El pasado martes, el programa La Pasión de 7TV Sevilla, conducido por el periodista Víctor García – Rayo, publicó una entrevista al arzobispo de Sevilla, monseñor José Ángel Saiz Meneses, sobre su 40º aniversario de ordenación sacerdotal, la figura del pastor de la Iglesia en Sevilla y, diversos temas de actualidad como el Jubileo de las Cofradías, su cuenta en X, @arzobispoSaiz, entre otros.
A continuación, reproducimos la entrevista que puede ver en este enlace La Pasión (23-07-2024)
La sonrisa del arzobispo de Sevilla es una herramienta, un instrumento de Dios que no es de usted y que Él se vale de ella para que el pastor haga mejor su trabajo. No sé si usted es consciente de que su sonrisa acerca al Señor y creo que se lo dice portavoz de muchos sevillanos.
Yo me siento muy honrado y agradecido por esta observación. Yo procedo con mucha naturalidad y con mucha normalidad. Es decir, que no es que vaya sonriendo como fruto de una estrategia de marketing, no. Yo actúo con mucha, con mucha naturalidad, con mucha normalidad.
Su sonrisa es la alegría del Evangelio que está dentro de usted.
Pues es una expresión, sí. Yo creo que es una manifestación de la alegría, de la felicidad, de la plenitud del hecho de estar aquí en Sevilla como padre y pastor de esta familia diocesana, que es preciosa. También tenemos problemas y también tenemos muchos puntos de mejora, pero en conjunto, yo estoy feliz y estoy alegre y claro, eso hay compartirlo y proyectarlo.
¿Cuál es la principal devoción que hay en su corazón?
Yo soy muy Cristo céntrico, es decir, la centralidad de Cristo en mi vida. De hecho, cuando fui ordenado sacerdote, en las estampas de ordenación, por detrás puse dos frases de san Pablo que reflejaban mi estado interior en aquel momento, son de dos cartas, pero ligadas, “Para mí la vida es Cristo. Ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí”. Es decir, eso es una aspiración. Ojalá yo lo viviera como san Pablo. Es una aspiración y un deseo por mi parte, pero sí que esa centralidad de Cristo en mi vida es muy importante.
En mi casa, cuando yo era pequeño, se rezaba el rosario cada noche después de cenar. Aprendí las letanías de pequeño antes de saber leer y escribir, porque al niño pequeño se le queda todo grabado. También la figura de María Santísima es muy importante en mi vida. Pero, después, sobre todo en el Seminario Mayor en Toledo y, a través del que fue allí mi director espiritual hasta que murió en Barcelona, nos inculcó mucho la espiritualidad de la Iglesia, la dimensión trinitaria.
A fin de cuentas, todo lo empezamos en el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo. Insisto mucho en que no se puede llegar a una madurez en la fe y en la vida cristiana si no es a través de una relación personal con las tres personas divinas. Nosotros somos persona humana, ellos son personas divinas, una distancia infinita, pero Dios ha salido al encuentro del ser humano y se ha revelado en Cristo, por lo tanto, estamos llamados a vivir esa relación personal con Cristo, que es fácil porque ha asumido una naturaleza igual en todo a la nuestra, excepto en el pecado. “Ya no los llamo siervos, sino amigos”.
Con el Padre es más fácil, porque tenemos la analogía de la paternidad humana y decimos, pues Dios es como un padre, que es todo amor, que es todo bondad, que es todo misericordia. Con el Espíritu Santo nos cuesta más. Ahora bien, yo de hecho llevo muchos años haciéndolo desde el Seminario Mayor, y es que después de comulgar siempre hago tres oraciones, una dirigida al Padre, que es la oración de Carlos de Foucault, “Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras”; otra dirigida al Hijo, a Cristo, que es la atribuida san Francisco de Asís: “Señor, hazme un instrumento de tu paz”; y otra dirigida al Espíritu Santo, una a cada persona divina.
¿Qué ve aquel joven José Ángel tendido en el suelo en la Catedral de Toledo 40 años después, recibiendo al Espíritu Santo y aceptando esa encomienda del cielo?
Pues veo un misterio muy grande de amor de Dios, de llamada y de elección. En esa cita del profeta Jeremías: “Cuando estabas en las entrañas de tu madre ya te llamé”. La vocación es un misterio. Es un misterio en que interactúa la llamada de Dios, la gracia de Dios y la libertad humana, libertad que Dios respeta.
