Monseñor Fisichella: “Es necesario anunciar la fe a la luz de la belleza”

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Monseñor Fisichella: “Es necesario anunciar la fe a la luz de la belleza”

‘La misión evangelizadora, alma de las hermandades’, ha sido el título de la ponencia impartida la noche de este miércoles por monseñor Salvatore Fisichella, pro Prefecto del Dicasterio para la Evangelización. La primera ponencia del II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular que se celebra en Sevilla del 4 al 8 de diciembre.

Monseñor Fisichella ha iniciado su alocución citando la constitución dogmática Dei Verbum, del Concilio Vaticano II, “es necesario crear un contexto teológico sobre la importancia de la piedad popular y sobre las cofradías en la enseñanza del Concilio Vaticano II”. La presentación ha corrido a cargo de monseñor Jesús Catalá, obispo de Málaga. “Han elegido a un buen ponente que, sin duda, la nueva evangelización la lleva en el alma”.

El pro Prefecto del Dicasterio para la Evangelización dijo que “si fuésemos capaces de mirar la historia de las cofradías con ojos que tienen intención de recordar la riqueza de la tradición del pasado para hacer más humano nuestro presente, entonces seríamos capaces de la auténtica revalorización histórica y teológica”.

En este sentido, expresó “que las cofradías y hermandades pertenecen a un pasado que han marcado nuestra historia de fe”, por tanto, “recuperar el tejido histórico donde nacieron y reconstruir el horizonte eclesial que ha propiciado su origen permitiría hacer surgir los motivos que impulsaron su nacimiento y consentiría encontrar las plenas motivaciones para su existencia”. En esta línea refirió que diversos intentos han sido realizados en este sentido, sin embargo, subrayó que “parece faltar aun el horizonte teológico que permitiría tener una visión más coherente con el desarrollo de la vida de fe y el testimonio que se deriva”. No ha dudado en remarcar que las cofradías “deberían insertarse dentro de ese proceso de tradiciones que marcan la gran tradición de la Iglesia”.

Advirtió que la “Iglesia debe ir al mismo ritmo que los tiempos, porque si faltan las bases racionales todo se reduce a devocionismos… La fe, queridos hermanos, exige entrar en profundidad, no a detenerse en las repetidas investigaciones sociológicas sobre la religiosidad, que de vez en cuando muestra una tendencia de crisis, de abandono de la práctica religiosa, sin mostrar otras manifestaciones de la fe presentes, más allá de la participación en la Eucaristía dominical y de la catequesis sacramental que es tan importante”.

Continuó su ponencia argumentando que esta consideración puede ser extremadamente útil para los cristianos hoy día “cuando se vive la tentación de descartar todo lo que ha marcado el pasado porque es incapaz de responder a las diversas cuestiones que surgen en el presente. Qué gran arrogancia se ha manifestado en los presentes años al constatar que se desechan tradiciones solo porque son fruto de los siglos pasados, si se tuviese al menos la humildad de retomar el significado que fue puesto en algunos signos, entonces se podría comprender el sentido que impulsó realizarlos, este proceso favorecería una compresión más profunda y nos haría más cautos al clasificar todo demasiado rápido como tradiciones pasadas. No se puede estar movido por sueños nostálgicos de restauración, pero tampoco ceder apresuradamente y privarse del necesario sentido histórico que favorece la comprensión de las culturas y de cómo se expresan. El tiempo escapa, pero la historia permanece2.

Regla de la continuidad

Esta dimensión, ha resaltado monseñor Fisichella, requiere que “haya siempre discípulos dispuestos a escuchar y disponibles a dejarse fascinar por las conquistas realizadas por un período histórico”. Reflexionó sobre la regla de la continuidad. “La discontinuidad como regla del progreso no tiene raíces profundas y quererlas seguir lleva a la esterilidad; la regla de la continuidad, en cambio, hace fecundad la obra del investigador, porque lo introduce en un proceso más fatigoso, pero necesario para entrar en el espíritu del tiempo y comprender el sentido del movimiento en acto”.

