Rector del Redemptoris Mater: “El sacerdocio no es un oficio de segunda clase, sino lo más grande que un joven puede hacer en su vida”

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Rector del Redemptoris Mater: “El sacerdocio no es un oficio de segunda clase, sino lo más grande que un joven puede hacer en su vida”

El rector del Seminario Diocesano Misionero Redemptoris Mater de Sevilla, Ramón González, ha resaltado el rol crucial que desempeñan las familias cristianas en el acompañamiento a las jóvenes vocaciones. A continuación, reproducimos la entrevista con ocasión del día del Seminario que la Iglesia celebra el 19 de marzo, haciéndolo coincidir con la Solemnidad de San José.

¿Cuál es el rol de las familias cristianas en la decisión de un joven de entrar en el Seminario?

El rol es crucial: hacer que desde niño el joven visualice la figura presbiteral con toda su importancia para la vida de la Iglesia, su servicio imprescindible, su dignidad emanada de Cristo mismo. Ha de hablarles desde la propia vida cristiana, con el convencimiento de la propia fe, de que tienen que estar muy atentos y abiertos sin temor a que puede que Dios esté llamándolos a ellos. Que Él mismo se encargará de ir haciéndoselo descubrir y los animará a acogerlo con alegría, dándoles ilusión por entregar su vida al servicio de la Iglesia, y de tantos hermanos que necesitan y esperan la ayuda de Cristo mismo en su propia persona: su guía, su palabra y sus obras de amor –especialmente el perdón de sus pecados y la entrega eucarística de sí mismo–. Que este carisma no es un oficio de segunda clase para quienes no tienen otras posibilidades, sino lo más grande que pueden hacer en su vida.

La familia ha de apoyarles cuando vislumbran una posible vocación o en el delicado momento de una decisión vocacional. Pero sin proyectarse en ellos, sin condicionarlos con influencias afectivas y emocionales, dejándoles en absoluta libertad.

La vocación sacerdotal, no nace en el Seminario, ni en el Obispado, sino en sus hogares, en las familias cristianas. ¿No es así? Podríamos decir que luego interviene la parroquia, el grupo o la comunidad. Pero la buena tierra que hace posible que crezca la planta de la vocación es la piedad y la vida espiritual que se ha recibido en el clima espiritual de la propia familia. ¿Cuál ha sido su experiencia en torno a este planteamiento a lo largo de sus años como sacerdote y actual rector del Seminario?

Las vocaciones del seminario Redemptoris Mater se originan en las comunidades neocatecumenales. La mayoría de los candidatos comienza esta experiencia en sus familias desde la infancia, imbuyéndose de la vida cristiana, sus nociones más rudimentarias, oraciones elementales y ambiente de piedad. Progresivamente, van creciendo en el conocimiento y vivencia de la fe ayudados por el ejemplo de sus padres: que no se divorcian, porque existe el perdón y la reconciliación, o son experiencias de familia extrañas al cristianismo (como ven en el 70% de sus compañeros de clase); que ven su generosidad, porque siendo el 5º, 6º, 7º, etc. ni siquiera hubiesen tenido el derecho a la vida. Por la transmisión de la fe de sus padres, a través de las liturgias domésticas dominicales (celebración festiva catequética de Laudes y ronda de diálogo y experiencias de los hijos), así como por la participación en las Laudes de la convivencia mensual de la comunidad de sus padres y la participación en las celebraciones de la Eucaristía en la parroquia. Esto, les ayuda a tomar conciencia de la comunidad eclesial, del clero –como servicio indispensable para ella– y de la misión de la Iglesia: viendo a sus padres participar en la evangelización como catequistas, o como servidores de la Palabra para ayudar a comunidades recién nacidas, o con su participación –ya desde niños– en la experiencia misionera de la Iglesia yendo con sus padres a las salidas del anuncio del kerigma preparado cantando y danzando en las plazas de la ciudad algunos domingos de Pascua.

Llegado el momento de la preparación a la primera comunión, inician su formación en un grupo parroquial con los demás niños, como también harán posteriormente para la Confirmación.

Después, a los trece o catorce años, entran en sus propias comunidades –su nueva “familia” eclesial– con el fin de seguir un catecumenado post-bautismal para el crecimiento y maduración de la fe y la gracia bautismal, por etapas, en un serio itinerario que, saben, durará bastantes años. Poco a poco, van viviendo, ahora a nivel personal, la interpelación de la Palabra de Dios y del Evangelio, de la historia de la Salvación, la predicación de la Iglesia y su doctrina, y la experiencia de vida en comunidad, la liturgia y los sacramentos; y el fruto de todo ello: el cambio de vida moral.

Otros muchos jóvenes, mediante las catequesis del Camino, también encuentran su “familia” de la fe, la comunidad cristiana. Sin haber nacido en familias neocatecumenales, vienen de ambientes más o menos alejados de la Iglesia, de experimentar el naufragio de la familia en la sociedad actual. Son estudiantes o del mundo laboral que ahora han vivido por primera vez o reencontrado a Cristo en su Iglesia. La comunidad suple sus carencias familiares y va curando sus malas experiencias.