Yo sentí mi vocación de muy pequeño, con 10 años. Le dije a mis padres que quería ir al seminario. Aquel joven que estaba en la Catedral de Toledo, pues en las letanías de los santos, allá postrado y después recibió la imposición de manos del arzobispo ¿qué es lo que yo vivía? Pues, un misterio grande de amor, de llamada, de respuesta, también desde mi pequeñez. El último curso de seminario le daba muchas vueltas, muchas vueltas a que por la ordenación sacerdotal eres configurado a Cristo y por las palabras de la consagración, el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
Eso es un milagro en cada celebración de la Eucaristía. Es algo tan grande que nos desborda de tal manera que yo desde la ordenación no dejaba de meditar. También, que, por las palabras de la absolución sacramental, actuando en nombre de Cristo y en la persona de Cristo, los pecados quedan perdonados al penitente. Tú que eres un pecador también has de acudir a la confesión sacramental. Eso es algo tan grande y tan desbordante que a mí me envolvía y me ocupaba en aquellos meses previos. En aquel momento también, pues simplemente abrir el corazón, abrir la mente al Señor, a la gracia de Dios, al Espíritu Santo.
El exceso en el amor a María nunca es excesivo, nunca está de más, pero es cierto que los sevillanos corremos, a veces, el riesgo de darle tanto amor, tanta importancia a ella que la equiparemos, incluso le demos más amor que al propio Dios.
Sí, eso ya pasaba en el seminario, porque yo tenía algún compañero que era tan mariano, tan mariano, tan mariano, que casi más que Trinidad era cuatrinidad. A ver, Dios es eterno, infinito. María, es la Madre de Dios porque es la Madre de Cristo, que es el Hijo eterno de Dios encarnado.
Pero es una criatura humana, es una persona humana. Padre, Hijo y Espíritu Santo son personas divinas. María Santísima es la Madre de Dios, pero es persona humana. Entonces la distancia es infinita. Ahora bien, María es una persona tan excepcional, llamada a una misión tan grande, la más importante de la historia de la Iglesia, de la salvación y de la humanidad. Es la Madre del Hijo encarnado. Por lo tanto, ¿se puede decir que es la Madre de Dios? Claro. Entramos en ese misterio de amor de Dios, de llamada y de lección. Pero, la distancia es infinita entre el Dios eterno, omnipotente, infinito y una persona que es creada, es una criatura. ¿Cómo encajamos todo eso? Pues María es la Madre y Maestra que nos enseña, porque ella nos lleva a Cristo, ella siempre nos lleva a su Hijo. Es el esquema de las bodas de Caná de Galilea, cuando a los sirvientes ella dice: “No tienen vino” y Jesús responde: “Bueno, a ti y a mí, qué mujer”, como queriendo decir, si esto no es problema nuestro, nosotros estamos aquí de invitados. Ella no discute con Jesús, ella mira a los sirvientes y les dice: “Haced lo que Él os diga”. De esta manera provoca ya el primer milagro de Jesús. Ese esquema es el que sigue a lo largo de la historia. María a nosotros nos dice: “Haced lo que nos diga”, es decir, nos lleva a Jesús, nos remite siempre a Jesús y Jesús como último y más precioso regalo, desde la Cruz, nos la da como Madre.
Por lo tanto, María ocupa un lugar muy especial y tampoco podemos llegar a madurar en la vida espiritual sino concedemos a María un lugar importante. Ahora bien, aquí en Sevilla, digamos nuestra Sevilla querida, pues claro, no podemos quedarnos solo en la devoción de mi Virgen, no. Ella nos lleva a Jesús y cuando nos lleva a Jesús, no podemos quedarnos solo en mi Cristo, el que sea, no. Corremos el riesgo de quedarnos en la imagen externa o nos podemos quedar solo con la humanidad de Cristo. Cristo es persona divina y tiene una naturaleza divina y una naturaleza humana, pero Cristo es Dios y hombre verdadero. No nos podemos quedar solo en Cristo hombre, sino en Cristo, Dios y hombre. En ese encuentro con Cristo, que es Dios y hombre verdadero y es persona divina, Cristo nos lleva al Padre y al Espíritu Santo.