Subrayó que “la tradición es la fe viviente de los muertos, el tradicionalismo es la fe muerta de los vivos. La tradición, por tanto, es condición de vida, sin la cual no existe futuro, deberían estar bien convencido de esto, al menos, los creyentes”.

Humanización de la tecnología

Así, “no podemos negar que estamos frente a una nueva cultura, la cultura digital que hace propia la inteligencia artificial, mostrando que estamos solo al inicio de un proceso que no conocemos aún, y que modifica radicalmente nuestro modo de pensar y actuar. Eso supone el desafío de la evangelización y la humanización de la tecnología. Es necesario descubrir con estupor y maravilla la belleza”.

Belleza, vía de evangelización

En referencia a Sevilla dijo que “aquí en esta tierra que ha visto el nacimiento y la conservación de obras únicas en el mundo fruto de la espiritualidad popular, se pueda con mayor convicción hablar de la belleza como vía privilegiada de la evangelización. Sin belleza no hay amor y no tendríamos el inicio del cristianismo”.

El cristianismo comprendió inmediatamente la importancia de la belleza “para transmitir los contenidos de la fe. Lo que atrae durante la Semana Santa a millones de personas a Sevilla es la belleza de la tradición que se transmite de padres a hijos, fruto de la fe de una comunidad que se identifica con algunos signos como expresión de identidad y sentido de pertenencia”.

Lamentó que “la belleza corre el riesgo de no encontrar audiencia en ninguna parte”, es una cita que con tono de tristeza el teólogo von Balthasar escribía. “Sin embargo, “es el término que debe marcar el inicio de la reflexión sobre la fe y el anuncio del Evangelio. Cuando el misterio se revela, lo hace asumiendo la belleza”.

Sobre este mismo asunto añadió que la belleza “ha creado una forma de contemplación que conduce al amor, pero que podría desaparecer lentamente, con el peligro de caer en la desesperación, si desgraciadamente esto sucediese, el vacío sería enorme y no podría ser sustituido por nada. Es necesario anunciar la fe a la luz de la belleza, porque nos permite superar la fragmentariedad”.

El pro prefecto del Dicasterio para la Evangelización ha destacado que el camino de la hermandades y cofradías “se puede insertar dentro del camino de la belleza, que ha sido percibida como un llamado a vivir de cerca la vía del discipulado cristiano”. Sobre este aspecto resaltó que “la cantidad de imágenes que recorren las ciudades con los símbolos de la fe de una manera encarnada e inculturada no hacen otra cosa  sino provocar maravilla y suscitar los interrogativos que están en la base de la conversión del corazón”.

Contemplación del misterio

Continuó diciendo que “las cofradías conducen a la contemplación del misterio de la fe y a la necesidad de despertar y reavivar la fe personal. Esta expresión del arte cristiano lleva consigo la tarea irrenunciable de anunciar la belleza de nuestra fe, aunque lleva consigo la belleza del crucifijo, como referencia constante del rostro maltratado e indescriptible de la muerte en cruz, nosotros aplicamos las palabras del salmo 45: ‘Tú eres el más hermoso de los hijos de los hombres‘”.

Asimismo, “el arte de nuestras cofradías ha acogido esta enseñanza y tanto en la representación como en el uso de los materiales han dado voz a este misterio de amor. El oro, la plata, la madera más valiosa y las telas más finas, todo ha sido utilizado para hacer bello el sufrimiento fruto del amor. El paso de generación en generación que caracteriza la transmisión de la piedad popular permite a cada generación crecer en la fe permaneciendo ligada a sus raíces”.

Al término de su intervención dijo que le gusta pensar en las cofradías “como enanos en hombros de gigantes, capaces de ver más lejos que sus maestros, porque estos han impreso en las tradiciones los signos indelebles de la manifestación popular de la fe, que se convertirán a su vez en nuevos gigantes que hagan subir sobre sus hombros a nuevos jóvenes que vivirán con el deseo de transmitir de manera siempre viva las tradiciones de sus padres”.

 

 

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