Con una media anual de 15 personas acogidas, el proyecto Lázaro, de Cáritas Diocesana de Tenerife, lleva 21 años atendiendo a este colectivo, siendo el único recurso alojativo provincial para personas con VIH/Sida que no tienen hogar y que viven en una situación de vulnerabilidad social. Con motivo de la celebración hoy del Día Mundial contra el Sida, Eva Llarena, psicóloga del proyecto, denuncia la estigmatización de los enfermos y las graves consecuencias del diagnóstico tardío. En esta línea, Llarena explica que el perfil más habitual de los usuarios es el de un varón de más de 40 años, desempleado y en situación de exclusión social. “Los perfiles de mujer están asociados a la vulnerabilidad social más extrema, la prostitución, la trata de personas, adicciones, violencia machista, etc”.
Actualmente, en el recurso alojativo hay personas de entre 26 y 60 años. “Los pacientes de mayor edad sufren deterioros a nivel cognitivo y orgánico de forma precoz, en comparación a las personas que no están afectadas por la enfermedad del VIH/Sida”, recalca Eva Llarena, quien incide en que “la gran mayoría de los usuarios percibe una pensión no contributiva y tiene serias dificultades para acceder al mercado laboral y a una vivienda digna; además, siguen siendo estigmatizados por la sociedad en general, por lo que su inclusión social no es real”.
De igual modo, Cáritas Diocesana de Tenerife ha detectado casos de afección por VIH/Sida con diagnóstico tardío, en estado avanzado de la enfermedad, lo que supone una dificultad añadida para la adherencia de los tratamientos y, en consecuencia, un peor pronóstico de la enfermedad y de modificación de hábitos de vida saludable.
Lázaro cuenta con un equipo multidisciplinar y presta servicios de acogida, atención integral y realiza una intervención biopsicosocial personalizada, con el fin de generar el empoderamiento personal, social y laboral de aquellas personas afectadas por el virus, sus familiares y amigos.
A través del programa se llevan a cabo distintas acciones con las personas acogidas, tales como cobertura de necesidades básicas, acompañamiento y seguimiento individualizado (psicosocial, sanitario, laboral y familiar), asesoramiento jurídico y actividades de formación y ocio, entre otras. “La mayor parte de los participantes del proyecto fueron consumidores de drogas por vía parenteral en los años 80, y se quedaron anclados en un perfil de exclusión social; por este motivo fueron derivaron al proyecto desde la propia administración sanitaria o los servicios sociales”, agrega Eva Llarena, quien recuerda que “los nuevos diagnósticos a los que nos enfrentamos son consecuencia de la trasmisión por vía sexual, siendo esta vía la más habitual en la actualidad”.