¿Cuándo termina la Cuaresma? ¿Qué cultos marcan la centralidad de la celebración de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor? ¿Por qué se estableció el Jueves Santo como el día del amor fraterno? ¿Asumimos realmente la relevancia de lo que celebramos la noche del Sábado Santo? La liturgia de la Iglesia tiene respuestas para estas y otras cuestiones que nos sitúan en el tiempo más trascendental del año para la vida de fe de un cristiano.
El arzobispo de Sevilla, monseñor José Ángel Saiz Meneses, se detiene en el significado de cada jornada a través de unos vídeos explicativos que se emiten esta Semana Santa en los medios de comunicación diocesanos. Unos días que suponen “una nueva oportunidad para madurar en la vida cristiana, crecer en las actitudes de Cristo, morir a toda tendencia egoísta, resucitar a una nueva vida, profundizar en la contemplación y vivencia del misterio pascual”.
Don José Ángel invita a los fieles diocesanos de Sevilla a que aprovechen estos días para reflexionar. Este es el primer paso. La celebración del triduo sacro, las estaciones de penitencia, la contemplación en las calles de las escenas de la Pasión, Muerte y Resurrección… No son pocos los medios que disponemos en nuestro contexto religioso para centrar el verdadero sentido de lo que celebramos estos días. El arzobispo sitúa esa necesaria reflexión en una vertiente práctica, buscando lo que denomina “cauces de solidaridad”, o, lo que es lo mismo, “compartiendo y proyectando ese amor a los hermanos, especialmente a los más necesitados”.
En su mensaje para el Domingo de Ramos, monseñor Saiz advierte del riesgo de reducir la fe a “una emoción entre otras muchas”. Por el contrario, subraya la oportunidad que se presenta estos días para “volver la mirada a lo esencial”, y vuelve a recordar que la celebración de los santos oficios y de las procesiones -que califica como “únicas en el mundo”- puede ser una ocasión propicia para “leer y meditar los relatos de la Pasión, Muerte y Resurrección”.
Institución de la Eucaristía
“El camino de la Semana Santa nos lleva hasta el Cenáculo, donde el Señor celebra la Pascua con sus discípulos. Contemplamos la institución de la Eucaristía, el mandamiento del amor fraterno, la institución del sacerdocio ministerial y su ejemplo de servicio a los hermanos”. De esta forma, el arzobispo de Sevilla adelanta el significado de la primera de las celebraciones del triduo sacro, la tarde del Jueves Santo.
Esta cita marca además el final de la Cuaresma, con una liturgia salpicada de momentos y ritos muy significativos. El lavatorio de pies, por citar el momento más llamativo de esta celebración, es para todo cristiano “un compromiso y una invitación a preguntarnos si hacemos realidad, en la Iglesia y en el mundo, este compromiso de servicio que el Señor nos ha confiado según la vocación y el estado de cada uno”.
El Jueves Santo es el día del amor fraterno y de la institución de la Eucaristía. Es, además, una jornada muy especial para los miles de voluntarios y profesionales de Cáritas, que entregan su tiempo a los demás, con una actitud de servicio que no pone condiciones.
“Mirad el árbol de la cruz…”
Viernes Santo, conmemoración de la Muerte de Jesús de Nazaret. Los Evangelios narran con detalle la Pasión del Señor y no se celebra la misa. La tradición marcaba unos signos evidentes del luto que vive la Iglesia: el crucifijo se cubre con una tela morada, el sagrario permanece abierto mostrando que Jesús no está, la Iglesia manda guardar ayuno y abstinencia… El arzobispo se detiene en el cruce de miradas, “en el que somos vistos por el mismo Dios y en el que nuestro corazón recibe el impacto de su presencia misericordiosa que sana nuestras heridas, que cura nuestro modo de ver a Dios, de ver el rostro de los otros y de ver la realidad del mundo”.
En los oficios, en las procesiones, en los actos piadosos de hoy, la contemplación de las imágenes sagradas debe ser “una puerta de entrada a la experiencia de Dios”. Monseñor Saiz Meneses hace hincapié en ello: “Nos ayudan a entrar en oración, porque son medios para contemplar el misterio de la salvación que llega de Cristo y de la intercesión de María, luz que alumbra el existir, que nos hace mirar más allá de lo visible y descubrir la grandeza de su amor”.
“¡Cristo ha resucitado!”
Todo lo celebrado estos días tiene un sentido. La Vigilia Pascual nos sitúa ante “el gran misterio, el fundamento de la fe y la esperanza cristiana”, porque Jesús de Nazaret, el crucificado, ha resucitado al tercer día. Y este anuncio nos da la paz. Precisamente, en su intervención con este motivo, el arzobispo nos anima a pedir el don de la paz: “Eduquemos para la paz, seamos mensajeros de paz, constructores de paz y reconciliación en el mundo”.
En la Vigilia Pascual, la noche del Sábado Santo, celebramos la victoria de la luz sobre las tinieblas (la liturgia arranca en oscuridad), de la vida sobre la muerte. Esta celebración marca el inicio del tiempo de Pascua y sirve además para recordar la historia de la Salvación con una extensa liturgia de la Palabra. Se enciende el cirio pascual, como símbolo de la luz de Cristo, se renuevan las promesas bautismales, se acoge a nuevos miembros en la comunidad mediante el sacramento del Bautismo y se celebra la Eucaristía.
Este día, el arzobispo de Sevilla nos desea una santa Pascua y nos anima a seguir adelante como peregrinos de la esperanza, “con la mirada puesta en el cielo, meta de nuestra peregrinación, comprometidos en la construcción del Reino de Dios en la tierra, testigos de alegría y esperanza”. La alegría, al fin, tiene un fundamento: “Cristo ha resucitado, está vivo y camina con nosotros”.
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