El próximo sábado será coronada canónicamente la imagen de la Divina Pastora de las Almas, de la Hermandad de Santa Marina, por lo que nos unimos a tan gozoso acontecimiento presentando hoy esta pintura de Fray Isidoro de Sevilla, creador e impulsor de la advocación de María como Madre del Buen Pastor y fundador de dicha Hermandad.
Fray Isidoro de Sevilla nació en nuestra ciudad en 1662, ingresando con 18 años en el hispalense Convento Capuchino de Santas Justa y Rufina, siendo ordenado sacerdote en Granada en 1687. Falleció en Cádiz en 1750. Estando en oración en el coro bajo del Convento de Sevilla el 24 de junio de 1703, tiene la ocurrencia de representar a la Virgen María como la Madre del Buen Pastor, para lo que se dirige a un pintor que plasme en un lienzo esta hermosa idea. La tradición viene identificando a este artista con Miguel Alonso de Tovar, si bien el prestigioso mariólogo Álvaro Román, apunta a Cristóbal López, maestro de Bernardo Lorente Germán. Esta primera representación de la Divina Pastora de las almas colocada en un estandarte se dará a conocer públicamente el 8 de septiembre de dicho año, realizando un rosario desde la Iglesia de San Gil hasta la Alameda de Hércules. Como señala el autor citado, desde entonces Fray Isidoro vivió tan solo para propagar esta nueva devoción, comenzando por fundar una Hermandad en la citada parroquia de San Gil, que se trasladará posteriormente a Santa Marina, donde en 1705 entroniza la primera imagen escultórica, realizada por el escultor Francisco Antonio Ruiz Gijón, que ahora será coronada.
La pintura que hoy presentamos se puede fechar alrededor de 1740 y es obra del pintor Juan Ruiz Soriano (1701-1763), quien realizó su aprendizaje en el taller de su primo, el ya citado Alonso Miguel de Tovar.
Muestra a Fray Isidoro de Sevilla, ya anciano, orando ante un cuadro de la Divina Pastora situado en su escritorio, en el que están depositadas dos de sus obras más emblemáticas como son La Pastora Coronada y La mejor Pastora Asunta, además de varias hojas de papel sobre las que se dispone un tintero con la pluma, poniéndose así de relieve su importancia como escritor y predicador. La imagen de la Pastora que aparece sigue fielmente los dictados del capuchino acerca de que como se debe representar esta advocación mariana: la Virgen sentada bajo un árbol, vestida con túnica roja, pellica blanca y manto azul, con el sombrero terciado hacia atrás, portando el cayado, y acariciando un cordero, mientras que con la otra mano sostiene unas rosas. María aparece rodeada de un rebaño de ovejas que llevan en sus bocas rosas, símbolo del Avemaría con que la veneran. Al fondo de la composición se vislumbra una oveja perdida salvada del lobo por el arcángel San Miguel. Remata el conjunto dos ángeles volando sobre la Virgen que le colocan una corona.
Antonio Rodríguez Babío, delegado diocesano de Patrimonio Cultural
Foto: Francisco Javier Montiel
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