Celebrar «aquella misma memorable Cena»: Jueves Santo

Diócesis de Tenerife
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El Obispado de Tenerife está situado en San Cristobal de La Laguna. La jurisdicción de la diócesis comprende Tenerife, La Palma, La Gomera y El Hierro.

Nos has convocado esta tarde para celebrar aquella misma memorable Cena en que tu Hijo, antes de entregarse a la muerte, confió a la Iglesia el banquete de su amor…» Con esta oración llamada «colecta» la Iglesia Católica celebra «en la Cena del Señor. El obispo nivariense presidía la misma, la tarde de esta Jueves Santo en la Catedral. En ella realizó el «gesto del lavatorio de los pies» de algunos de los presentes.

«Cristo salva, dándonos la gracia de amar a Dios y amarnos los unos a los otros como El nos amó.». De esta forma nos sanó yendo a la raíz de la enfermedad espiritual que es el desamor- sostuvo Álvarez. «Hay Unidad en las tres realidades que hoy celebramos: Eucaristía, sacerdocio, amor fraterno. Tres realidades que se implican mutuamente y que expresan una única realidad: «Dios ha enviado a su Hijo al mundo, no para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él»- explicó.

Por otro lado, Bernardo Álvarez enfatizó que «Cristo no se limita a decir lo que tenemos que hacer, sino que el mismo lo realiza en nosotros». Ahora bien, aclaró que se necesita de la eucaristía para poder amar como Jesucristo ama.  «La comunión es lo que hace posible que amemos como él». Notemos – expuso-  «que no dice , «como yo les he amado, así me tienen que amar ustedes a mí», sino que dice Jesús: «como yo os he amado a vosotros, así tienen que amarse entre ustedes». Le he dado ejemplo, para que lo que yo he hecho ustedes también lo haga».

Quiso subrayar el obispo en este comienzo del Triduo Pascual, que el amor ha de ser efectivo y afectivo; por ello, citando al apóstol Pablo afirmó que «el amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no es jactancioso, no se engríe; es decoroso; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se goza con la verdad. El amor, todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta. El amor no acaba nunca».
Puesto que un amor así puede ser tenido como imposible,  Álvarez Afonso aseveró que  «Cristo no solo «nos ha dado ejemplo para que sigamos sus huellas», sino que promete darnos un «corazón nuevo y un espíritu nuevo». Es él quien nos hace capaces de amar, pues para eso murió y resucitó: «para darnos un corazón grande para amar».

En la parte final de su homilía, se centró en  la importancia de los sacerdotes y pidió orar por ellos, por el seminario y «para que el Señor siga llamando a muchos jóvenes al ministerio sacerdotal».

Al terminar la misma, el prelado nivariense realizó la procesión con el Santísimo hasta el «monumento» donde el Señor permanece. «Quien está en el sagrario es quien se entregó en la cruz y quien sigue haciéndolo en cada celebración».

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