En el marco de este octubre misionero, como cada año, varios misioneros visitan nuestra diócesis para compartir sus testimonios en parroquias, colegios e institutos. En esta ocasión, el primero en llegar ha sido el misionero comboniano, Francisco Ochoa, y a las puertas del DOMUND que celebraremos este domingo 19 de octubre, también nos han visitado Alex Watene, misionero de la Consolata y Antonio Méndes, misionero Espiritano. Con los tres tuvimos ocasión de charlar.
FRANCISCO OCHOA
Francisco es mexicano, tiene 52 años, es misionero comboniano y lleva cuatro años en España. Es el octavo de una familia de nueve hermanos. El séptimo también es misionero comboniano. De sus 25 años de sacerdocio, 9 los pasó en Etiopía.
P.- ¿Cuál es el carisma de los misioneros combonianos?
R.- El fundador de los misioneros combonianos se llama San Daniel Comboni, un italiano que dedicó toda su vida en favor de África. Es muy recordado su lema “África o muerte”, que significa que los propios africanos deberían evangelizarse en un futuro. Nosotros nacimos para África. Sobre todo, trabajamos en las partes rurales y formando a la iglesia local.
P.- ¿Cómo surgió tu vocación?
R.- Yo nací en una familia muy religiosa donde mis padres nos llevaban a misa todos los días y rezábamos el rosario todas las noches. Cuando iba a misa me hacía siempre la misma pregunta viendo al sacerdote: ¿Por qué no tomar la misma decisión que él? A casa llegaban dos revistas misioneras y leyendo los diferentes testimonios, me fui contagiando de ese espíritu. Algo en mi corazón me decía que ese estilo de vida me llenaba.
P.- ¿Cómo fueron tus inicios en la misión en Etiopía?
R.- Fui muy contento porque era lo que deseaba. Cuando llegué recuerdo ver a muchas mujeres tapadas, mujeres musulmanas, y eso me impactó. La gente fue muy buena conmigo, personas muy hospitalarias. En aquel tiempo aún no había luz eléctrica en el país. Las noches eran oscuras, pero eran maravillosas porque se veía el cielo totalmente estrellado. Tampoco había medios de comunicación como Internet. Entonces, uno convivía mucho con la gente, con los jóvenes, con los niños, en las calles, en la escuela. Después de unos ocho años en el país, llegó la luz eléctrica, los móviles, etc., y la vida cambió bastante.
P.- ¿En qué se concretó la labor que desarrollaste en Etiopía?
R.- Etiopía era un país muy pobre que se ha podido desarrollar bastante con el último gobierno. Nosotros aportamos nuestro granito de arena a este desarrollo. A través de un proyecto social, impulsamos escuelas y algunas clínicas. Para nosotros es muy importante el tema de la educación. En la zona donde yo estuve, por ejemplo, las mujeres se casan a muy temprana sin consentimiento. Sus padres arreglan todo para que se casen. Entonces, una de nuestras misiones era hablar con los padres para que las dejaran estudiar más tiempo. También, había muchos problemas de alcohol en los jóvenes. Nosotros intentábamos darle otro sentido a sus vidas. Siempre con mucho respeto y en convivencia con otras religiones e iglesias
P.- Por último, en una frase, ¿por qué vale la pena dedicar la vida a la misión?
R.- Porque podemos dar esperanza a muchas situaciones.
ALEX WATENE
Alex Watene es keniano, tiene 36 años y es misionero de la Consolata, congregación religiosa fundada por el sacerdote italiano José Allamano. El carisma de estos misioneros se concreta en una misión ad gentes, enviados al mundo a evangelizar a quienes no han conocido a Dios.
P.- Alex, ¿cuáles crees que fueron las llamadas de Dios para ir concretando tu vocación?
R.- Yo creo que soy misionero, principalmente, por estar agradecido a Dios. Yo fui un niño de la calle y me adoptó una familia italiana. Una familia que solía venir a visitar a un sacerdote misionero de la Consolata. Ellos me vieron jugando en la calle y decidieron adoptarme. Eso marcó mi vida. Pude ir al colegio y después de estudiar mucho e ir a la universidad, me pregunté qué quería hacer con mi vida. Ahí pensé que quería devolver todo el bien que habían hecho conmigo. Por eso, decidí ser misionero.
P.- ¿Qué experiencias te han marcado en este tiempo?
R.- Durante estos 12 años de misión he tenido la oportunidad de participar en muchas acciones pastorales. Quizás, lo que más me ha marcado ha sido mi labor en Italia. Cuando llegué a este país me maravilló la belleza de sus iglesias, pero me sorprendió la ausencia de jóvenes. Estuve encargado de la animación misionera de los jóvenes sin saber muy bien qué hacer. Pero con paciencia conseguimos ir animando a varios jóvenes en un grupo de fe, también trabajamos con jóvenes de la calle y con otros que no creen pero que están dispuestos a ayudar, incluso yendo a África…En definitiva, he aprendido que la misión no solo se realiza viajando lejos a países subdesarrollados, sino que se puede realizar en todas partes. Lo más importante es anunciar siempre el Evangelio.
ANTONIO MÉNDES
Antonio Méndes es portugués, tiene 49 años y es misionero Espiritano, congregación religiosa fundada en Francia. Su misión principal es la evangelización de los pobres y marginados, anunciando el Evangelio en más de 60 países a través de la evangelización, la educación y la promoción de la justicia y la paz.
P.- ¿Cómo surgió tu vocación?
R.- En mi caso particular mis padres no son católicos. Tienen esa herencia religiosa por parte de mis abuelos, pero no practican. Entonces, por decisión propia entré en un grupo de jóvenes al tiempo que terminé mis estudios de ingeniería. Luego, trabajé en esta profesión, pero mi corazón me pedía otra cosa. Hice una pequeña experiencia misionera en Mozambique de un mes con otros 15 jóvenes y terminé decidiendo que quería ser misionero. Finalmente, antes de entrar en mi congregación para formarme, tuve otra experiencia más larga de tres años en Brasil.
P.- ¿Y cómo se lo tomaron tus padres?
R.- Mis padres lo único que me preguntaron fue, ¿y crees que ahí vas a ser feliz? Yo les respondí que sí. Entonces la única respuesta que obtuve fue, adelante.
P.- Alguna experiencia que te haya marcado especialmente en estos años de misión…
R.- Cuando estuve en Brasil, me destinaron a trabajar en la pastoral de la salud. Y entonces mi trabajo consistía en organizar un grupo de visitadores de enfermos. Uno iba con la idea de animar, pero lo cierto es que me sorprendió la vida que había en ellos, a pesar de las situaciones difíciles en las que estaban. Los enfermos me dieron una gran lección. Aprendí que con la fe se ven las cosas con otra perspectiva. La fe de los brasileños está muy arraigada.