Mensaje de la Comisión episcopal de Clero y Seminarios en la solemnidad de San José

Archidiócesis de Sevilla
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Los Obispos de la Comisión Episcopal para el Clero y los Seminarios han escrito un mensaje por la festividad de San José, patrón de los Seminarios y modelo para los sacerdotes, en el que resaltan tres rasgos principales de la figura y custodia del Patrono de la Iglesia Universal.

Ahora más que nunca “dadas las circunstancias tan atípicas que la humanidad entera está afrontando, como consecuencia de la pandemia que asola a todas las comunidades, especialmente entre los más pobres, debemos confiar con especial intensidad en la intercesión de San José, que afrontó las dificultades de la vida con la humildad, la inteligencia y la valentía que brotan de un corazón de padre, como nos ha recordado el Papa Francisco“.

Los Obispos refieren en la misiva que “en estos momentos, la búsqueda de consuelo y orientación que anida en el corazón de cada hijo de la familia humana se convierte en un clamor que resuena en el corazón de la Iglesia Madre y que nosotros, como sacerdotes y vocacionados, tenemos la misión de elevar a Dios en nuestra plegaria litúrgica y personal”. De allí que “San José aliente el ánimo y renueve la esperanza teologal en el corazón de todos vosotros, presbíteros y seminaristas, especialmente encomendados a su patronazgo y discreta protección”.

Por tanto, “necesitamos, en efecto, que los Seminarios fijen los ojos en el modelo de San José, para seguir aprendiendo de su pedagogía. Como el hogar de Nazaret, donde María gesta en su seno al Hijo de Dios y José lo educa paternalmente, preparando juntos su misión, el Seminario es el hogar donde se gesta y educa la misión del futuro presbiterio, al servicio de la Iglesia diocesana”.

Rasgos de la pedagogía paterna de San José

Los Obispos de la Comisión episcopal de Clero y Seminarios consideran que el Seminario es realmente un presbiterio en gestación. Así, “la presencia discreta y atenta de San José en cada comunidad formativa, al lado de María y en estrecha colaboración con el misterio de su maternidad, alentará nuestros esfuerzos por ofrecer a la Iglesia y al mundo los pastores misioneros según el corazón de Dios, que tanto necesita”.

En esta línea, invitan a meditar sobre “la pedagogía paterna de San José para iluminar con su ayuda la educación y la renovación interior de la vocación que hemos recibido como sacerdotes en continua formación o en formación inicial”.

San José asume, en primer lugar, “la misión de actuar como representante de la paternidad de Dios. Respecto a Jesús, “él ejerció una paternidad de representación, una paternidad de adopción. Pero, en el fondo, esta es la verdadera realización de la paternidad como imagen del único Padre, que es Dios”.

De allí que “el Seminario, tiempo de formación inicial de los futuros presbíteros, debe ser el lugar donde aprendemos el sentido del sacrificio de José, y nos eduquemos en la entrega total que conlleva vivir nuestra paternidad personal como testimonio de la única paternidad divina, garante de la humanidad del hombre”.

En segundo lugar, “José desarrolla heroicamente sus cualidades vocacionales, especialmente la valentía, la humildad y la discreción, para proteger la vida de María y del futuro Mesías, en medio de un ambiente hostil”.

“José será emigrante y peregrino, y trabajará en la gestación de la misión futura de Jesús, haciendo todo lo posible por alejar de su familia la amenaza de la violencia y de la muerte, renunciando a toda comodidad y brillo personales, para valorar el anonimato, el escondimiento y la callada siembra a largo plazo”.

En esta línea, “el Seminario tendrá que ser, según el modelo de San José, la escuela de formación inicial en la que se enseñe el arte del discernimiento y la humildad, profundizando en el significado último de las cosas, en el valor del trabajo compartido con los hombres en la vida real, y con el corazón siempre abierto a crecer en el amor, en una peregrinación continua”.

Por último, “José ejercerá también con gran sabiduría su labor pedagógica imprescindible como preparador inmediato de la misión pública de Jesús. En efecto, “después de la etapa en la que el niño aprende de la madre el amor a la Palabra de Dios, a la oración y a una vida virtuosa, el adolescente y el joven pasa a los brazos del padre para aprender un oficio y habilitarse para la vida adulta”.

Así, el Seminario debe dejarse marcar también por la herencia de san José, como preparador de la misión de Jesús y de la Iglesia. “Los futuros sacerdotes, apóstoles de Jesús, con corazón misericordioso, deben entrar en el corazón de las casas, estar cerca de las personas, de los sufrimientos y las alegrías del Pueblo de Dios, para consolar y restablecer las relaciones de libertad y de amor que construyen la Iglesia, evitando y curando el mal de nuestro tiempo caracterizado por una regresión al individualismo, que dificulta la transmisión del Evangelio”.

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