El artista contemporáneo Rafa López es el autor del diseño de las dos vidrieras de la Parroquia de Nuestra Señora de la Oliva. A partir de su personal estilo, representa las escenas de la creación de Adán y Eva y de Pentecostés, relacionando así el inicio de la historia de la humanidad con el nacimiento de la Iglesia.
La vidriera que ocupa el presbiterio en el lado del Evangelio muestra la escena de Pentecostés según el segundo capítulo del libro de los Hechos de los Apóstoles. De nuevo por medio del color y el movimiento, el autor es capaz de traducir el relato de la Sagrada Escritura de manera atractiva y llamativa. En el nivel inferior son reconocibles las figuras de los Apóstoles, quienes están representados de color oscuro, ya que están a contraluz, pues el fondo, que muestra un paisaje con el cielo azul, aparece fragmentado por las lenguas de fuego del Espíritu Santo (Hch 2,3) que, en tonos amarillos y rojos, dotan de verticalidad y de ritmo a la composición, expresando por medio del color y las formas el descenso del Espíritu Santo no sólo sobre los Apóstoles, sino sobre toda la tierra, presentando así Pentecostés como la nueva creación del mundo redimido por Cristo muerto y Resucitado, poniéndose en relación con la vidriera de la nave de la Epístola.
Sobre los Apóstoles unas formas de diferentes colores, que se asemejan a los globos usados para los textos en los tebeos, representan las distintas lenguas que los discípulos son capaces de hablar por efecto de la efusión del Espíritu (Hch 2,4), el cual aparece según su representación tradicional como una paloma (cf. Lc 3,22) sobrevolando las cabezas de los Apóstoles. La presencia de un gallo con unas llaves parece aludir a Pedro que, en este momento toma la palabra (Hch 2,14-ss) citando la profecía de Joel (3, 1-5).
En el extremo inferior a la derecha del espectador aparece una gran llama de fuego, sobre la que se distinguen unas líneas alusivas al viento fuerte (Hch 2,2), mientras que en el otro extremo es el agua lo que equilibra la composición, haciendo referencia al Sacramento del Bautismo por el cual entramos a formar parte de la Iglesia nacida en Pentecostés, y que alude igualmente al agua que, junto con la sangre, brotó del costado abierto de Jesús en la cruz (Jn 19,34).
A la derecha del espectador, en su parte superior, es visible un dedo humano que representa el dedo de Dios en este momento. Es un recurso que el autor toma de la tradición iconográfica cristiana y que simboliza el poder infinito de Dios y su intervención en el mundo, siguiendo algunos pasajes de las Escrituras, como Ex 8 o Lc 11,20.
Estas dos vidrieras son exponente de que el arte más actual tiene cabida en los templos, continuando así con la fecunda alianza que siempre existió entre los artistas de cada tiempo y la Iglesia.
Antonio R. Babío, delegado diocesano de Patrimonio Cultural
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