¿Si no cuidamos el presente cómo será nuestro futuro? Traslademos esto hablando de los abuelos, la esencia de cada uno de nosotros, lo que nos da sentido en nuestro día a día para acabar siendo el principal referente en la vida ¿Quién no ha dicho nunca aquello de “mi abuelo o abuela me enseñó esto”? Una vez Joyce Allston dijo que los abuelos “al igual que los héroes, son tan necesarios para el crecimiento de los niños como las vitaminas”. No he conocido frase más certera.
Existen acciones diversas, pero ésta quizá sea una de las más reconfortantes: cuidar a los que han cuidado de nosotros toda su vida. El espíritu de la Congregación de las Hermanitas de los Pobres es el que su fundadora, Juana Jugan, transmite al resto del mundo: “el pobre define su vocación porque Dios la ha esperado en el pobre y ella le ha encontrado y reconocido en el pobre”. En el asilo que dirigen, esta congregación desarrolla su labor en el cuidado de ancianos y aseguran que su vocación “es una invitación a comulgar en la bienaventuranza de la pobreza espiritual, que nos encamina hacia el despojo total que entrega un alma a Dios”.
Ellas orientan su carisma hacia las personas mayores a través de su humilde servicio, encaminándoles hacia su destino eterno, respetando siempre sus creencias, sean cuales sean. ¿Quiénes somos nosotros para juzgar lo que cree otro si Dios nunca lo hace? Ese es el espíritu del verdadero cristiano, dar sin esperar recibir nada a cambio respetando siempre las creencias e ideas de los demás.
Una acción de estas características necesita de ayudas para poder subsistir, pero ¿cómo lo consiguen? Mediante la colecta, porque sin ella, lo que la casa recibe de las pensiones de los ancianos es insuficiente para hacer frente a los numerosos gastos. De hecho, lo que más llama la atención es descubrir su confianza tan plena en la Providencia, porque ellas creen que si algo tiene que salir hacia delante será porque Dios cree que es lo mejor. Su acción en el asilo es pura vocación apoyada en la fe cristiana para ayudar a los más mayores y desfavorecidos, que no tienen recursos económicos o familia para tener un futuro mínimamente estable.
Realizan esta labor fundamental las monjas que están permanentemente en el asilo, incluso por la noche mantienen a dos de ellas despiertas por si hubiese algún problema. Si en algún momento del día cualquier persona de las que están allí necesitara cualquier cosa, una hermana aparecería allí, como si de una heroína se tratase. Y digo heroína porque la labor que realizan no está reconocida como debiese, algo que tendría que estar en todos los medios de comunicación, pero¿interesa más publicar lo negativo, no?
Hay que concienciarse de la importancia que nuestros mayores tienen en nosotros para el día a día. Siempre pensé que cuando faltara mi abuelo una parte mía desaparecería, algo que puede confirmar cualquiera que haya sufrido la pérdida de un abuelo o abuela ¿A qué esperamos para darle el presente que se merecen?
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Hermanitas de los Pobres
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