Este es el día en que actuó el Señor, la solemnidad de las solemnidades y nuestra Pascua: la Resurrección de nuestro Salvador Jesucristo según la carne.
La Misa del día de Pascua se debe celebrar con la máxima solemnidad. En lugar del acto penitencial, es muy conveniente hacer la aspersión con el agua que se bendijo durante la celebración de la Vigilia. Con la misma agua bendita conviene llenar los recipientes (pilas) que se hallan a la entrada de la iglesia.
El cirio pascual, que tiene su lugar propio junto al ambón o cerca del altar, enciéndase al menos en todas las celebraciones litúrgicas de una cierta solemnidad de este tiempo, tanto en la Misa como en Laudes y Vísperas, hasta el Domingo de Pentecostés.
Después ha de trasladarse al baptisterio y mantenerse con todo honor para encender en él el cirio de los nuevos bautizados. En las exequias, el cirio pascual se ha de colocar junto al féretro, para indicar que la muerte es para el cristiano su verdadera pascua.
Fuente CEE