Todo esto lo decimos cada vez que celebramos la Eucaristía. En la doxología final de la Plegaria Eucarística: “Por Cristo con Él, y en Él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria, por los siglos de los siglos”. Ese es el esquema, nuestra relación directa, nuestro acceso directo a Dios, es por Cristo, pero por Cristo con Él y en Él al Padre, en el Espíritu Santo que nos lleva. Por eso, toda la oración litúrgica está dirigida al Padre.
Si me tiene que recomendar el camino ideal para llegar a Dios, si tengo que usar una herramienta, instrumento o camino. ¿Cuál sería?
Es el mismo camino, María nos lleva también a vivir el amor. Es decir, María es la Madre del amor hermoso y María es la criatura que cuando recibe el anuncio del ángel responde con generosidad, con humildad, con amor. María es una persona y es nuestra Madre. El amor es una virtud teologal. Entonces todos estamos llamados a vivir la fe, la esperanza y el amor. Como dice san Pablo: La fe pasará porque en el cielo ya veremos a Dios cara a cara. La esperanza pasará porque ya habremos encontrado lo que esperábamos. El amor no pasará.
Los poetas, escritores, artistas, filósofos y teólogos nos dan una definición de Dios, pero Dios nos ha ofrecido una definición también de sí mismo en la Palabra de Dios, en la primera epístola de San Juan, que nos dice: “Dios es amor, Dios es amor”.
¿Y si María es fundamental en la redención, por qué al papa Francisco no le gusta que se hable de María como corredentora, si ella es fundamental?
Yo no he leído ningún texto de él donde esté esa afirmación, pero lo que no se le puede poner es al mismo nivel. Por lo que decíamos antes, porque Jesús es Dios, es persona divina y María, siendo la Madre de Jesús y la Madre de Dios, es persona humana. Esa distinción hay que tenerla clara. Después lo que hemos de hacer es dejarnos llevar, es decir, una persona que tenga mucha devoción a María, si es sincera y si se encomienda a María y se deja guiar, María lo llevará hasta Jesús.
Jesús no quiere que a María la olvidemos, no. Nos la da por Madre. El lugar que ocupa en la primera comunidad cristiana de Jerusalén, en la Iglesia naciente, lo sigue ocupando, lo sigue ocupando.
Más allá del encargo pastoral, en lo más íntimo, monseñor, ¿Cómo de feliz lo está haciendo su estancia en Sevilla, su trabajo? ¿Y cuántas ingratitudes soporta?
Yo les digo siempre a los sacerdotes, porque claro, somos humanos también, es Cristo y María quienes han de llenar tu corazón. Si ellos lo llenan, estés donde estés, tú estarás feliz y alegre. El lugar sea más relevante o menos, más grande o menos, en la ciudad o en la sierra, es Cristo quien tiene que llenarlo, porque si Cristo no llena tu corazón, si Cristo no es tu tesoro, estés donde estés, no acabarás de estar feliz ni acabarás de estar satisfecho, porque una persona ambiciosa es insaciable, es insaciable.
Nosotros hemos renunciado a muchas cosas y a muchos proyectos bonitos porque hemos recibido la llamada de Jesús y como los apóstoles, dejando las redes, le seguimos. Él es el que nos llena. Eso es lo que pido y lo que intento, que sea Él el que llene mi corazón y que María Santísima sea mi Madre y Maestra que me lleva de la mano y me consuele en los momentos de dificultad.
En cuanto a Sevilla, porque procuro que Cristo vaya llenando mi vida y procuro vivir como hijo del Padre y dejarme mover por el Espíritu Santo y no por mis manías o formas temperamentales, mis proyectos y mis iniciativas, sino procurar estar en sintonía con el Espíritu Santo, que esto se dice fácil, pero luego no es tan sencillo a la hora de tomar decisiones.
¿Cuáles son los momentos mejores de la vida del obispo? Pues lo mismo que la del sacerdote. Yo lo resumo así, en el encuentro con Dios y en el encuentro con las personas. En el encuentro con Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, María y la corte celestial, en la celebración de la Eucaristía o en los momentos de oración; el encuentro con Dios es lo que a mí me llena, me hace feliz y me colman., siempre el encuentro con las personas. Cuando voy a la Catedral, o a una parroquia, a una celebración en una hermandad, un movimiento, una asociación, el encuentro con las personas también a mí, la verdad es que me llena mucho y, mira que a veces puedo estar cansado, pero en cuanto llego al sitio y empezamos, me activo y estoy otra vez a tope.
