
La Iglesia comienza en abril su proyecto #HazMemoria. Durante doce semanas queremos traer a nuestra memoria lo que es la vida de la Iglesia en los más variados ámbitos de su trabajo diario: desde el anuncio del Evangelio a la actividad socio sanitaria, desde la acogida a los enfermos a la catequesis de niños y jóvenes, desde la celebración de la eucaristía a la compañía a presos o mujeres abandonadas.
Queremos dar a conocer el trabajo de centenares de miles de personas que, desde su compromiso cristiano, entregan lo que tienen para el bien de todos: su tiempo, sus capacidades, sus donativos, sus bienes,… incluso la vida entera. Somos conscientes, como dice el Papa, de que hace más ruido un árbol que cae que un bosque que crece, pero estamos seguros de que lo más valioso es el bosque crece, que da frutos, que lleva a cabo lo que se espera de él, en silencio, sin prisa pero sin pausa.
Cada semana recordamos lo que la Iglesia hace en relación a un campo concreto de su actividad y porqué lo hace. Ofrecemos tres testimonios de quienes llevan a cabo ese trabajo y quienes se benefician de él.
El anuncio del Evangelio es un mandato del Señor que afecta a todos los cristianos. Todos los bautizados están llamados a difundir la fe que han recibido en la familia, en la catequesis, en la parroquia, en la celebración. La fe se conserva en el corazón, se alimenta en la oración, pero se comparte con la palabra, con el ejemplo, incluso con la propia vida.
Aunque todos somos llamados al anuncio, algunos son llamados a consagrar la vida entera a ese anuncio. Son llamados a cumplir con el «id por todo el mundo y anunciad el Evangelio» en toda su extensión. Así, son miles de hermanos nuestros los que lo han dejado todo para ganarlo todo. Han dejado su familia, su trabajo, su tierra para para ganar una familia y una tierra trabajando para el Señor.
Conscientes de que la mayor pobreza es no conocer a Jesucristo, los misioneros buscan liberar a las personas de todas las otras pobrezas: de la falta de educación, de la falta de salud, de la falta de medios de subsistencia para que, una vez, liberados puedan acoger libremente a Jesucristo. La evangelización culmina con la incorporación a la Iglesia, con la fe recibida que acaba encarnada en una nueva persona, en una nueva familia, en un nuevo territorio de misión.
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