Unos y otros, tendrán el gozo de la participación –al menos en alguna ocasión– en la experiencia misionera de la Iglesia (salidas de anuncio del kerigma algunos domingos de Pascua, los envíos de dos en dos los veranos y peregrinaciones y encuentros vocacionales). Todo ello, siempre testimoniado por la abnegada entrega y vida del clero y la de los catequistas laicos, que les han servido maternalmente, les ayudará a poder empezar a considerar la posibilidad de una vocación misionera al presbiterado. Una vez suscitada, esta “familia-comunidad”, animará la vocación, la protegerá y ayudará en los momentos de crisis o dificultad.

¿Qué rasgos llamativos subrayaría de los padres cuando acuden con su hijo al Seminario?

Cuando los padres tienen fe, ven una gran bendición para su hijo, para su familia y para toda la Iglesia, su vocación sacerdotal. Tienen ilusión y, aunque saben que vendrán dificultades y momentos de lucha, lo dejan en manos del Señor.  Conociendo bien a su hijo, sus virtudes y defectos, ponen su esperanza en que el seminario ayudará a su hijo y corregirá lo que sea necesario.

¿Cómo es la oración que dirige a Dios, en su carácter de rector, por los jóvenes seminaristas y por las vocaciones en general?

Sobre todo, asidua, constante, aprovechando todos los momentos de oración comunitaria del día y en la oración personal. Poniendo ante el Señor sus dificultades, problemas, crisis y dudas personalizadamente  y encomendándolos a nuestra Madre la Virgen y a nuestros santos patronos y protectores Santa Gema y San Juan de Ávila.

Respecto a las vocaciones en general, me gusta obedecer al Señor, que nos ha enseñado a pedirle al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. Sabiendo que es urgente: “Ved los campos que blanquean ya para la siega” (Jn 4,35), los campos que el Padre prepara con su actuación en la vida de cada hombre”.

“Sin sacerdotes no hay Eucaristía”. Una llamada a toda la Iglesia de Sevilla a rezar con perseverancia, para que Dios envíe obreros a su mies.

Sin sacerdotes no hay Eucaristía, pero tampoco sacramento del perdón ni la fuerza del Espíritu Santo para el momento crítico de la enfermedad y del “combate” final para pasar a la casa del Padre. Nos quedamos con un cuerpo sin cabeza, sin Cristo mismo guiándonos, dándonos una Palabra de discernimiento en los problemas de nuestra vida –que no son pocos–; porque tampoco hay suficientes catequistas de adultos. Nos quedamos sin quien anime el vínculo de comunión y amor eclesial y sin quien presida la caridad con propios y extraños.

Ya sabemos que hay una crisis vocacional generalizada sin precedentes, casi un tercio menos de vocaciones que en el año 2000 en España. ¿Habrá algo más que decir –con brevedad– para concienciarnos todos y urgirnos a rezar con perseverancia para que Dios envíe obreros a su mies?

Sobre el Seminario Redemptoris Mater de Sevilla

Los seminarios Redemptoris Mater son uno de los frutos de la renovación conciliar del Vaticano II. En 1991, la Comisión Intercongregacional creada por Juan Pablo II para hacer frente a la escasez de presbíteros en muchas partes del mundo reconoce que “esta idea del Concilio ha sido aplicada en los seminarios Redemptoris Mater, que preparan presbíteros para la nueva evangelización, según el programa del Camino Neocatecumenal… Esto haría ver una nueva forma de ministerio: el misionero diocesano”.

El Seminario Redemptoris Mater de Sevilla inició el curso en el período 2012-13 con el sacerdote diocesano Ramón González como rector, después de servir siete años en Morón y haber estado 18 como misionero en América.

Actualmente el Seminario del Camino cuenta con diez seminaristas.

Bajo la jurisdicción y obediencia del obispo

Los Seminarios Redemptoris Mater deben su nombre a la encíclica sobre la Madre del Redentor de Juan Pablo II. El año de su publicación, 1987, el Papa pidió un seminario misionero para la diócesis de Roma, y encargó la formación al Camino Neocatecumenal. Son seminarios diocesanos bajo la jurisdicción y obediencia del obispo, quien designa sus formadores y ordena e incardina en la propia diócesis a sus presbíteros. Su peculiaridad es que los candidatos proceden casi en su totalidad de comunidades neocatecumenales y de familias de estas. Durante el período de formación al presbiterado -reciben la misma formación teológica que los otros seminaristas de la diócesis-  continúan el catecumenado post-bautismal. “Así –comenta el rector- redescubren su bautismo, ayudados por la Palabra y los sacramentos, reviven y maduran la fe hasta una estatura adulta y fructífera en el aprendizaje de la oración, la obediencia, el sentido de la cruz, la vida comunitaria, parroquial, diocesana y eclesial en comunión y servicio, etc”.

Los seminaristas continúan la actividad pastoral y evangelizadora de sus comunidades, con uno o más años de experiencia misionera, un año de trabajo pastoral en las parroquias como diáconos y tres, o más, años en la diócesis como presbíteros, antes de que el obispo les envíe en misión. Pero si el obispo tiene necesidad de ellos en su diócesis, puede asignarlos donde quiera, ya que están ordenados sin condición.

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