Al final nosotros somos rebaños y usted es pastor. El Pastor tiene que tomar decisiones, sino el rebaño no lo cuidamos bien muy bien ¿Qué quería mejorar?
Yo me he encontrado una familia diocesana preciosa, es que lo digo así desde siempre. En la homilía por el aniversario de mi ordenación sacerdotal comentaba el Salmo 15: “El Señor es el lote de mi heredad y mi copa, mi suerte está en tu mano, me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad”.
Ese es el Salmo referido a los levitas, que cuando se produce la llegada del pueblo de Israel a la tierra prometida y reparten por tribus los territorios, a la tribu de Leví no le dan ningún territorio, porque ellos han de vivir al servicio del templo y de la religión, y entonces ellos han de vivir de los diezmos que las otras tribus aporten, y el Señor es su heredad, el Señor es el lote, no le dan un lote.
En un sacerdote ese es el espíritu, ese es el camino y la vocación. Tú dices, ese es mi tesoro, el lote. ¿Quieres hacer dinero? Pues hazte empresario o economista. Mi tesoro es el Señor. Y eso me llena. Pero a la vez, inseparablemente del Señor, está la Iglesia que es la comunidad de hijos de Dios, que Él funda y que forma. Por eso al final de la homilía de la misa de aniversario de mi ordenación sacerdotal también dije, “Mirad – parafraseando el Salmo 15 – La Archidiócesis de la que me ha tocado ser padre y pastor, gobernar que es servir, sirvo a una familia preciosa y yo estoy agradecido”.
¿Hay cosas que mejorar? ¡por supuesto! Nos hemos de convertir todos. Todos hemos de avanzar en el camino de conversión, nos hemos de volver más profundos en las parroquias, en las hermandades, en los movimientos. Apuntar a lo esencial, no quedarnos en las formas externas, que tienen su importancia, pero apuntar a lo esencial, tener profundidad espiritual. Crecer en la formación, que es lo más difícil, porque con esta vida moderna no tenemos tiempo de nada y formación es más árida.
Luego, hemos de seguir mejorando en todos los temas de solidaridad y de caridad, que se hace una obra increíble. Tanto Cáritas Diocesana como las cáritas parroquiales, como las hermandades, como tantas obras de Iglesia y ONGs, la obra social y caritativa que se hace es impresionante. Siempre podemos mejorar en cantidad y en calidad, siempre hay unos puntos de mejora en la diócesis en los que tenemos que ir creciendo.
El índice de práctica religiosa en Sevilla es superior a otros lugares de España y de Europa. Yo siempre he dicho que una tentación es la autocomplacencia. Si nos comparamos con otros que están peor que nosotros, siempre salimos bien, pero el término de comparación no son los que están peor que nosotros, los que están menos maduros que nosotros, el término de comparación es nuestro Señor y María Santísima, con ellos nos hemos de comparar y ahí siempre seguro que tenemos cosas a mejorar.
¿Es correcto que yo piense que estoy hablando con un futuro cardenal de mi Iglesia?
Solo Dios lo sabe. Pero el pensamiento es libre.
¿Cómo visualiza el arzobispo al Cristo de la Expiración en Roma?
Lo visualizo en la Basílica de San Pedro recibiendo la veneración de tantos peregrinos de todo el mundo en los días que esté allá. Lo visualizo en la procesión y lo visualizo también, espero y deseo, en la celebración de la Eucaristía de clausura del Jubileo de las Cofradías.
Cuando nos miran desde fuera en relación a la religiosidad popular y nos acusan de que cometemos excesos en cuanto a cultos externos, salidas extraordinarias… ¿Usted tiene la sensación de que llevan razón? ¿Esa sensación le pasa por el corazón a nuestro arzobispo?
Yo soy un gran defensor de la piedad popular. Desde que estoy en Sevilla voy creciendo en el conocimiento de la piedad popular en sus diferentes expresiones, especialmente en las hermandades y cofradías. Sin duda tenemos cosas a mejorar.
Hay que encontrar ‘in medio virtus’ , que decían los clásicos, en el término medio está la virtud. Hay diócesis en que no hacen procesiones. Aquí quizá las hacemos en exceso.
