Del 2 al 13 de junio celebramos el Día Internacional de los Archivos con una exposición dedicada este año a Miembros del Cabildo Catedral ilustres en Letras, Artes, Santidad y Dignidad. A ella se suman estas líneas en las que destacaremos, brevemente, a tres singulares canónigos.
El primero es el sevillano D. Juan de Loaisa Tejada (1633-1709). Coetáneo y amigo, entre otros, de Justino de Neve, Diego Ortiz de Zúñiga y Murillo, fue racionero, canónigo, mayordomo, secretario y contador. Tuvo un papel importante en la celebración de la canonización de San Fernando y en el impulso de las causas del Venerable Contreras y de la Madre Francisca Dorotea, cuyos retrato (de Luis de Vargas y de Murillo respectivamente) donó al Cabildo. Ambos podemos contem
plarlos en la Capilla de Santiago.
Además, como archivero y bibliotecario realizó una ingente labor de organización y descripción de la que aún somos deudores. Su peculiar letra es reconocible en documentos del Archivo Capitular y en manuscritos de la Biblioteca. Entre ellos destacaremos uno de enorme utilidad: las Memorias sepulcrales de esta Santa Iglesia…, porque gracias a la descripción que hizo, aún podemos conocer los enterramientos que hubo en la Catedral y que, en su mayoría, se perdieron tras el cambio de solería en el XVIII.
Continuamos con el canónigo portuense D. Juan Antonio Vizarrón y Eguiarreta (1682-1747). Fue canónigo, arcediano, diputado del Cabildo en Roma y arzobispo de México tras ser propuesto en 1729 por Felipe V, a quien atendió personalmente durante la estancia del monarca en nuestra ciudad.
En 1734 fue nombrado virrey de Nueva España, pero nunca olvidó a la catedral hispalense y en su testamento le legó valiosas “alhajas” (objetos litúrgicos) de oro y plata, algunas para el culto a la Virgen de la Antigua, y doce grandes candelabros de plata o blandones, también llamados vizarrones en recuerdo de su donante. Miden 1,85 m. de altura que era, según él mismo refiere, su propia estatura. Esta donación la comunica al Cabildo en una carta de 1745.
El envío a Sevilla se haría en tres barcos para mayor seguridad. Hoy los blandones se custodian en grandes armarios junto a la sacristía mayor y siguen empleándose en las celebraciones litúrgicas, y parte del resto de las alhajas se expone en el Tesoro.
Cerramos con el jerezano D. Manuel López Cepero (1778-1858). Entre otros cargos, fue Diputado en Cortes, Senador, presidente de la Real Academia de Bellas Artes y de la Comisión de Monumentos sevillanos, relevante coleccionista de pintura, bibliófilo, profesor universitario, cura del Sagrario, lectoral, canónigo, mayordomo de Fábrica y deán desde 1844 hasta su muerte.
Gran defensor de nuestro patrimonio, salvó de manos francesas y del proceso desamortizador numerosas obras de arte. En 1837 promovió, sin éxito, la creación de un panteón de sevillanos ilustres en el trascoro de la Catedral, pero lo consiguió más adelante en la cripta de la iglesia de la Universidad, donde él mismo sería enterrado. Sí rescató de la Cartuja el sepulcro del arzobispo Gonzalo de Mena, a donde llegó en el siglo XVI desde la propia Catedral por ser el fundador del monasterio. Hoy podemos admirarlo también en la capilla de Santiago.
Donó algunas piezas de su colección a la Catedral, así como una valiosa crónica manuscrita de Juan II para la Biblioteca Capitular que perteneció a su hija, Isabel la Católica.
Son, por tanto, tres canónigos que han dejado su huella en la Catedral y que merecen nuestro agradecido recuerdo.
Nuria Casquete de Prado Sagrera, Directora gerente de la Institución Colombina
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