogar a San Roque para ser protegido de la peste. Nos puede remontar hasta los orígenes de la consagración de un antiguo portal de la muralla a la figura de San Roque abogado de todas las pestes.

Se trataba en realidad de una especie de albergue para necesitados donde acudían los enfermos y los pobres, así como los heridos en tiempo de guerra  y que se mantendría en funcionamiento hasta bien entrado el siglo XIX. Muchas veces por este lugar habrá paseado en su infancia el cardenal-arzobispo de Barcelona don Juan José Omella quien nació en 1946 en la hermosa población de Cretas dentro de la comarca turolense de Matarraña, en la ‘franja’ de habla catalana de Aragón y que ofrece rincones tan de ensueño que se le llama la Toscana española y que él visita siempre que puede. La imagen de la Virgen de la Misericordia de Cretas y la cruz de la catedral de la Santa Cruz de Barcelona figuran en su escudo episcopal. Entre Aragón, La Rioja y Barcelona ha discurrido su servicio una vez nombrado obispo en 1996. Fue misionero en África y presidente anteriormente de la Comisión de Pastoral Social además de Consiliario de Manos Unidas.

Ventana Europea: La sensibilidad de la Iglesia en general (ahora más con el papa Francisco) y de la española en particular con los emigrantes es muy notoria… ¿qué opina al respecto?

Juan José Omella: Las personas que se ven obligadas a migrar de su país, en la mayoría de los casos, lo hacen por extrema necesidad. En sus países de origen viven en situaciones muy complejas, donde la guerra, el hambre o la inestabilidad  social y política les obligan a marcharse dejándolo todo atrás.

Los cristianos, con la gracia de Dios, podemos descubrir a Jesús en cada rostro de nuestros hermanos y hermanas que se han visto obligados a emigrar. En ellos se actualiza la experiencia vivida por el Niño Jesús que también se vio obligado a huir a Egipto con José y María, sus padres. Nadie quiere dejar atrás a su familia o a sus amigos, su hogar, su tierra. Pensemos, pues, en qué situaciones tienen que vivir estos hermanos nuestros para querer marcharse de su tierra.

VE: ¿Podría decirnos algo de la contribución de los españoles emigrantes en Europa? Ello contribuyó mucho también a apoyar a sus familias en España.

J. J. O.: Ciertamente, en los años 50 y 60 del siglo pasado los países del centro de Europa acogieron a muchos españoles que salían del país en busca de un trabajo y una mejora de vida. Ello dio un respiro a esas familias que, en general, mejoraron mucho su situación personal y familiar. Con su trabajo contribuyeron al desarrollo de los países de acogida, pudieron ayudar a sus familias y ayudaron también a mejorar la economía de España con las aportaciones que enviaban a sus familias. Además, los españoles que fueron en búsqueda de una vida mejor fuera de nuestro país, representaron mucho para los países de acogida.

V. E: ¿Nos puede señalar algún principio orientador para la acogida real a los emigrantes evitando los peligros que corren en sus largas travesías?

J. J. O.: Es necesario que los países europeos, y todos los demás, actúen en origen formando a las personas para que puedan emigrar, si lo desean, sin riesgo a Europa con la formación necesaria para poder trabajar e integrarse en las comunidades que les acojan. Europa necesita trabajadores, pero los necesita con un cierto grado de formación que se podría dispensar en origen, asegurando de este modo unas migraciones más humanas y dignas. Solo con presencia y formación, Europa podrá así acabar con las mafias de la trata y el contrabando de personas, asegurando corredores humanitarios legales, sin arriesgar las vidas y evitando la ruina económica de las personas que lo intentan.

V. E: Usted vivió algún tiempo en contacto con la emigración española en Bélgica. Se daría cuenta de que el factor religioso es un elemento claro de identidad y unión entre las personas que están fuera de su patria…

J. J. O.: Ciertamente, la religión ha ayudado mucho a los migrantes a fortalecer la comunión y la esperanza. En mis años de estudiante en Bélgica acudía los fines de semana a una de las parroquias de Bruselas (Notre-Dame aux Riches Claires) que acogía a inmigrantes españoles. La gente se conocía, podía hablar en su lengua nativa, celebrar la fe y sus tradiciones con compatriotas que estaban en Bruselas, eso les daba fuerza ánimo y se sentían acompañados. Pero era también muy hermoso ver cómo poco a poco se lograba la integración con la comunidad belga que prestaba los locales de la parroquia y compartían solidariamente lo que tenían. La caridad y la solidaridad crecían, aunque, es verdad que no siempre era así de hermoso y había algunas dificultades. El hecho de compartir la misma fe y de respetar las tradiciones religiosas que habían configurado sus vidas de creyentes, les hacía superar muchas nostalgias y enfrentarse con fuerza a los retos que se les presentaban en esos países tan distintos del suyo.

V. E: Sabemos que parte de su corazón ilusionado lo dejó en Manos Unidas. Ventana Europea lleva mucho tiempo haciendo difusión de esta causa. Desde esta y otras experiencias, ¿cómo mejorar el tratamiento migratorio?

J. J. O.: Es indispensable trabajar en origen para tratar de identificar y atajar las causas que provocan las migraciones. Hemos de acoger, pero sobre todo hemos de evitar que la gente tenga que abandonar sus países por la falta de unas condiciones de vida dignas.

Se lo digo con el corazón en la mano. Creo que los países europeos podríamos hacer más para garantizar el bienestar de las personas migrantes. A veces los gobernantes caen en la tentación de la propaganda anunciando a bombo y platillo que son acogedores, pero la realidad muestra que una vez en el territorio nacional las administraciones no cuentan con los recursos ni la estructura necesarios para una acogida digna.

V. E: ¿Qué opina del papel de Europa en su tratamiento con la emigración?

J. J. O.: La Iglesia en los distintos países de Europa ha tomado como cosa suya la causa de los migrantes y hace todo lo que puede por acogerlos, protegerlos e integrarlos. Está muy en contacto con las Iglesias de los países de origen de los migrantes, especialmente con las del Norte de África y del Oriente Medio, que es por donde vienen muchos de ellos. Siempre se podría y se debería hacer más. Pero no cabe duda de que concienciar a la sociedad para acogerlos es también una buena labor, así como pedir a las administraciones públicas de los países de Europa que no miren hacia otro lado y trabajen conjuntamente para acoger con humanidad a esos hermanos nuestros que llaman a las puertas de Europa.

Hay muchas personas que están muriendo en el Mediterráneo y en el Atlántico. Esta situación no nos la podemos permitir. Tenemos que convertir el Mediterráneo y las aguas entre África y Canarias en un espacio de colaboración y de entendimiento entre regiones, no en una fosa en la que ya han muerto miles de personas. ­

Entrevista realizada por «Ventana Europea», la revista que edita la asociación Misiones Católicas de Lengua Española en Europa

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