La vida pastoral de nuestra Archidiócesis suele caracterizarse por su gran intensidad a lo largo de todo el año, pero hay semanas en que tiene lugar una particular concentración de celebraciones y eventos. Así es la presente, en la que se cumple el tercer aniversario de mi inicio de ministerio como arzobispo de esta sede, y en la que destaca la ordenación de cuatro nuevos presbíteros al servicio del Pueblo de Dios que peregrina en Sevilla. Ellos son: Fernando Martín, Moisés Benavides, Andrés Rodríguez y Camilo Leal. Las ordenaciones presbiterales son siempre un motivo de alegría y esperanza para nuestra familia diocesana. Rezamos especialmente para que sean sacerdotes santos, según el Corazón de Cristo.
La pastoral vocacional es una actividad que se inserta en la pastoral ordinaria de cada Iglesia particular. Se trata de una dimensión esencial de la pastoral de la Iglesia, de su vida y misión. Su finalidad es cuidar el nacimiento, el discernimiento y el acompañamiento de las vocaciones. La pastoral vocacional nace y es consecuencia de la vida de la Iglesia y está a su servicio. La vocación es un misterio inefable en el marco de la relación que Dios establece con el hombre en lo profundo de su corazón, y del que espera una respuesta. Este misterio se realiza en la Iglesia, que está presente y operante en la vocación de cada sacerdote. El camino habitual es que el Señor se sirva de mediaciones, de personas que facilitan el proceso, que propician el encuentro.
Los educadores, especialmente los sacerdotes, no deben tener reparos a la hora de proponer la vocación sacerdotal como una posibilidad real a aquellos jóvenes en los que se aprecian los dones y las cualidades necesarias. No hay que tener miedo de condicionarles o limitar su libertad; al contrario, una propuesta concreta, en el momento oportuno, puede ser decisiva para provocar en ellos una respuesta libre y auténtica. Es muy importante la cercanía y la palabra oportuna, su testimonio gozoso, capaz de generar interrogantes.
También el ámbito de la acción caritativa y social de la Iglesia es un lugar propicio para el encuentro con el Señor y para escuchar su llamada, porque forma parte de su naturaleza más profunda, tanto como la acción evangelizadora o el servicio de los sacramentos. Los jóvenes de hoy muestran una particular sensibilidad respecto a las personas que viven en la pobreza, en la marginación, y se comprometen a través de diferentes voluntariados. En nuestra sociedad, la vivencia de la gratuidad es un camino propicio para el encuentro con Cristo.
La dirección o acompañamiento espiritual es también un medio indispensable en la pastoral vocacional con el fin de ayudar en el proceso de crecimiento y sobre todo a la hora de descubrir la vocación específica. Es necesario recuperar y redescubrir la gran tradición del acompañamiento espiritual individual, que ha dado siempre tantos y tan preciosos frutos en la vida de la Iglesia. Tarea no fácil, que requiere mucho tiempo y paciencia, pero que da un fruto extraordinario en el campo que nos ocupa.
Todos somos responsables en la tarea de la pastoral vocacional. La responsabilidad recae en la comunidad eclesial, en todos los ámbitos y estamentos del Pueblo de Dios. El primer responsable es el obispo con la colaboración de su presbiterio. El obispo ha de promover y coordinar las iniciativas adecuadas; los presbíteros y diáconos colaborarán sobre todo por su entrega, por su testimonio de servicio y de fraternidad y por su celo evangelizador; también hay que promover grupos vocacionales cuyos miembros ofrezcan la oración y la cruz de cada día, así como apoyo moral y material. Los miembros de la vida consagrada y los fieles laicos tienen una gran importancia, especialmente los catequistas, los profesores, los educadores, los animadores de la pastoral juvenil. También hay que implicar a los numerosos grupos, movimientos y asociaciones de fieles laicos. Una responsabilidad particular está confiada a la familia cristiana.
+José Ángel Saiz Meneses
Arzobispo de Sevilla