Este domingo comienza la novena en honor a la Madre de la Virgen en la Parroquia de la Señora Santa Ana de Triana que, con más de siete siglos de historia desde su fundación por el rey Alfonso X el Sabio en 1266, no sólo venera con devoción a la Abuela del Niño Dios sino también a San Joaquín, antaño titular de una hermandad de clérigos.
En 1628 fueron aprobadas las primeras reglas de la Hermandad de San Joaquín, fundada por el beneficiado y cura propio de Santa Ana, el doctor Alonso Larios Monge y formada por los clérigos de la Parroquia y los naturales de Triana, que celebraban solemnemente la fiesta del Padre de la Virgen, que entonces era el 20 de marzo, en la que organizaban una función litúrgica seguida de la procesión con la imagen del Santo por las naves del templo, como se especifica en dichas reglas y recoge Justino Matute en su indispensable obra de 1818, Aparato para escribir la historia de Triana y de su Iglesia Parroquial.
Esta imagen que se venera en su capilla de la nave de la Epístola de la Parroquia es obra del escultor Blas Muñoz de Moncada, con quien el 24 de agosto de 1664 la Hermandad contrata su hechura. En la escritura, publicada por la archivera de la Parroquia de Santa Ana y bibliotecaria de la Facultad de Teología de Sevilla Amparo Rodríguez Babío, este escultor se comprometía a hacer una Imagen de Sr. S. Joaquín para la dicha Hermandad, de siete cuartos de alto, sin la peana (…) y dorada y estofada la dicha Imagen y peana y con su cordero a los pies (…) la cual tendré acabado en toda forma para el día último del mes de Enero del año que viene de mil y seisciento y sesenta y cinco”.
Muy pocos son los datos que conocemos de este escultor, que pudo ser discípulo de alguno de los hermanos Ribas, Felipe, Francisco Dionisio y Gaspar.
Se representa el Abuelo de Jesús de pie, con la mirada dirigida hacia lo alto, sujetando un cayado de pastor de plata con su mano izquierda, mientras que alza el brazo derecho y presentando la mano abierta, con un gesto que parece indicar sorpresa y admiración. Por ello, se deduce que esta imagen representa concretamente el momento de la aparición del ángel que le anuncia el nacimiento de María mientras apacentaba su rebaño, episodio recogido en el apócrifo Protoevangelio de Santiago (IV, 2) y con más detalle en el Evangelio del Pseudo Mateo (III,1-3) y en el Libro sobre la Natividad de María (III,1-4), y que aparece igualmente representado en una de las tablas del magnífico retablo mayor de esta iglesia, realizadas entre 1550 y 1556 por de Pedro de Campaña. Precisamente este momento de la vida de San Joaquín es citado por el Papa Francisco en su mensaje con motivo de la Primera jornada mundial de los abuelos y los mayores, que se celebrará todos los años el cuarto domingo de julio, el más cercano a la fiesta de Santa Ana y San Joaquín, para ejemplificar cómo el Señor conoce cada uno de nuestros sufrimientos y siempre “está al lado de los que tienen la dolorosa experiencia de ser dejados a un lado”, como le sucedió a San Joaquín. Así nos dice el Papa: “Una tradición narra que san Joaquín, el abuelo de Jesús, fue apartado de su comunidad porque no tenía hijos. Su vida —como la de su esposa Ana— fue considerada inútil. Pero el Señor le envió un ángel para consolarlo. Mientras él, entristecido, permanecía fuera de las puertas de la ciudad, se le apareció un enviado del Señor que le dijo: “¡Joaquín, Joaquín! El Señor ha escuchado tu oración insistente”. Por eso, el Papa Francisco nos señala que la vida de los Abuelos de Jesús es recuerdo permanente de que el Señor siempre está a nuestro lado, nunca nos abandona, llenando nuestra vida y nuestro sufrimiento de sentido y esperanza.
Completa esta bella imagen su iconografía un cordero a sus pies y el nimbo de plata con decoración vegetal que lleva en su cabeza, obra fechada en 1701 y viste una túnica azul estofada en oro con botonadura en el pecho y en las bocamangas, así como un manto de color rojo, igualmente estofado en oro, que le cruza por delante y se recoge en la cintura, mientras que calza sus pies con unas botas altas.
Como señala el profesor José Roda, quien se ocupa de esta escultura en el capítulo dedicado a las imágenes devocionales de esta Parroquia en la monografía editada con motivo del 750 aniversario de su fundación, los ojos están pintados directamente sobre la madera y los cabellos presentan el típico abocetamiento propio de la escultura sevillana del siglo XVII.
Esta imagen de San Joaquín recibe culto en un retablo tradicionalmente atribuido a Bernardo Simón de Pineda, del que conocemos la fecha de su estreno, el día de Santa Ana de 1691.
Antonio Rodríguez Babío, delegado diocesano de Patrimonio Cultural
Fotos: Daniel Villalba