Por segundo año consecutivo, la imagen de la Virgen de los Reyes fue dispuesta a los pies del Altar del Jubileo, de la Catedral de Sevilla, para ser venerada por el pueblo devoto, el día en que la Iglesia celebra el dogma de la Asunción de la Virgen María, en cuerpo y alma a los cielos.
La Misa Pontifical fue presidida por monseñor José Ángel Saiz, arzobispo de Sevilla, concelebrada por sacerdotes del clero diocesano y concurrida ampliamente por los sevillanos que acudieron desde tempranas horas a venerar a la Santísima Virgen.
“Un día alegre”
Durante su primera homilía dedicada a la patrona de la ciudad, mons. Saiz, calificó esta jornada tan señalada como “un día de alegría. Como creyentes, como cristianos y como hijos de María Santísima, celebramos con gozo esta fiesta y pedimos al Señor que reavive nuestra esperanza. Porque la esperanza es un elemento antropológico fundamental que está en el centro de la vida humana y que en la actualidad adquiere una particular relevancia, por las graves dificultades que afectan a tantas personas, familias y entidades”.
Por tanto, “nuestra fiesta patronal es un sí a la esperanza”. Reflexionó el arzobispo que “la Asunción nos recuerda que la vida de María es un camino de seguimiento de Jesús, con una meta precisa: la victoria definitiva sobre el pecado y la muerte y la comunión plena con Dios”.
En esta línea, la festividad de la Asunción hace pensar “que la vida del cristiano es asimismo una peregrinación de fe hacia la misma meta. Por el bautismo somos incorporados a Cristo y hemos resucitado con él, pero debemos alcanzar corporalmente lo que el bautismo ha comenzado en nosotros. María ya ha llegado a la plenitud de la unión con Dios y nos acompaña en este camino”.
En esta solemnidad recordamos además que “María fue elevada en cuerpo y alma al cielo, y es reina del cielo y de la tierra. ¿Eso significa que se ha alejado de nosotros? No, más bien al contrario, porque al estar con Dios y en Dios, puede estar espiritualmente muy cerca de nosotros”.
Mons, Saiz ha expresado que “nuestra Madre, conoce nuestro corazón, puede escuchar nuestras oraciones, puede ayudarnos. Nos ha sido dada como madre y podemos acudir a ella en todo momento; ella nos escucha siempre y nos consuela y, siendo Madre del Hijo, participa del poder del Hijo, de su amor. Por eso, vivamos en la certeza de que podemos poner nuestra vida en manos de esta Madre, que siempre está atenta y solícita de sus hijos”.
Confirmación y declaración del patronazgo
Ha referido mons. Saiz que “desde tiempo inmemorial se venía considerando a la Virgen de los Reyes como patrona de Sevilla, pero fue en 1946 cuando el cardenal arzobispo Pedro Segura y Sáenz hizo llegar hasta el Santo Padre Pío XII la petición de confirmación y declaración de Celestial Patrona de la Ciudad y Archidiócesis de Sevilla a la Santísima Virgen bajo la advocación de los Reyes”.
Así, como respuesta, el Santo Padre, en Roma, el día 15 de agosto del año 1946, emitió un breve pontificio que declara: “Confirmamos y declaramos a la Santísima Virgen bajo la advocación de Nuestra Señora de los Reyes, principal patrona ante Dios de la ciudad y Archidiócesis de Sevilla”.
Posteriormente, el cardenal Segura y Sáenz dio a conocer esta proclamación el 24 de noviembre de 1946 en la homilía de la solemne Misa Pontifical que se celebró por la mañana; por la tarde tuvo lugar una procesión magna.
Desde entonces, “han pasado 75 años. Somos herederos de aquellos hermanos que nos han precedido en el amor y devoción a Nuestra Señora de los Reyes. También nosotros queremos expresar públicamente nuestro homenaje y amor a la Madre, y lo haremos cuando las circunstancias lo permitan. Porque ella lo merece, y porque nosotros también lo merecemos después de estos dos años tan aciagos; pero en este momento, hemos de proceder con toda la devoción y el amor de que seamos capaces, y a la vez con toda la responsabilidad que requiere la situación presente”, manifestó.
Finalmente, pidió que “en este día de fiesta, que nada ni nadie nos arrebate la esperanza y la alegría; demos gracias al Señor por el don de nuestra Madre, Nuestra Señora de los Reyes; sigamos caminando cada día de su mano y bajo su intercesión”.
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