Al llegar aquí a la diócesis encontré una normativa para autorizar las procesiones extraordinarias. Pues cualquier hermandad que hace una solicitud y cumple esa normativa, que pasa por la Delegación Diocesana de Hermandades y Cofradías y después por el Consejo Episcopal, si cumple los requisitos y cumple la normativa, en principio hay que decir que sí.
Hay que decir que sí, porque si no, seríamos injustos. Es decir, si otras en las mismas condiciones o parecidas, lo han pedido y se les ha concedido porque cumplían la normativa, lo mismo para todas. Ahora bien. Si llega el momento que se produce un exceso, a lo mejor hay que cambiar la normativa. El caso es que las procesiones tienen un elemento muy importante, testimonial y evangelizador, porque en las procesiones veo niños, adolescentes, jóvenes. adultos, personas mayores que salen a la vía pública y están expresando su fe en ese culto externo y en esa participación en la procesión, están expresando su fe y están dando un testimonio de fe también, eso es muy importante, porque en otros lugares, a lo mejor a un adolescente, a un joven, que salga en una procesión religiosa, parece extraño, pues aquí se sale con toda naturalidad. Eso es importante.
En la vida, todos los excesos, pues son excesivos, valga la redundancia y, hay que ajustarlos. Es cuestión de ir ajustando, encontrando el punto de equilibrio y, sobre todo, el punto que sea más fructífero pastoralmente. Pues con las coronaciones es lo mismo, se produce una sacudida espiritual en el pueblo, que luego el día de la coronación se nota y se capta. Ahora bien, no podemos coronar todas las imágenes, evidentemente. Tiene que haber unos criterios y poner sentido a las cosas, no hacerlas porque sí o porque entra una moda o una corriente.
Al final ¿el sentido no es que todas se coronen?
No, eso no tendría sentido, eso no tendría sentido.
Pienso que, si el Señor vinieran un día a presenciar una procesión, no tengo yo tan claro, don José Ángel, que terminará satisfecho. ¿Le gustará al Señor esta manera de demostrarle nuestro amor al Señor y a María?
El Señor es muy comprensivo con nosotros. Era muy comprensivo con los apóstoles, que estuvieron tres años con Él, escucharon sus predicaciones a las multitudes, escucharon sus predicaciones en el grupo pequeño, que cuántas cosas comentarían, vieron sus milagros y en el momento de la Pasión lo dejaron solo, excepto Juan, María Santísima y algunas mujeres.
Es decir, el Señor es comprensivo con nosotros y nos da siempre nuevas oportunidades. Pero sobre el tema este que planteas, sí que es cierto que no hace falta tanto metal precioso. El Señor lo que quiere es un corazón contrito, humilde y solidario y que lo ponga a Él en el centro de la vida, también que ponga a los hermanos más necesitados. Ahora también hay que resaltar que es una expresión de amor. En el pueblo que estuve de vicario parroquial antes de volverme a Barcelona, en Illescas, existía ese debate. Hablo de los años 80′. Allí la imagen de la patrona tenía joyas y anillos de oro en las manos. Siempre había la gente que decía, pues eso habría que venderlo y dárselo a los pobres. Yo siempre ofrecía esta respuesta: A ver, si ese anillo es de una persona, o de la madre de esa persona y, ha querido ponerlo allí u ofrendarlo a la Virgen, hay que respetar el deseo de esa persona. Y si a esa persona le dijéramos, oye, qué te parece si el anillo que tú has entregado a la Virgen como ofrenda lo vendemos y con el resultado ayudamos a los pobres, esa persona te dirá, el anillo no se toca, a los pobres ya les ayudaremos también. Yo ya les ayudaré, pero ese anillo, mi madre quería que fuese para la Virgen y eso es sagrado. Pero yo ayudo aparte a los pobres”.
Eso yo lo decía en los años 80′ en un nivel más pequeño, aquí en Sevilla el criterio un poco es el mismo. Yo veo las hermandades, por ejemplo, que son espléndidas en cuanto a una corona o un manto. ¿Por qué? porque para María Santísima lo mejor, porque es nuestra Madre y la queremos y para ella, lo mejor. Luego están las personas que dicen, “esto podría ser más austero”, seguramente podría ser más austero y a lo mejor si le preguntáramos a María Santísima, nos diría, “tranquilos”. Pero esas personas que dicen para María Santísima lo mejor y lo más esplendoroso, a la vez, son generosas con los pobres y necesitados. Las hermandades llevan a cabo una obra caritativa y social realmente impresionante.
