
El Domingo de Ramos es el pórtico de la Semana Santa. La misma vuelve a celebrarse tanto en templos como en las calles. Este día, en el que se conmemora la entrada de Jesús en Jerusalén, comprende a la vez el anuncio del triunfo de Cristo y de la Pasión.
La celebración comenzó a las diez de la mañana en el exterior de la capilla de las Siervas de María. Allí se bendijeron las palmas y olivos que fueron llevados por los fieles, en procesión, hasta la Catedral. El Obispo Álvarez invitaba a los presentes a “proclamar desde el corazón nuestra fe: Jesucristo es el Señor”.
Ya en el templo, se leía este año la Pasión según S. Lucas. El prelado nivariense en su homilía llamaba a comenzar la Semana Santa “con un nuevo ardor”. “Tratemos de mantenernos con coherencia entre la fe y la vida”- expuso.
“La entrada triunfal de Jesús en Jerusalén nos pide a cada uno de nosotros coherencia y perseverancia”- señaló-, al tiempo que recordaba que “estamos de parte del Señor. Somos de Cristo”.
Para Álvarez la Pasión de Cristo hay que verla desde cuatro perspectivas complementarias: Un hecho histórico; un escándalo (ejecución de un inocente), un signo (no responde a la violencia con violencia sino con amor y perdón) y un misterio (Dios parece indiferente, pero lo cierto es que la muerte de Jesús se convierte en vida y salvación).
En otro momento de su intervención subrayó algunas actitudes a cultivar, como el pedir perdón, dar gracias, llevar la cruz de cada día con amor, ser para los demás como el Cirineo y la Virgen, abrir de par en par las puertas del corazón a Jesús.
Al finalizar la Misa comenzó la procesión con la imagen de la entrada de Jesús en Jerusalén acompañado de su Hermandad.