Carta del Obispo con motivo de la Campaña de Manos Unidas 2022

Diócesis de Tenerife
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El Obispado de Tenerife está situado en San Cristobal de La Laguna. La jurisdicción de la diócesis comprende Tenerife, La Palma, La Gomera y El Hierro.

Manos Unidas lleva más de 63 años luchando contra el hambre, la miseria y sus causas. Esta lucha en la actualidad se encuentra con un reto global, una pandemia que ha hecho todavía más profundas las consecuencias de la desigualdad. El próximo viernes 11 de febrero, en el marco de esta nueva campaña que tiene por lema “Nuestra indiferencia los condena al olvido”, tendrá lugar en nuestra diócesis el día del Ayuno Voluntario y el próximo domingo 13, se celebrará el día institucional de la organización.

Con motivo de la referida campaña, el obispo Nivariense ha escrito una carta en la que desgrana diferentes aspectos a raíz del lema señalado. «En esta ocasión, para la Campaña de 2022, han elegido como lema «Nuestra indiferencia los condena al olvido», con el fin de concienciarnos a todos e invitarnos a “no amar de palabra sino de obra. Se trata evitar que el muro de la indiferencia y la desigualdad condenen al olvido a más de mil millones de personas empobrecidas y hambrientas ante las que nunca debemos volver la espalda. La situación producida por la pandemia del Covid-19, no solo ha puesto al mundo en jaque en cuanto a salud se refiere, sino que ha agravado la desigualdad y va aumentado el número de personas con hambre aguda en todo el mundo, especialmente en los países menos desarrollados».

Queridos diocesanos:

De nuevo, al llegar el mes de febrero, tenemos ante nosotros la Campaña de Manos Unidas contra el Hambre en el Mundo. Aunque el trabajo dura todo el año, su punto de partida es la segunda semana de febrero: Este año, el viernes 11, es el día del Ayuno Voluntario y el fin de semana (12 y 13), tiene lugar la colecta en todas las iglesias donde se celebra la Santa Misa.

Desde hace 63 años Manos Unidas, nos llama a participar en la lucha contra el “Hambre en el Mundo”. Esta Asociación de la Iglesia Católica en España, nos invita a tomar conciencia del grave problema de la pobreza y miseria en que viven millones de personas en nuestro planeta. Al mismo tiempo, nos pide ayuda económica para realizar -en los países más empobrecidos- proyectos de promoción humana en orden al desarrollo integral de los más necesitados.

En esta ocasión, para la Campaña de 2022, han elegido como lema «Nuestra indiferencia los condena al olvido», con el fin de concienciarnos a todos e invitarnos a “no amar de palabra sino de obra”. Se trata evitar que el muro de la indiferencia y la desigualdad condenen al olvido a más de mil millones de personas empobrecidas y hambrientas ante las que nunca debemos volver la espalda. La situación producida por la pandemia del Covid-19, no solo ha puesto al mundo en jaque en cuanto a salud se refiere, sino que ha agravado la desigualdad y va aumentado el número de personas con hambre aguda en todo el mundo, especialmente en los países menos desarrollados. 

No podemos permanecer impasibles ante la desigualdad que condena al olvido y a la marginación a mujeres, niños, ancianos, personas con discapacidad, minorías étnicas… que representan a los “desheredados” de la Tierra. Podemos encontrar amplia información en la Web: https://www.manosunidas.org/.

Allí se nos dice que, vivimos en una sociedad marcada por el individualismo y en la que la desigualdad puede parecernos algo normal. «Con el lema “Nuestra indiferencia los condena al olvido”, queremos alzar la voz ante la creciente indiferencia que se está instaurando en nuestro mundo… Queremos despertar conciencias anestesiadas para que nadie se quede atrás, porque no es posible construir un mundo diferente con gente indiferente». 

Cuando reconocemos nuestros pecados, con la oración de “Yo confieso…”, decimos: “He pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión”. Siempre resulta más fácil reconocer lo que hacemos mal; en cambio, nos cuesta más tener en cuenta los pecados de omisión”. No se trata, sólo, de no hacer el mal; sino, sobre todo, de hacer el bien.

Todos recordamos bien la parábola del Buen Samaritano, a la que el Papa Benedicto XVI llamaba el corazón que ve. Ante un hombre maltratado y malherido, caído en la cuneta del camino, pasan un sacerdote y un levita, ambos le ven. Pero, preocupados de sus cosas y pensando lo que les podía suponer detenerse y ayudarle, siguieron de largo. No se plantearon: ¿Qué le puede pasar a esta persona si yo no le atiendo? Sino que, pensando en sí mismos, se dijeron: ¿Qué me puede pasar a mí si me ocupo de él? Ellos no fueron quienes maltrataron a aquel hombre, pero tampoco le hicieron bien que necesitaba. Su pecado fue “la indiferencia”, es decir, mirar para otro lado cuando un hermano pasa necesidad. Sabemos, también, que pasó por allí un Samaritano, que “al verlo, conmovido, se inclinó y lo cuidó”.

Al doctor de la ley con el que hablaba, Jesús le pregunta: «¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores? El doctor dijo: El que practicó la misericordia con él. Y le dijo Jesús: Vete y haz tú lo mismo».

Ante la dura realidad que viven millones de personas en el mundo que, cada día, se están volviendo más invisibles y más olvidados a causa de nuestra indiferencia, también a nosotros, Jesús nos dice: “Ve y haz tú lo mismo”. Si de verdad creemos en Jesús, no les podemos seguir ignorando, pues el mismo nos dijo: «Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25,40).

El Papa Francisco nos recuerda, en Fratelli tutti 22, que «mientras una parte de la humanidad vive en opulencia, otra parte ve su propia dignidad desconocida, despreciada o pisoteada y sus derechos fundamentales ignorados o violados».

Ante nuestros hermanos más necesitados, cada uno de nosotros, según sus posibilidades, pero siempre con generosidad, estamos llamados a ser como el Buen Samaritano: Ojos atentos, corazón sensible y manos disponibles.

Invito a todos, a conocer la grave situación que viven millones de personas en todo el mundo y a pedirle a Dios que nos dé la gracia de “conmovernos interiormente” ante su sufrimiento. Que su amor, “derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha dado” (Rom. 5,5) nos impulse a ver las personas como el las ve y a quererlas de modo efectivo.

La Campaña de Manos Unidas es un medio privilegiado para para hacerlo, pues, con nuestras donaciones hacemos posible la financiación de proyectos de desarrollo en los países más empobrecidos. Proyectos orientados a luchar contra las causas estructurales de la pobreza, promoviendo las condiciones de una vida digna en el campo de la salud, de la educación, del acceso al agua potable, de la vivienda, del desarrollo agrícola, de las vías de comunicación…

Podemos hacerlo en la colecta de todas las misas que tienen lugar el 12 y 13 de febrero, o ingresando directamente los donativos en las cuentas de Manos Unidas en las instituciones bancarias. Con nuestra generosidad, muchas personas podrán ir saliendo de sus precarias condiciones de vida.

† Bernardo Álvarez Afonso,

Obispo Nivariense

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