Por lo tanto, son cuestiones delicadas. Creo que, si se gastara el dinero en la ornamentación y no hubiese obra social, sí que eso habría que denunciarlo proféticamente. Pero cuando veo que las obras sociales son impresionantes y que las personas tienen corazón para el Señor y para María Santísima y tienen corazón para los hermanos pobres y necesitados, pues eso me produce mucho respeto. Yo lo que haré siempre, más que entrar en ese debate concreto de si hay que poner aquí o allá, es ayudar a la conversión del corazón, a centrar las cosas en Dios y desde la luz del Espíritu Santo, pues ya nos irá clarificando y marcando un poco el camino y la tendencia.
Al corazón de nuestro arzobispo llega una disputa en un pueblo absolutamente atávica sobre una advocación de la Virgen que además trae problemas históricos, familiares, de índole feísimo, son problemas enquistados.
Pues muchas veces son cuestiones más personales y familiares. A principio de curso, el arzobispo imparte una conferencia, una charla a los hermanos mayores de Sevilla y a los presidentes de consejos de toda la Archidiócesis.
En la charla que les di, entre otras cosas, les dije: Mirad, Cristo nuestro Señor es Dios, el Hijo eterno de Dios, el Hijo eterno del Padre que se encarna y asume una naturaleza igual en todo a la nuestra, excepto en el pecado y viene a salvarnos; nos podía salvar de múltiples maneras, porque cualquier gesto que haga Jesús tiene valor infinito, porque es Dios y es más fuerte que todos los pecados de todos los hombres y mujeres de todos los tiempos. Él abrazó la humillación en la Encarnación, al hacerse hombre, humillación que se repite al morir y humillación máxima al morir en la Cruz, lo peor que se podía imaginar en su época.
Por lo tanto, en esa kénosis, en ese rebajamiento de Cristo, en esa humillación, Él se presenta como el siervo de Yahvé, el siervo de Yahvé. Por su parte, María Santísima al recibir la misión más importante de la historia, no responde diciendo: “debo ser una chica de cualidades cuando me encargan una misión tan importante, no”. Lo que dice es: “Yo soy la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”. Es decir, Cristo es el gran humilde de la Historia y la conciencia de María Santísima es de ser la esclava del Señor y se pone a servir a su prima y luego enseguida en las bodas de Caná y ahora nos sigue sirviendo desde el cielo. No tiene sentido si luego nosotros en las hermandades con titulares de nuestro Señor y de María Santísima estamos disputando y chuleando unos a otros a ver quién es más importante, nos hemos equivocado totalmente, nos hemos equivocado.
Esto se lo dije así a los hermanos mayores y lo recibieron muy bien, pero me refiero, este es el camino. Todo lo que sea alejarnos de este camino es no entender lo que es la piedad popular. Otra cosa es que luego quizás sí que la entendemos, pero somos pecadores y el pecado está presente en nuestra vida y somos orgullosos y vanidosos. O estamos muy atentos o al final se nos escapan y caemos en estas tentaciones.
Después de 25 años de programa, le pregunté a un invitado por la mayor devoción de su corazón y me respondió que San José. No había ocurrido nunca. ¿Por qué no está en el ideario colectivo de la fe del alma de Sevilla?
Es verdad, estoy de acuerdo y habría que reivindicarlo. Es mi patrono, yo sí le tengo mucha devoción, pero sí que es cierto que si María Santísima, siendo la Madre de Dios, en los evangelios pasa bastante desapercibida siguiendo de cerca a Jesús, los relatos no hablan mucho de María, de San José, menos.
En cambio, después de la misión de María, la misión más importante en la historia de la salvación es la de José, porque es el padre legal de Jesús, el esposo de María, el cabeza de aquella familia de Nazaret, tan especial, tan extraordinaria que nos supera el pensamiento y la imaginación.
¿San José no ocupa un lugar en Tierra Santa, ¿verdad?
Debería ocupar, pero los papas nos han ofrecido magisterio sobre san José, lo que pasa es que luego aquí en Sevilla es nuestro Señor y María Santísima. San José en el tiempo ya de la vida pública y de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús, ya debía haber muerto, no tiene presencia. Sin embargo, santa Teresa de Jesús, por ejemplo, tenía mucha devoción a san José, cuando quería fundar un convento y no había manera, se encomendaba a san José.
