Lecturas de la Solemnidad de la Santísima Trinidad (Ciclo A)

Archidiócesis de Sevilla
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Sede metropolitana de la Iglesia Católica en España, y preside la provincia eclesiástica de Sevilla, con seis diócesis sufragáneas.

Primera Lectura

Éxodo 34, 4b-6. 8-9

Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso.

En aquellos días, Moisés madrugó y subió a la montaña del Sinaí, como le había mandado el Señor, llevando en la mano las dos tablas de piedra.

El Señor bajó en la nube y se quedó con él allí, y Moisés pronunció el nombre del Señor.

El Señor pasó ante él proclamando: «Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad.

Moisés al momento se inclinó y se postró en tierra.

Y le dijo: «Si he obtenido tu favor, que mi Señor vaya con nosotros, aunque es un pueblo de dura cerviz; perdona nuestras culpas y pecados y tómanos como heredad tuya».

Salmo

Dan 3, 52-56

¡A ti gloria y alabanza por los siglos!

  • Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres. Bendito tu nombre, santo y glorioso.
  • Bendito eres en el templo de tu santa gloria.
  • Bendito eres sobre el trono de tu reino.
  • Bendito eres tú, que sentado sobre querubines sondeas los abismos.
  • Bendito eres en la bóveda del cielo.

Segunda lectura

2 Corintios 13, 11-13.

La gracia de Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo

Hermanos, alegraos, trabajad por vuestra perfección, animaos; tened un mismo sentir y vivid en paz. Y el Dios del amor y de la paz estará con vosotros.

Saludaos mutuamente con el beso santo.

Os saludan todos los santos.

La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo estén siempre con todos vosotros.

Evangelio según san Juan  3, 16-18

 Dios envió a su Hijo para que el mundo se salve por él.

Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.

Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.

El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios.

Comentario bíblico de Álvaro Pereira

La Iglesia ha escogido para este domingo de la Santísima Trinidad (ciclo A) tres lecturas muy profundas que ayudan a atisbar el insondable misterio de Dios. La primera, del libro del Éxodo, relata uno de los momentos cumbre del Antiguo Testamento: Dios manda a Moisés volver a tallar las tablas de la alianza que había roto, tras el pecado del becerro de oro, y le ordena volver a subir al monte Sinaí. Se trata, pues, de un encuentro de salvación, no de condena. Él quiere renovar su alianza. Entonces Dios baja en la nube y concede a su siervo percibir su paso divino y escuchar su nombre: “Señor, Señor [Yahvé, Yahvé], Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad”. “Yahvé” es su nombre y la compasión y misericordia, la clemencia y la lealdad son sus atributos. Perdonando al pueblo, renovando su alianza y escogiendo a Israel como su heredad, Dios ciertamente se revela como clemente y misericordioso.

En la segunda lectura, tomada del final de la Segunda carta de san Pablo a los Corintios, se concluye con una fórmula (“la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo estén siempre con todos vosotros”) que la Iglesia emplea como saludo inicial en la liturgia y que es una de las expresiones más antiguas de la fe trinitaria.

En el evangelio, encontramos otra de las expresiones bíblicas más profundas acerca de la entraña del amor divino. Dios ha amado tanto al mundo que ha entregado a su Hijo, su hijo único, para que todo el que crea en él tenga vida eterna. El evangelista probablemente evoca la escena del sacrificio de Isaac (Génesis 22), en el que se subrayaba que Abraham tenía que entregar a su único hijo, su hijo precioso. En consecuencia, Dios no aparece aquí como alguien airado dispuesto a castigar al pecador, sino como un ser bondadoso que está deseando salvar a su criatura, hasta el punto de aceptar que su Hijo muera por ella. El juicio, sin embargo, permanece como riesgo: será la posibilidad temible del que no cree en el amor divino ni acepte su oferta de salvación.

En fin, es leído como salmo el Cántico de los tres jóvenes (Daniel 3), texto magnífico para alabar y bendecir a Dios, dador de todo bien.

Preguntas

  1. ¿Quién es Dios para ti? Trata de responder pausadamente a esta pregunta.
  2. A Dios se llega por la Escritura, ¿qué imagen o atributo de Dios te llama más la atención de las lecturas de este domingo?
  3. Jesucristo es la imagen de Dios (2 Cor 4,4), ¿crees en el Dios que revela Jesucristo o adoras a un Dios a tu medida?

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