El Dicasterio para la Comunicación ha publicado recientemente un documento bajo el título ‘Hacia una plena presencia’ en el que se realiza una reflexión pastoral sobre la interacción en las redes sociales.
Este es fruto del trabajo de expertos, educadores, jóvenes profesionales y líderes, laicos, sacerdotes y religiosos, y en él afrontan algunas de las principales cuestiones relativas al modo en que los cristianos deberían participar en el mundo digital. “No se proponen ser una guía precisa para el ministerio pastoral en esta área. En cambio, se espera que promuevan una reflexión común sobre nuestras experiencias digitales, animando a las personas y a las comunidades a adoptar un enfoque constructivo y creativo que fomente una cultura de amor al prójimo”.
Trampas y riesgos
El documento se divide en cuatro apartados, en los que va desarrollando la idiosincrasia de la presencia de un cristiano en las redes sociales.
En la primera parte, el texto advierte de “las trampas en las autopistas digitales”. Entre ellas señala cómo los usuarios de internet se han transformado en consumidores y mercancías: “En cuanto consumidores, se les presenta publicidad personalizada y contenido patrocinado hecho a su medida; en cuanto mercancías, sus perfiles y sus datos se venden a otras empresas para el mismo fin”. Esta personalización de los resultados de búsqueda, conlleva “la exposición forzada a una información parcial que corrobora nuestras propias ideas y refuerza nuestras creencias, y nos conduce a aislarnos en burbujas creadas por los filtros”. Eso, a su vez, conlleva el riesgo de caer en discursos agresivos y negativos, “que ofrecen un terreno fértil para la violencia, el abuso y la desinformación”. Ante este escenario, el documento invita a que “pasemos de una concepción de los medios digitales como experiencia individual, a otra basada en el encuentro mutuo que promueve la construcción de la comunidad”.
El segundo punto del documento se titula ‘De la conciencia al verdadero encuentro’ y aborda cómo la abundancia de información produce en los usuarios “una sobrecarga” y provoca que “nuestra atención se disperse”. Otro problema cognitivo asociado a la cultura digital es “la pérdida de la capacidad de pensar de modo profundo y centrado”. Al respecto, apuntan desde el Dicasterio para la Comunicación, “sin silencio ni espacio para pensar despacio, en profundidad y con propósito, corremos el riesgo de perder no solo las capacidades cognitivas, sino también el espesor de nuestras interacciones”. Como respuesta a esta situación, se propone buscar el silencio, “que puede compararse con una desintoxicación digital, que no es simplemente abstinencia, sino una forma de interactuar a un nivel más profundo con Dios y con los demás”.
De la pantalla al encuentro
El tercer apartado del documento invita a superar la lógica dicotómica de lo digital frente a lo físico, en persona, y “asumir una lógica de ambas cosas a la vez, basada en la complementariedad y la totalidad de la vida humana y social”. En ambos escenarios, por tanto, se promueve alejarnos del “tribalismo digital en el que los grupos se enfrentan unos a otros con espíritu de contraposición”. En cambio, exhorta a “convertirnos en motores de cambio imaginando nuevos modelos basados en la confianza, la transparencia, la igualdad y la inclusión”. Un modelo de presencia en las redes sociales que derive en un encuentro personal con otros y especialmente con Dios, ya que “la web social complementa, pero no sustituye el encuentro en persona”.
Cada cristiano es un microinfluente
El texto concluye ofreciendo un perfil del comunicador cristiano: “Estamos llamados a dar testimonio de un estilo de comunicación que no se basa únicamente en el individuo, sino en una forma de construir comunidad y pertenencia”. También recomienda la narración de historias, “gracias a su poder único para capturar la atención y hablarnos directamente”. El estilo del cristiano en redes sociales debe ser, además, “reflexivo, no reactivo. Debemos estar atentos a no publicar y compartir contenidos que puedan causar malentendidos, exacerbar la división, incitar al conflicto y ahondar los prejuicios”. En esta línea, se insiste en que el influente cristiano debe ser reconocido por “su disponibilidad para escuchar, por discernir antes de actuar, tratar a las personas con respeto y por responder con una pregunta en vez de con un juicio”. En definitiva, el documento recuerda que en redes sociales “no estamos haciendo publicidad, sino comunicando la vida que se nos ha dado en Cristo”, por tanto, “todo cristiano debe procurar no hacer proselitismo, sino dar testimonio”.