Me parece que después de María Santísima, de todos los santos, si se puede hablar así, yo diría, que el más importante es san José.
¿Cómo es su relación con Twitter, ahora X?
Fue en el año 2013, yo estaba en Terrassa y en Cataluña y desde una fundación de Madrid vinieron a darnos un cursillo sobre las redes y nuevas tecnologías; allí nos explicaron en aquel momento que había tres redes sociales más importante: Twenty para niños, Facebook y Twitter. Twenty ya no existe, Facebook y Twitter sí, y nos dijeron que a un obispo, si nos animábamos, lo que más le cuadraba era Twitter, porque era más institucional poner mensajes.
Abrí cuenta de Twitter como tantos obispos. Yo me animé por una razón, sobre todo porque el papa Benedicto XVI, tan profundo, tan teólogo, tan espiritual, abrió cuenta de Twitter. Abrió cuenta que ahora sigue el papa Francisco y entonces dije, bueno, pues venga, y entonces me animé. Y allí en Tarrasa hacía lo mismo que aquí cuando iba a un sitio, a presidir las confirmaciones, etc. Procuro dar un trato a todos por igual. Si en una parroquia voy y en las confirmaciones hacemos una foto y pongo un tweet, pues en todas las parroquias, hermandades, en eso trato a todos igual. No pongo en Twitter todo lo que hago, vamos, ni de lejos.
O sea, pongo alguna cosa significativa y que pueda servir en las redes. Y lo llevo yo personalmente, por eso, a veces de madrugada a lo mejor pongo un tweet, porque he estado haciendo oración y hay algún pensamiento que creo que es conveniente, también fraees del Evangelio del día siguiente.
¿Lo hace desde el móvil?
Sí, sí, sí, en el móvil, en el móvil. Lo que sí me envían, por ejemplo, los hermanos de la Delegación de Medios o mi secretario Manolo, son las imágemes. A veces ,cuando vamos por ahí, él al final de la misa hace fotos y me las envían. Fotos sí que yo no hago con el móvil. No he hecho ni una foto ni un vídeo. Y no quiero ni aprender, no, porque entonces me engancharía y gastaría mucho tiempo del que no dispongo.
Es decir, fotos no, las fotos bueno, me las envían al móvil o cuando el tweet lo pongo desde el ordenador, yo mismo las busco. Las fotos o me las envían de actos, o si son de temas que yo pienso, o de la oración o de la liturgia, yo mismo las busco en Internet. Y lo llevo yo, ya se ve, que es una cosa muy personal, muy personal. Creo que puede servir como elemento de evangelización. Esa es la finalidad.
¿No va a venir nunca aquí el papa Francisco?
¿Sevilla o España?
A Sevilla a Sevilla.
Ya le hemos invitado. El papa Francisco a Sevilla la tiene muy en mente, sí, la tiene muy presente. Lo que pasa es que él ha hecho una opción por las periferias. En este sentido, tampoco ha visitado Francia ni Alemania, no ha visitado Estados Unidos, ni Argentina, ni México, ni Brasil, ni Colombia, que son los países donde hay más población católica. Ha hecho una opción por las periferias y por dar visibilidad a los lugares más pobres o donde los cristianos son pocos y perseguidos, y eso hay que respetárselo, hay que respetárselo.
Yo ya le he invitado para que viniera al Congreso varias veces; se lo digo y ya nos ha mandado un mensaje. Pero ahora la salud ya le responde menos porque tiene problemas de movilidad, pero él, por supuesto que quiere a España y a Sevilla. Yo viajo cada mes allá, pero a trabajar al Dicasterio de los Santos y al Dicasterio de Familia y Vida. Pero después en algún acto nos recibe en audiencia y lo saludamos. O cuando hay alguna institución o alguna hermandad de aquí que va y les conceden tener allá un lugar, pues yo me espero y los presento. El Papa tiene muy, muy consciente a nuestra familia,. En las audiencias me pregunta siempre por el Seminario. A mí me tiene identificado con los seminarios y me pregunta siempre por el seminario y ahora ya también me pregunta por las hermandades.
Si lo tuviera que solucionar con una frase en Roma, por ejemplo, y le preguntan ¿Quién es el Gran Poder?
