Comienzan las visitas de los misioneros con motivo del Domund 2018

Diócesis de Tenerife
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El Obispado de Tenerife está situado en San Cristobal de La Laguna. La jurisdicción de la diócesis comprende Tenerife, La Palma, La Gomera y El Hierro.

Este próximo domingo 21 de octubre, se celebra el Domund, día en que, de un modo especial, la Iglesia universal reza por los misioneros y colabora con las misiones. Se celebra en todo el mundo el penúltimo domingo de octubre, el “mes de las misiones”.
Este año el lema escogido para celebrar esta singular cita es “Cambia el mundo”. Por tanto, se nos invita a seguir el ejemplo de los misioneros que nos muestran que es posible un cambio a mejor, profundo y real.
Como es tradición por estas fechas, a nuestra diócesis han comenzado a llegar varios misioneros que a lo largo de estos días compartirán sus testimonios en diversos colegios y parroquias.
Es el caso, por ejemplo, de Cesáreo, natural de Cantabria, que nos visita por segunda vez. Pertenece a la congregación de los Misioneros de África Padres Blancos y el año pasado cumplió sus bodas de oro sacerdotales. Cesáreo llegó a Burkina Faso en 1967. Desde entonces ha pasado más de 40 años de misión en este país. Un tiempo que define como auténtica gracia. “He sido inmensamente feliz anunciando la Palabra de Dios y ayudando a los más necesitados”, señala.
Cesáreo tuvo que aprender, poco a poco, las lenguas autóctonas de la población para poder adaptarse a su nueva vida. Los comienzos no fueron fáciles, según relata. “Cuando llegué a este país, vi una pobreza material inmensa. Pero, al mismo tiempo, me sorprendió la enorme alegría de la gente por el simple hecho de vivir. Al principio, recuerdo la sensación de extrañeza. Era el único blanco entre ellos. Sin embargo, me fui metiendo en su forma de vida, en su cultura, y hoy día me siento como en casa”.
Cesáreo añadió que cuando se habla de cambiar el mundo, la primera reacción es pensar que eso nos queda muy lejos. “Pero, lo primero que debemos hacer es cambiar nosotros. Yo puedo decir que soy testigo del cambio. He estado más de 40 años en Burkina Faso y he visto cómo han cambiado muchas cosas allí con la presencia de los misioneros. Si yo no hubiese respondido a la llamada de Dios, algunas cosas seguirían igual”, expresa el cántabro.
Por su parte, André Ramos, de 35 años y natural de Angola, es misionero de la congregación del Espíritu Santo. Actualmente, lleva dos años trabajando en Córdoba, en la parroquia de San Martín de Porres. Entre otras acciones, ayudan a través Cáritas y del ayuntamiento de Córdoba, a más de 180 familias con necesidades. “También tenemos un taller para la promoción de la mujer”, indica Ramos. Este angoleño añade que en la zona concreta donde desarrolla su misión, hay mucha pobreza espiritual que deriva en problemas como el narcotráfico y el alcohol.
En la vida de André, ha sido providencial el testimonio de un misionero portugués que pudo conocer hace años en su país natal, Angola. “Este misionero cambió nuestro pueblo y a las personas. Su cercanía, su trato…cambió el mundo. Y esa es la tarea que tenemos ahora todos. El Papa nos recuerda que cada uno de nosotros es un misionero. El testimonio de aquel hombre cambió mi mundo. Yo hoy día soy misionero por su ejemplo. Su vida me sirvió como referente porque, en aquella época, Angola estaba en guerra y él fue muy amable, cercano y valiente. Hacía una labor extraordinaria. Quemó su vida para servir a los otros”.
Otro de los misioneros que visita estos días nuestras tierras es Francisco García, natural de Chile. Tiene 35 años y pertenece a la Comunidad del Verbum Dei. Ha hecho vida misionera en Chile, en México, en Rusia y actualmente está en una parroquia de Madrid, trabajando especialmente con jóvenes
“El Domund, allá en Chile, me abrió otra perspectiva, más allá de las necesidades de alimentación, vivienda, etc., que tienen las personas. Me refiero a la necesidad de Dios. Descubrí que hay mucha gente que tiene sed de la Palabra de Dios. Pronto noté como Cristo me decía ¿quieres ir conmigo a otros lugares? Yo había hecho ya misiones en algunos lugares extremos de Chile, pero entendí que 10 días no bastaban. Dios me pedía dar toda mi vida. Por eso, el Domund me ha abierto a ver una necesidad de Dios universal”.
Este joven chileno añade que, normalmente, a los jóvenes les suena extraño que alguien quiera consagrar toda su vida a Dios, en vez de casarse y tener hijos. “Siempre me preguntan si no echo de menos a mi familia o a mi país. Y, efectivamente, uno echa de menos algunas cosas, pero creo que los jóvenes también ven cómo Dios te va apasionando. Una pasión por Cristo y una pasión por la humanidad. Claro que echo de menos a mi familia, pero también reconozco que Dios me ha regalado una familia muchísimo más grande. En todos los lugares donde he estado, él me ha regalado una familia. Además, también he descubierto que cuando hay una separación física muy grande con respecto a la gente que quieres, también hay una unión espiritual enorme. Dios genera unas conexiones mucho mejores que las de Internet”.

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