Nuestro Señor Jesucristo, el Señor de Sevilla
Y le preguntan, y la Macarena, ¿quién es?
Pues María Santísima, la Madre de Dios y también una devoción que en Sevilla ha calado muy, muy a fondo y también con mucha proyección en todo el mundo.
Yo sé cómo Sevilla le quiere a usted. ¿Es comparable eso a como usted está queriendo a Sevilla? Es que parece que nos han hecho un arzobispo a medida.
Cuando yo recibo la noticia de que el Papa me ha nombrado arzobispo de Sevilla, sorpresa grande porque yo estaba a 1000 km, o sea, yo, la idea que me iba haciendo era acabar mis días en Terrassa, porque, aunque es una diócesis de nueva creación, tiene 1.300. 000 habitantes, es la décima de España en habitantes de 70 diócesis. Yo pensaba, bueno, tiene también su sentido que el primer obispo de una diócesis nueva acabe sus días allí, era un poquito mi ilusión.
También siempre puedes sonar y entrar en quinielas, pero más en el ámbito de Cataluña, Valencia, pero a Sevilla a 1000 km. Sorpresa total. Pero yo desde el momento en que recibí la noticia empecé a rezar por Sevilla y a querer a Sevilla. Eso está claro y, al venir, me he encontrado unos fieles y una diócesis muy, muy agradables y muy cariñosos, y no puedo más que dar gracias a Dios, a María Santísima y a Sevilla, y siento el aprecio. Es mi familia, es mi diócesis, aquí acabaré mis días.
Será lo que el Señor quiera, como usted me ha dicho
Bueno. Sí, pero yo creo que quiere eso. Es decir que yo experimento el amor y el cariño de Sevilla y yo también quiero a Sevilla y a los sevillanos y sevillanas y me encuentro aquí muy bien. A veces digo, cuidado, yo allí en Cataluña, en Terrassa, estaba muy bien, y aquí estoy mejor todavía. (Risas).
Se cumplen 40 años de su ordenación sacerdotal. Son cuatro décadas. Usted ha alcanzado si me permite la palabra, logros, metas como pastor del Señor, como miembro de su ejército en primera fila. ¿Qué persona de su familia inmediata, su círculo íntimo ha faltado en este camino que no haya alcanzado a ver los logros de José Ángel, a quién echa de menos?
Bueno, es que es ley de vida, es decir, por ejemplo, mis padres, mi familia vivió mi vocación con mucha intensidad y yo recuerdo cuando aquí ordeno diáconos o presbíteros, de mi ordenación y cómo las vivían ellos. Fui obispo auxiliar de Barcelona antes de Terrassa y mis padres estaban allí, vivían todavía. Mi madre, sobre todo, que era la que tenía más intensidad religiosa, para ella tener un hijo sacerdote era una bendición del cielo. Ella rezaba. Lo vivió siempre con mucha naturalidad, con mucha sencillez. Cuando yo fui nombrado obispo, en la casa donde vivíamos, las vecinas decían, oh, estarás orgullosa que tu hijo lo han nombrado obispo y ella decía, no, pero si esto no tiene que ver con el orgullo, él es sacerdote y el Papa lo nombró obispo, pues nada, él seguirá trabajando.
Mi padre murió el año 2003 y yo era obispo auxiliar de Barcelona y, mi madre el 2007, cuando era obispo de Terrassa. Mi madre murió el 27 de abril, el mismo día que don Carlos Amigo Vallejo. Solo que mi madre en el año 2007. Desde el cielo lo siguen y lo ven.
Parte de su vocación se la debe a ella, entiendo
No, no. Lo he explicado alguna vez. Somos cuatro hermanos, dos chicos y dos chicas. Mi hermano, que es mayor que yo, entró al seminario menor. También mi madre tiene un hermano sacerdote que vive todavía, está jubilado en Cuenca, un gran sacerdote, uno de los referentes que yo he tenido en mi camino. Cuando mi hermano Jesús entró al seminario menor mi madre se hizo muchas ilusiones de tener un hijo sacerdote, pero luego, a los tres años se salió. Cuando yo dije que quería ser cura, por un lado, le hizo ilusión, pero por otro lado, dijo, no me quiero llevar otro desengaño. A mí no me empujaron, ni siquiera mi tío. O sea, yo de pequeño tuve esa inclinación. No me empujaron. Tampoco me frenaron. Me respetaron mucho.
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